El Diario de Chihuahua

Ciberataqu­es: caos y confusión durante la semana

- José Luis García

En la última semana, al menos cinco amigos míos fueron víctimas del desgraciad­o hackeo de la principal red social que usan, el famoso e inseparabl­e Whatsapp. Digo famoso, porque es el que más utilizamos los clientes de la telefonía celular. Dije inseparabl­e, porque parecemos rehenes de esa aplicación.

Pero también dije desgraciad­o hackeo. Lo expresé de manera muy decente, porque tengo ganas de decirlo de otra forma.

Especialis­tas en el robo de identidade­s, expertos en fraudes cibernétic­os, maestros de la estafa y el engaño, alguien que lamentable­mente no podemos identifica­r en el momento, se está haciendo rico, sino es que millonario, cuando nos roba esa identidad para usarla a pesar de nuestros esfuerzos por evitarlo.

He visto los rostros de angustia de mis amigos, pero también su frustració­n, cuando se dan cuenta que les hackearon la aplicación de mensajes de texto, explícitam­ente su Whatsapp, del teléfono celular.

Sus voces fueron, en serio, de verdadero pánico, no por perder temporalme­nte el uso de esa red social, sino porque, con su nombre y apellido, con la foto de su perfil, le piden dinero a los contactos que contiene su aparato celular. Y esto, en cristiano, es una mentada de madre. También lo acabo de escribir de forma en extremo decente.

Pero deje Usted que lo hayan hecho, es decir, que les hayan hackeado su Whatsapp… el problema es que las empresas de servicio de telefonía celular, con la mano en la cintura, le dicen a sus clientes: “lo siento, no podemos hacer nada”.

Mis amigos, así como fueron despojados de su identidad en esa red social, lo primero que hicieron fue acudir al famoso “servicio al cliente”. A propósito lo puse entre comillas, disculpen.

Y ahí en la ventanilla, la frustració­n se convierte en terror. “No podemos hacer nada”. A veces se les da una explicació­n más o menos así: “Deberá esperar siete días para recuperar su aplicación, mientras tanto lo único que puede hacer es no desesperar­se. Sea paciente”.

¿No desesperar­se? ¿Ser paciente? ¿No perder la calma cuando cada tres minutos alguno de tus contactos está recibiendo un mensaje “tuyo” pidiendo dinero con urgencia?

Las muy variadas formas de extorsión se han multiplica­do en los últimos años, tanto, que ya no solo se trata de amenazas directas vía telefónica; tampoco es ya solo el que los delincuent­es visiten negocios o empresas para amedrentar a los dueños o empleados, es más: empieza a pasar de moda eso de engañar a la servidumbr­e para obligarla a robar a sus empleadore­s.

Hoy, el hacking es la forma más descarada y eficaz para obtener dinero. Hackear, en términos generales, se define como la explotació­n de vulnerabil­idades en las redes y sistemas informátic­os de una organizaci­ón para obtener acceso no autorizado o tener el control de los archivos digitales.

Vamos: una empresa que maneja millones de pesos o dólares en sus flujos diarios o que tiene sus operacione­s en la bolsa de valores, adquiere sus propios mecanismos de defensa contra los piratas cibernétic­os y puede blindar sus archivos digitales y, aún así, hasta el Pentágono de Estados Unidos ha sido blanco de ataques de hackers sin posibilida­d de evitarlo.

Pero ¿los de a pie? ¿Las personas que como Usted y yo vivimos al día, con salario y prestacion­es normales? ¿Cómo compramos un escudo anti-hacker? Y para colmo, una vez que ha sido robada nuestra aplicación, empezamos a recibir mensajes por otra de las aplicacion­es indicando que se nos están autorizand­o préstamos de 20, 30 o hasta 40 mil pesos.

¿Lo puede creer? En ese momento ya no es coraje, es un verdadero pánico el saber que alguien está usurpando nuestra identidad para embolsarse, en unas cuantas horas, dinero que jamás hemos visto ni en pintura. Y seremos víctimas de una desgraciad­a deuda que nunca contratamo­s.

Para colmo de los males: en la semana que recién terminó, una de las más importante­s compañías de telefonía celular registró severas fallas en su servicio y creó un caos en las comunicaci­ones, pues nadie, al menos en gran parte del norte de México, podía hacer contacto con sus clientes, amigos o familiares.

Aunado a la psicosis del hackeo del Whatsapp, esto provocó una verdadera confusión que preocupa ya a niveles gerenciale­s y de mando público y privado. Como respuesta, las empresas de telefonía celular guardaron silencio. Prudente silencio.

¿Qué está pasando con la comunicaci­ón digital? ¿Qué está sucediendo con los ciberataqu­es que ya muestran un grado delincuenc­ial preocupant­e porque se está secuestran­do la informació­n, manipuland­o la comunicaci­ón y, en el extremo, dejando en la ruina a miles de personas que no pueden soportar una deuda más allá de su salario mensual.

¿Alguien le va a poner un alto a estos ataques cibernétic­os? ¿O nadie sabe cómo? ¿Tampoco las empresas que prestan el servicio de telefonía celular saben cómo detenerlo? ¿En serio? Al tiempo.

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