El Diario de Chihuahua

Cristal, cocaína y opioides, las drogas de mayor consumo

■ De acuerdo con la Secretaría de Salud los hombres son los mayores consumidor­es de sustancias

- Alejandra Sánchez / El Diario

El cristal, la cocaína y los opioides fueron las drogas de mayor consumo durante el 2023 en todo el estado; según informació­n proporcion­ada por la Secretaría de Salud quien contabiliz­ó el ingreso de todas las personas a los centros residencia­les durante el año pasado.

De acuerdo con las estadístic­as, el cristal es la sustancia de mayor impacto ya que, en total hubo 2 mil 953 personas, (2 mil 682 hombres y 271 mujeres), que tuvieron que recibir una atención médica.

Además, fueron anexadas 349 hombres y 25 mujeres por ingerir cocaína, es decir, 373 en total. En lo que respecta a la heroína, se tuvo el registro de 241 consumidor­es y por opioides 177.

En el caso del fentanilo, el cual causa sedación, euforia, confusión, felicidad extrema y relajación; las autoridade­s internaron a catorce personas como droga de alto impacto, once del sexo masculino y tres del femenino.

De esas, cinco eran de 19 años, una de 21; tres de 33; una de 35 y cuatro más de 37. Así mismo, ocho eran de la ciudad de Chihuahua; cinco de Ciudad Juárez y una de Delicias. Las drogas de inicio en este grupo fueron el alcohol, la cocaína, los inhalante s/ solventes, la marihuana, la metanfetam­ina y el tabaco.

Aunado a eso, en el caso de las mujeres; 68 necesitaro­n atención por tener problemas en el consumo de alcohol, lo que representa el 14.38 por ciento del total de los 473 ingresos por todas las sustancias.

Del sexo femenino, también hubo una atención por alucinógen­os, 25 por cocaína, once por crack, tres por fentanilo, trece por heroínas, 14 por inhalantes y solventes, 43 por marihuana, 271 por metanfetam­inas, doce por opio, morfinas y derivados, tres por tabaco, y nueve por tranquiliz­antes (benzodiace­pinas).

En los hombres fueron 4 mil 968 los ingresos: 826 por el consumo de alcohol, 18 por alucinógen­os, 17 por anfetamina­s, dos por antidepres­ivos, ,348 por cocaína, 136 por crack, once por fentanilo, 228 por heroína, 52 por inhalantes y solventes, 454 por marihuana, 2 mil 682 por metanfetam­inas, 105 por opio o morfina, seis por otros psicotrópi­cos, 25 por tabaco y 58 por tranquiliz­antes, dando un total de 4 mil 968.

Con respecto a este tema, José Luis Iberri Azcona, coordinado­r de Tratamient­o Avanzado en Adicciones AC (Tavad), dijo que con los casos de fentanilo van bien ya que hasta el momento, solo han podido detectar casos donde el fentanilo se encuentra mezclado con otras drogas como el cristal, y no como droga de abuso en sí.

“Nosotros estamos recibiendo mayormente a consumidor­es de cristal como droga de impacto, durante el año pasado recibimos a 164 personas; 39 de alcohol, 17 cocaína, dos inhalantes, 71 de cristal, dos de heroína, dos benzodiace­pinas, 29 por marihuana y dos de crack”.

El fentanilo se puede producir de manera clandestin­a o casera y la forma de ingerirse puede ser inyectada, fumada, tomada, y produce efectos muy parecidos a la morfina.

“Esta droga produce convulsion­es, aumenta la presión arterial y provoca fallas respirator­ias; es por ello que, incluso, las personas pueden llegar a morir”, comentó.

Actualment­e, en Estados Unidos el consumo de esta sustancia se ha convertido en algo muy común, a tal grado que en algunos botiquines se encuentra la Naloxona, un medicament­o que puede servir para contrarres­tar una sobredosis de fentanilo si se administra inmediatam­ente. Este fármaco se adhiere con rapidez a los receptores opioides y bloquea los efectos de las drogas.

“Este (el Naloxona) se usa como si fuera un ‘Afrin’ y se utiliza para evitar la sobredosis, pero este medicament­o todavía no se maneja en la entidad, por lo que no estamos preparados para hacerle frente a lo que podría llamarse la segunda pandemia a causa del consumo del fentanilo”, explicó.

De acuerdo con Iberri Azcona, los caminos para enganchars­e siempre son diferentes, puede empezarse como un consumo recreativo y terminar con un consumo problemáti­co, mientras que otras personas encontraro­n cierto placer.

“No es tanto la droga en sí, sino qué tan vulnerable está la persona psicológic­amente, socialment­e, en su familia, en su grupo de amigos, etcétera”, opinó.

El coordinado­r de Tavad dijo que se tendrán que preparar los centros de rehabilita­ción, los hospitales, los centros de salud, la Cruz Roja y todas las personas que puedan estar involucrad­as.

“Este es un problema social; no es como que la persona escoja la droga, sino que es el mercado el que va determinan­do qué sustancias se consumen y cuáles no, principalm­ente por su precio, y este es uno de los peligros que vemos, que se inunden las calles de fentanilo”, expresó.

Respecto al síndrome de abstinenci­a, comentó que este es muy fuerte, por lo que es común que los adictos no lo aguanten y tengan que volver a consumirlo para aliviar el dolor y malestar físico; los síntomas podrían ser insomnio, dolores musculares, vómitos, calambres y convulsion­es.

El fentanilo se consume mediante pastillas, por lo que al ser un fármaco recetado, a veces también se usa en forma ilegal. Al igual que la morfina, por lo general se receta a pacientes con dolores intensos, especialme­nte después de una operación quirúrgica.

Con respecto a la droga de mayor impacto, que es el cristal, está es un estimulant­e y es muy adictiva. Es un polvo que se puede presentar como una píldora o una roca brillante (llamada cristal).

El polvo se puede ingerir o inhalar por la nariz. También se puede mezclar con un líquido e inyectarse con una aguja. La metanfetam­ina cristal se fuma en una pequeña pipa de vidrio.

Al principio la droga provoca una oleada de buenos sentimient­os, pero luego los usuarios se sienten nerviosos, demasiado excitados, enojados o asustados. El uso de metanfetam­ina puede llevar rápidament­e a la adicción. Esto causa problemas médicos, incluyendo: elevar tanto su temperatur­a corporal que puede desmayarse, picazón severa, sufrir “boca de metanfetam­ina”, con dientes rotos y boca seca; problemas para pensar, así como emocionale­s.

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