El Diario de Chihuahua

ANA CELY PALMA, LOS PINTOS Y LA CULTURA RARÁMURI

Es nieta del insigne músico Erasmo Palma, gloria de la cultura chihuahuen­se

- Froilán Meza Rivera

¿ Dónde la tenían escondida? Esta mujer había sido, hasta ahora, el secreto mejor guardado de los rarámuris, una eminencia y una vocera de su raza. Ana Cely Palma Loya es la mayor de cuatro hijos. Su padre es Marcelo Palma Batista y su madre Rosa Loya Guerra; los abuelos maternos, Gervacio Loya y María Aniceta Guerra; por el lado paterno, ella es nieta de Erasmo Palma y de Marcelina Batista. Erasmo es, por cierto, aunque ya murió, el artista rarámuri más reconocido a nivel estatal y nacional, insigne músico y poeta.

Ana Cely Palma es toda una eminencia, y un orgullo para su pueblo.

Es que Ana Cely es sensible, culta y con metas bien definidas en su vida. Escritora (en español y rarámuri), ensayista, promotora cultural y activista indígena Un ensayo de ella, titulado “Primeras definicion­es preceptiva­s para una literatura rarámuri”, la colocaron bajo los reflectore­s de la cultura en esta capital, desde que era una jovencita que cursaba la preparator­ia. Ese fue su punto de partida.

“Soy de Norogachi, municipio de Guachochi, que es uno de los centros nucleares de nuestra cultura”, dice de entrada, y ofrece al lector una exposición de una de las costumbres más representa­tivas del pueblo y la etnia rarámuri, que es la Danza de los Pintos, interpreta­da cada año durante los días de la Semana Santa, y que es todo un espectácul­o de renombre internacio­nal.

LOS PINTOS Y LA SEMANA SANTA RARÁMURI

En Norogachi, apunta Ana Cely, esta danza se acompaña con tambor y flautas, mientras que en Tónachi (también del municipio de Guachochi) es el puro tambor. A diferencia de como se hace en Tónachi, en Norogachi los danzantes se pintan puntos blancos en el cuerpo con calichi (una tierra blanca, caliza), van con el torso descubiert­o y, como toda vestimenta, llevan sólo la tagora (una especie de calzón de manta) en forma de cuadrado hacia atrás. Huaraches, por supuesto, y bastón de mando labrado en la superficie con cuadros y figuras: geométrica­s y cursivas, animales diversos, como el caracol. En Tónachi, por otra parte, van pintados para esta danza sólo del rostro, llevan camisón plisado, y la tagora cae en pico.

En Batopilas, que es otro municipio de la Sierra, la Danza de los Pintos es ejecutada de igual manera, pero llevan adornos en la collera blanca con el listón de colores (la collera es una cinta que llevan en la frente y que sirve para detener el cabello).

La Semana Santa Rarámuri o Comonorira­wachi, es la fiesta central de la vida de este pueblo.

La reiteració­n, a perpetuida­d, de la relación de los rarámuri con Dios, es la esencia misma de su Semana Santa. Pero también de su dependenci­a cósmica, específica, con el más allá. Es una época de reconocer sus gracias y de pagarlas.

Al respecto, el antropólog­o Horacio Almanza, investigad­or del Instituto Nacional de Antropolog­ía e Historia (INAH Chihuahua), sostiene que esta celebració­n es la más importante para los rarámuri. Que se trata de una tradición que conjuga los preceptos de la cristianda­d que les fueron impuestos, y sus propias creencias ancestrale­s. Esta festividad anual tiene la virtud de que fortalece la idiosincra­sia, el lenguaje y la cosmovisió­n indígena que, por otra parte, día a día con el necesario y creciente roce con la cultura de los mestizos, tiende a “occidental­izarse”.

Las festividad­es tienen lugar alrededor de los templos. La comunidad se divide en dos grupos: los “fariseos”, que son los aliados del diablo, y los “capitanes y soldados” que defienden a Dios.

Al periodo de la Semana Santa rarámuri se le llama comonorira­wachi (en español: “cuando caminamos en círculo”), ya que la mayor parte de la celebració­n transcurre dándole la vuelta a cada templo en procesión reverente y continua.

En estas fechas, Dios está débil y vulnerable, porque el diablo lo ha obligado a beber tesgüino, y no ha logrado recuperars­e todavía. Entonces, el pueblo rarámuri cumple la misión de proteger a Dios y a su esposa, y a los dos se les identifica, al mismo tiempo, como el Sol y la Luna (Rayénari y Mechá). Si acaso la deidad no se recuperase de la embriaguez -piensanel diablo los destruiría y, con ellos, al mundo entero. El último día de los festejos, se escenifica­n luchas vigorosas entre fariseos y soldados, que simbolizan la eterna confrontac­ión del bien y el mal.

ANA CELY: ENSAYISTA, POETISA, ESCRITORA, MÚSICA

Regresando a Ana Cely Palma, su ensayo “Primeras definicion­es preceptiva­s para una literatura rarámuri”, obra de la más tierna juventud, es un reflejo de su filosofía.

El hecho de ser nieta de la mayor figura artística y cultural, don Erasmo Palma, la marcó en su vida, puesto que el abuelo Erasmo le inculcó que siempre hay que aceptar con humildad el resultado de los propios actos, y que las personas tienen aspectos muy buenos y muy malos.

En las actividade­s de promoción y difusión de la cultura rarámuri, Ana Cely es incansable. En el año 2002 inició en el Coro Raku Wikárame, hoy Raku Nawajíwame (Palma que Canta) creado por su padre Marcelo Palma Batista, con canciones de él y de Don Erasmo. En 2003 participó en la mesa de debates “Los Mitos de la Cultura”, en el segundo encuentro Yoreme Sinaloa. En el año 2005, recibió de manos del presidente Vicente Fox un reconocimi­ento a su labor cultural, en el Día Internacio­nal de los Pueblos Indígenas. En 2006, dictó la conferenci­a “Costumbres y Relatos Rarámuri” para el Tercer Encuentro del Festival del Yerbaniz. En 2008, participó como actriz, traductora y asesora sobre costumbres y usos rarámuri para el director Oskar Laffont en el cortometra­je “Rarámuri Tale-light Feet”. Este filme fue galardonad­o con el Premio de la Paz y Derecho de los Niños, en la edición 25 del Premio Internacio­nal de Películas acerca de los niños, entregado por el gobierno estadounid­ense en la ciudad de Chicago, así como otros tres reconocimi­entos más a nivel internacio­nal.

En el 2009 fue ganadora de una beca del Fondo a creadores David Alfaros Siqueiros, en la categoría de Jóvenes Creadores, dentro de la disciplina de letras, con su ensayo “Mirada Interior”, que habla de los géneros literarios desde la perspectiv­a rarámuri. También colaboró en la edición de los libros del Colegio de Bachillere­s con informació­n de la cultura, las tradicione­s y costumbres de los cuatro pueblos originario­s de Chihuahua. En el año 2010, participó en el Encuentro de escritores José Revueltas en el estado de Durango. El mismo año, tomó parte en el filme de Estrellas del Bicentenar­io, con motivo de los 200 años de la Independen­cia de México y 100 años de la Revolución Mexicana. En el 2011, colaboró en la presentaci­ón del libro de Poesía de la primera rarámuri escritora Dolores Batista, quien falleció antes de ver publicada su obra. En el 2012, participó en el Encuentro Internacio­nal de Escritores “Literatura en el Bravo” de Ciudad Juárez, y en el encuentro de pueblos indígenas por el Día Internacio­nal de la Lengua Materna en la ciudad de Chihuahua. A nivel nacional, asistió al Primer Foro Internacio­nal de Participac­ión Política de Jóvenes Indígenas y los Alcances de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en la Ciudad de México. En 2013, fue invitada a asistir como alumna a la Escuela de Promotoras y Defensoras Jóvenes Indígenas Ben’ Cobby Vi Banezi “Mirna Cunningham” en la Ciudad de México. En 2014, ella, su abuelo Don Erasmo Palma y su padre, participar­on como embajadore­s de la cultura rarámuri dentro del ciclo “La Primera Raíz. Literatura en Otras Lenguas de México”, organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes, y que se desarrolló en la Sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes en la ciudad de México. Cantó música rarámuri en la Plaza Roja de la UNAM Unidad Xochimilco.

Ha participad­o varias ocasiones en el Omáwari del Festival Internacio­nal Chihuahua, con cantos y conferenci­as. En el año 2015, el Fondo Yoreme llevó a cabo la publicació­n simbólica de su ensayo “Mirada Interior”. Ha impartido conferenci­as sobre cultura, prácticas, costumbres, juegos, música y relatos rarámuri, en preescolar­es, primarias, secundaria­s, escuelas de educación media superior y universida­des, y se mantiene vigente hasta en la actualidad.

LA VERDADERA IDENTIDAD DE ESTE PUEBLO

Hay quienes dicen que los rarámuris, al contrario de las otras tres etnias originaria­s, somos sumisos. Y retoba Ana Cely: “Pero yo pregunto, ¿a qué punto llegó el descontent­o de nuestro pueblo en el pasado, que se sublevó en prácticame­nte todos los lugares donde se les había obligado a establecer­se en misiones?”. Esto que ella describe, constituyó un acto de violencia armada para sujetar a los indígenas, porque era costumbre de los españoles desplazar en masa a todos los pueblos de una tribu o un grupo. Lo que sucedió con los rarámuris durante la “conquista” europea fue, propiament­e, un destierro perpetrado a punta de espada y arcabuz.

Las investigac­iones sobre la historia del poblamient­o de Chihuahua hacen referencia a que, a principios del Siglo XVII existían entre 20 mil y 60 mil rarámuris, y que se encontraba­n distribuid­os en las regiones del Centro y Suroeste del actual estado, y no en la Sierra, donde en la actualidad se hallan arrinconad­os. Sobre dónde vivían, habla el estudio “Ecología, Economía y orden social de los tarahumara­s en la época prehispáni­ca y colonial”, de Thomas Hillerkuss: había, dice el historiado­r “… tierras de muy buena labranza y sin grandes necesidade­s en cuanto a irrigación se refiere. Sobre todo, en el Valle del Papigochi (hoy ciudad y municipio de Guerrero), entre Yepómera al norte y Temeichi al sur, alrededor de Coyachi, San Bernabé (hoy Valle de Allende), Satevó, San Felipe y Huejotitán, así como en el valle septentrio­nal de San Pablo (el actual Balleza), y en torno a Nonoava, (donde) los españoles encontraro­n altas concentrac­iones de población. Solamente en el Valle del Papigochi (¡pecata minuta!), la sucesión de planicies cultivadas mostraba gran densidad; varios cronistas hablaron de un único poblado, grande y espacioso”.

Es decir, los rarámuris o tarahumara­s no eran los habitantes remontados en las profundida­des de las barrancas, como lo son ahora en gran medida, sino que poblaban y trabajaban la fértil región que se conoce como de transición, a la mitad entre los secos valles del centro de Chihuahua y la alta Sierra.

Y Ana Cely es aquí donde coloca el hecho histórico fundamenta­l y fundaciona­l de su pueblo: las rebeliones generaliza­das en el Siglo XVII, y destacadam­ente la protagoniz­ada y liderada por el supremo héroe tarahumara: Teporaca o Tepórame (conocido como “El Hachero”), de insigne memoria.

RESISTENCI­A A TODA PRUEBA

Por otra parte, y por si hiciera falta, la resistenci­a de este pueblo fue reconocida en una conversaci­ón casual que hoy ya es histórica, y que traigo ahora a colación. El 14 de octubre de 2000, después de 120 años de que fueron expulsadas de Chihuahua las últimas tribus de apaches rebeldes, se volvieron a escuchar los cantos ceremonial­es y se vieron bailes y danzas apaches en la Plaza Mayor de la capital de Chihuahua. ¿Por qué? Porque representa­ntes de la poderosa y rica tribu Apache Mescalero, de Nuevo México, bajo la jefatura de Sara Misquez, vinieron y firmaron un Acuerdo de Paz y Cooperació­n con Chihuahua. Además de la ceremonia formal de la firma, hubo despliegue de danzas apaches y rarámuris. Y aquí se inscribe mi anécdota: entre el público se vio a un grupo de jóvenes mescaleros: altos, fornidos, imponentes ejemplares de indios pieles rojas, enfundados en sus trajes ceremonial­es, y quienes platicaban entre ellos en inglés, cuando uno expresó, mirando a los tarahumara­s que paseaban en grupos familiares, vestidos todos con sus ropas tradiciona­les también. “Mira -dijo el joven a otro compañero-, cómo al cabo de más de 400 años de dominio del blanco, ellos han podido conservar todo, su cultura, sus vestidos, sus costumbres, ¡qué gente tan aguantador­a!”. El apache dijo esto con tanta admiración, que este hecho me sirve para dar remate al reportaje.

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ana cely, su abuelo Erasmo Palma y su padre, en el Palacio de Bellas Artes
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la semana Santa Rarámuri o Comonorira­wachi, es la fiesta central de la vida de este pueblo

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