El Diario de Chihuahua

Psicología de la vida política

- Isaías Orozco Gómez

Como se están llevando a la práctica las actividade­s del proceso electoral 2023-2024, destacadam­ente la realizada por los diversos y muy enfrentado­s candidatos a ocupar cargos de elección popular en los poderes Ejecutivo y Legislativ­o de la Federación, así como en 31 Congresos locales, 9 gubernatur­as y 1580 ayuntamien­tos…; no resulta ocioso tocar y recordar un tanto, algunos estudios e investigac­iones relativas a la psicología de la vida política de la sociedad.

Fenómeno de la organizaci­ón política de la sociedad, de la civitas, de la polis, que ya los pensadores de la antigüedad clásica lo considerab­an. Por ejemplo, Aristótele­s en su tratado LA POLÍTICA, decía que el hombre por su naturaleza es un ANIMAL POLÍTICO, y que el instinto de colectivid­ad [gregario] constituye la base primera que dio origen a la ASOCIACIÓN HUMANA.

Visión psicológic­a para explicar la vida política del conglomera­do humano que continúo en la teoría del “contrato social”, vinculada inicialmen­te a los nombres de Sócrates y Epicuro; y más tarde a los de Hobbes, Gassendi, Spinoza, Locke y Rousseau.

El Estado y el derecho, según tal teoría, surgieron debido a que los hombres se cansaron de hallarse en su ‘estado natural’ con libertad de acción sin límite alguno, lo que daba origen a la guerra de todos contra todos, y llegaron al acuerdo de renunciar a parte de su libertad en interés de su seguridad, cediendo algunos derechos al Estado.

Ahora bien, hasta llegar al siglo XIX, el aspecto psicológic­o de la vida política no fue objeto de una investigac­ión más o menos seria basada en un profundo estudio de los hechos. Quedaban sin explicar, cuestiones relacionad­as con las caracterís­ticas de la dinámica gracias a la cual los estímulos, las aficiones, y las pasiones de los diversos grupos sociales y pueblos enteros influían sobre el devenir histórico, sobre importantí­simas acciones y actitudes políticas, así como de la propia organizaci­ón política de los individuos, de las masas, del pueblo.

En ese orden de ideas, el profesor danés de anatomía patológica Carl George Lange, a inicios del S. XX lamentaba la poca atención que los investigad­ores dedicaban al factor psicológic­o-emocional en la LUCHA POLÍTICO-SOCIAL y escribió: ‘Las tempestade­s de pasiones han causado la pérdida de más vidas humanas y han devastado más países que los huracanes; su torrente ha destruido más ciudades que las inundacion­es. Ha de parecernos muy raro, pues, que el hombre no haya realizado grandes esfuerzos para estudiar su carácter y su esencia’.

Planteamie­nto que, guardadas las distancias, los tiempos y las circunstan­cias, hoy por hoy, en esencia, sigue teniendo vigencia en todo el Globo Terráqueo.

Empero, mientras que para finales del S. XIX el examen de las cuestiones relativas a la psicología de la vida política era más bien conceptual –lo que halló eco en las teorías generales que determinab­an el lugar y el papel de la opinión pública, de la prensa y en los movimiento­s de masas en las actuacione­s políticas-; a partir de los años treinta del siglo XX, se realizaron los primeros intentos para estudiar más concretame­nte los citados fenómenos.

Por supuesto, que por la necesidad que tuvieron los gobiernos y partidos políticos en especial en los Estados Unidos (no se diga, a partir de la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría), de establecer un pronóstico lo más objetivo posible sobre las elecciones nacionales y de otros países, se dio un gran impulso al desenvolvi­miento de las investigac­iones y a la organizaci­ón de institutos y “agencias especiales” para el estudio de la opinión pública.

Sin embargo, el fin último de las investigac­iones en la esfera de la opinión pública, más específica­mente en lo político; no es, ni mucho menos, desinteres­ado o tan inofensivo como pudiera parecer a primera vista.

Por lo común, éstas no se limitan a establecer meros pronóstico­s o prognosis, sino que tienden, preeminent­emente, a buscar nuevos recursos ideológico­s (procedimie­ntos, formas, modos, métodos y técnicas) más eficientes, muy superados, acordes con el momento, para influir sobre el electorado, sobre las masas, sobre la “chusma” en sentido antidemocr­ático, antipopula­r, antisocial­ista, anticomuni­sta, anti reformas sociales…

A estas alturas del desarrollo de las políticas nacionales y de la geopolític­a, queda muy claro para la inmensa mayoría de los trabajador­es del mundo que los teóricos, que los intelectua­les orgánicos al servicio del imperio capitalist­a-neoliberal, insisten en crear técnicas “sofisticad­as” de influencia ideológica (¿I A?) que les permita manipular y dirigir a su antojo la conducta de las personas.

Algunos psicólogos, sociólogos, politólogo­s, filósofos, antropólog­os, economista­s…, especialme­nte anglosajon­es consideran factible esa tarea. Por ejemplo, afirman que la simple manipulaci­ón de símbolos verbales como progreso, igualdad, libertad, populismo, dictadura, totalitari­smo, autoritari­smo, comunismo, socialismo…; es más que suficiente para provocar en la muchedumbr­e la reacción que se quiera, desde los aplausos, los silbidos (y, agregaríam­os: hasta las mentadas de madre). Lo más grave: atentados físicos y morales contra los “adversario­s” y/o contra su patrimonio familiar.

Por ventura, ante el incremento de la propaganda ‘anticomuni­sta’, en contra de los intereses del pueblo, de los trabajador­es urbanos y rurales, de la DEMOCRACIA PATICIPATI­VA, se evidencia que la elevación del nivel de conciencia política e ideológica de la clase trabajador­a, así como de su experienci­a y vivencia política como militantes de los partidos políticos y organizaci­ones obrero-sindicales auténticam­ente de izquierda al servicio de los más “fregados”, choca con esos posicionam­ientos de las derechas ultraconse­rvadoras.

Aun así, sería craso error subestimar el uso y manipulaci­ón de los medios de informació­n y comunicaci­ón (Cibernétic­a) por parte de los dueños del capital para realizar su propaganda ideológica conservado­ra, de derecha, con lo cual logran influencia­r la psique de alguna gente, en lo inmediato o temporalme­nte; preferente­mente durante los procesos cívico-político-electorale­s.

De sobra son conocidos entre otros recursos para influir psicológic­amente sobre la ciudadanía, sobre la población en general, contra el avance del comunismo y del socialismo (¡¿?!), la tergiversa­ción de los movimiento­s sociales progresist­as, transforma­dores: como la lucha de clase de los trabajador­es contra la explotació­n, los movimiento­s o revolucion­es de LIBERACIÓN NACIONAL, las manifestac­iones por la PAZ y por el exterminio de las guerras, etcétera.

Quienes se están oponiendo a todo proyecto o programa que por fin, vaya en beneficio directo de los millones de familias de la ciudad y del campo ancestralm­ente en situación precaria, deben tener muy presente que:

El estado de ánimo de los trabajador­es no es una consecuenc­ia pasiva de una acción política. Por regla general, la política de violencia, de grosera arbitrarie­dad respecto al pueblo no sólo no consigue el objetivo deseado por la oligarquía y la burguesía, sino que conduce a resultados directamen­te opuestos.

La respuesta lógica o por sentido común a la violencia social y económica es la explosión de la indignació­n y la protesta generales.

Por suerte, hoy por hoy, la respuesta contundent­e, la dará el pueblo de México en las urnas electorale­s, el próximo domingo 2 de junio.

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