Me hackearon…
Ciudad Juárez.- El espacio virtual donde compartimos pensamientos o ideas, emociones, datos, imágenes, recuerdos incluso, es tan privado o tan abierto como un simple “click” pueda determinar. Me refiero a ese espacio que adquirimos a través de cuentas de correo, perfiles de identificación en las redes sociales con cuentas personales de opinión o de autopromoción. Es increíble la cantidad de información que podemos dejar al descubierto desde un dispositivo que parece personal y hasta cierto punto íntimo. Lo cierto es que cada día existe mayor vulnerabilidad a ser suplantado, defraudado e incluso lo que ahora llamamos "hackeado”, es decir, esa intrusión no permitida para explotar sistemas informáticos. Todos parecemos inmunes a algún atentado, hasta que nos sucede o a alguien cercano y lo hemos vuelto un cotidiano, hasta cierto punto normalizado, pero no olvidemos que pueden llegar a constituir incluso delitos.
Existen mecanismos de prevención, y también de denuncia, pero la realidad es que ante tan constantes ataques de seguridad a nuestra información, estos elementos no son suficientes ni garantizan que los daños sean resarcidos o que no vuelvan a ocurrir. Estamos pues ante enemigos que tal vez nunca podamos ver, que lanzan sus redes para cachar como a los peces, víctimas de una mentira, para obtener información o por supuesto dinero.
¿En qué momento nos volvimos tan susceptibles a esta delincuencia organizada? Porque es claro que los métodos, el modus operandi comparte elementos en común. Se hacen desde cuentas falsas, poco rastreables, de números telefónicos con ladas extranjeras, desde el anonimato. Solo imaginamos lugares con pantallas enlazadas a una red, con muchas personas marcando números, enviando mensajes, pero tal vez se traten de personas con espacios confinados, haciendo todo esto desde su propio teléfono celular. Y tal vez dentro de nuestro círculo local.
Conocer nuestras ubicaciones, vivencias, horarios y actividades es el alimento para crear historias de fraude y si revisamos las solicitudes de amistad que nos llegan, estarán plagadas de personas que difícilmente parecen reales o cercanas. Llamadas de números conocidos como spam son interminables. En este preciso momento incluso no tendríamos la certeza de que alguien esté accediendo a nuestros datos o cuentas personales.
Motivos para cometer estas transgresiones son múltiples: espionaje, o lo llamado “stalkeo”, intentos de fraude, robo o suplantar identidad, robo de información entre otros. Pero, ¿cómo hacer que el sistema judicial y los propios gobernantes vean en estos delitos una necesidad de la ciudadanía? Si aún no tenemos una estadística confiable, registro de estas incidencias, pues hablamos de miles de usuarios de redes sociales en Ciudad Juárez, que utilizan dispositivos electrónicos de comunicación personal a cada segundo.
Hablamos de juarenses menores de edad y mujeres que pueden ser víctimas de acoso, o de trata de personas. Hablamos de personas económicamente activas, víctimas de estafas, extorsiones, entre otras afectaciones sociales, económicas y de la seguridad que pueden surgir. Y de los cientos o miles de migrantes que llegan a esta ciudad, y cuyas familias son presa fácil de extorsión telefónica, ante la incertidumbre de tenerlos tan lejos.
También hablamos de gastos económicos por dispositivos más seguros, aplicaciones de seguridad, antivirus, etc.
La gran mayoría de estos eventos no se conoce, pudiéramos hablar de algunos cientos de denuncias que es una baja proporción de los miles que se presentan, o los que se intentan cometer, poca cultura de establecer estas denuncias ante la Unidad de Policía Cibernética, o en la Fiscalía Zona Norte.
Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional De Seguridad Publica en la primera mitad de 2023, se denunciaron formalmente poco más de 800 casos y solamente un caso por extorsión. Casos que son llevados por la Unidad Especializada en Delitos de Peligro contra la Paz y Seguridad de las Personas. Lo cierto es que la expectativa de sentirse seguro después de una denuncia no es alta, se toman algunas medidas, y se entiende por la naturaleza del delito que es poco factible reconocer delincuentes, pero sería muy bueno conocer resultados de investigaciones o saber que se ha podido detener a algún grupo criminal en esta área.
No compartir claves de acceso, restringir contenido, no aceptar solicitudes dudosas o no verificadas son algunas de las medidas cautelares, especial precaución con los datos o imágenes de menores de edad. Seguiremos esperando que pronto se ponga en las agendas de interés público, el contar con acceso a mejores candados de seguridad en el manejo de nuestra información.
Lo único cierto es que nos hemos adentrado a una realidad alterna, de convivencia virtual a veces de mayor tiempo que la misma convivencia física, donde no sabemos a ciencia cierta cómo estamos existiendo, como nos mostramos y si estamos seguros al hacer uso de ella. De un posible “hackeo”, nadie que tenga acceso a red se salva, protejamos nuestra información y siempre cuestionemos los mensajes recibidos. ¡Cuidémonos todos!
Lo único cierto es que nos hemos adentrado a una realidad alterna, de convivencia virtual a veces de mayor tiempo que la misma convivencia física..."