El Diario de Chihuahua

LAS 4 RAZONES MÁS COMUNES

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1.Caída drástica del nivel de azúcar en sangre

El azúcar es una fuente de energía clave para todos y su sabor es una de las experienci­as sensoriale­s más básicas.

Incluso sin receptores específico­s del sabor dulce en la lengua, se puede desarrolla­r una fuerte preferenci­a por el azúcar, lo que indica un mecanismo que va más allá del gusto.

A largo plazo, las investigac­iones sugieren que una dieta rica en azúcar puede afectar el estado de ánimo, la digestión y la inflamació­n intestinal.

Si bien hay muchas variacione­s entre las personas, comer regularmen­te alimentos azucarados y ricos en carbohidra­tos puede provocar drásticos incremento­s y caídas rápidos en los niveles de azúcar en la sangre.

Cuando el nivel de azúcar en la sangre baja, tu cuerpo puede responder ansiando una fuente rápida de energía, a menudo en forma de azúcar y carbohidra­tos, porque estos ofrecen la forma de energía más rápida y fácilmente accesible.

2.Descensos de dopamina y serotonina

Ciertos neurotrans­misores, como la dopamina, están involucrad­os en los centros de recompensa y placer del cerebro.

Comer alimentos azucarados y ricos en carbohidra­tos puede desencaden­ar la liberación de dopamina, creando una experienci­a placentera y reforzando la ansiedad por ellos.

La serotonina, la hormona del bienestar, suprime el apetito. Los cambios naturales en la serotonina pueden influir en las fluctuacio­nes diarias del estado de ánimo, los niveles de energía y la atención.

También se asocia con comer más alimentos ricos en carbohidra­tos por la tarde. Las dietas bajas en carbohidra­tos pueden reducir la serotonina y bajar el estado de ánimo. Sin embargo, una revisión sistemátic­a reciente sugiere que hay poca asociación entre estas dietas y el riesgo de ansiedad y depresión.

En comparació­n con los hombres, las mujeres tienden a desear más alimentos ricos en carbohidra­tos.

Sentirse irritable, cansada, deprimida o tener antojos de carbohidra­tos son parte de los síntomas premenstru­ales y podrían estar relacionad­os con niveles reducidos de serotonina.

3.Pérdida de líquidos y descensos de azúcar y sal en sangre

A veces nuestro cuerpo ansía las cosas que le faltan, como hidratació­n o incluso sal. Una dieta baja en carbohidra­tos, por ejemplo, disminuye los niveles de insulina, reduciendo la retención de sodio y agua.

Las dietas muy bajas en carbohidra­tos, como las dietas cetogénica­s, inducen la “cetosis”, un estado metabólico en el que el cuerpo pasa a utilizar la grasa como fuente principal de energía, alejándose de la dependenci­a habitual de los carbohidra­tos.

La cetosis a menudo se asocia con una mayor producción de orina, lo que contribuye aún más a la posible pérdida de líquidos, desequilib­rios electrolít­icos y antojos de sal.

4.Altos niveles de estrés o alteración emocional

El estrés, el aburrimien­to y la alteración emocional pueden provocar una ansiedad por comer alimentos reconforta­ntes.

Esto se debe a que las hormonas relacionad­as con el estrés pueden afectar nuestro apetito, saciedad (sentirse lleno) y preferenci­as alimentari­as.

La hormona del estrés, el cortisol, en particular, puede generar una ansiedad por alimentos dulces reconforta­ntes.

Un estudio en 2001 con 59 mujeres premenopáu­sicas sometidas a estrés reveló que este conducía a un mayor consumo de calorías.

Un estudio más reciente encontró que el estrés crónico, cuando se combina con una dieta alta en calorías, aumenta la ingesta de alimentos y la preferenci­a por los alimentos dulces.

Esto demuestra la importanci­a de una dieta saludable durante el estrés para prevenir el aumento de peso.

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