El Diario de Chihuahua

QUEREMOS VER A JESÚS

- Mons. Jesús Sanz Montes, ofm

Con motivo de la fiesta principal, por antonomasi­a –la Pascua–, se daban cita en Jerusalén muchos judíos que venían de cerca y de lejos. Era frecuente encontrar en efemérides a gente que, sin haber profesado la fe hebrea, tenían una actitud abierta. Un grupo de esos simpatizan­tes gentiles no judíos, se encuentran con Felipe y le hacen una petición que recoge la secreta demanda de toda la humanidad: queremos ver a Jesús. No sabían bien quién era Él; acaso habían oído cosas y sentían curiosidad. Buscaban el Templo y se encontraro­n con Jesús. A su manera iban a celebrar la Pascua judía, y se encontraro­n con otra Pascua: la del Señor. El hecho es que aquellos hombres que sin ser judíos acuden a Jerusalén, están abiertos a la respuesta adecuada a las preguntas de su corazón: ¿y si esa respuesta era ese tal Jesús?: “Felipe, queremos ver a Jesús”.

Felipe ya había sido “embajador” de su Maestro. Al comienzo de su andadura, después que él se hubo encontrado con Jesús, no pudo por menos que comunicarl­o: “se encuentra Jesús con Felipe y le dice: sígueme... Felipe se encuentra con Natanael y le dice: ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado... ven y lo verás”.

El Evangelio cambia de tono para intercalar un diálogo de Jesús premonitor­io de su propia Pascua. Él habla de la Hora. En el Evangelio de Juan, la Hora no es una precisión temporal, no tiene que ver con la del reloj. La Hora dice la llegada del momento oportuno, salvífico, como si fuese a entrar en la escena el desenlace final con el que el drama llega a su momento más álgido. Jesús habla de su Hora recurriend­o a la metáfora del grano de trigo, que explica plásticame­nte la paradoja de la vida cristiana: caer en tierra, morir, y cuando aparenteme­nte todo está perdido y arruinado, surge allí la vida, con una fecundidad y fuerza inesperada­s e inmerecida­s. Es como un anticipo del propio destino de Jesús: el mucho fruto, el ganar la vida para siempre, tiene un insólito precio como es morir en tierra y dar la vida.

Estamos en el 5º domingo de Cuaresma. Nosotros, después de este camino andado, nos reconocemo­s en la pregunta de los gentiles: queremos ver a Jesús, atraídos por Él, seducidos por su extremado amor. Estamos en la antesala de todo ese drama de amor que recordarem­os en la inminente Semana Santa. Y no solo nosotros, sino también tantos hombres y mujeres de nuestro mundo, desde sus búsquedas y preguntas, quieren ver a Jesús. ¿Seremos como Felipe, que desde la experienci­a del encuentro con el Señor podemos decirles: ven, ved, yo os conduzco hasta Él? (homiletica.org)

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