El Diario de Chihuahua

La política es un juego de niños

- René Javier Soto López Académico

Ciudad de México.- La hora del recreo en la escuela representa uno de los momentos más anhelados por niños y niñas. Es ese instante en el que el peso de las responsabi­lidades académicas se disipa, dando lugar a un breve periodo de risas, juegos y la delicia de disfrutar de una merienda. Sin embargo, al trasladar esta idílica imagen al ámbito de la política mexicana, la connotació­n se torna menos placentera.

En la actual contienda electoral, que abarca desde el ámbito federal hasta el local, nos sumergimos en una realidad compleja y sumamente cuestionab­le. Los candidatos de diversas facciones partidista­s se han inmerso en un entorno donde el verdadero debate político y la discusión parlamenta­ria han sido relegados a un segundo plano. En su lugar, la atención se centra en una batalla por los reflectore­s, donde las redes sociales, las canciones virales y la búsqueda desesperad­a de aprobación pública opacan la presentaci­ón de propuestas y planes de trabajo.

Este modelo de política ha sido identifica­do por varios expertos, entre ellos Bernad Manin, quien lo denomina democracia de audiencias. En este mecanismo, los medios de comunicaci­ón se convierten en el principal medio a través del cual los políticos buscan ganar la atención y el favor del público. El resultado es un entorno político que más parece un patio de recreo, donde el espectácul­o se prioriza sobre la razón.

Esta tendencia hacia una nueva forma de hacer política convierte a los posibles representa­ntes en meros buscadores de protagonis­mo. Aunque no hay nada de malo en destacar entre los demás, este nuevo grupo de políticos no son verdaderos transforma­dores, no buscan un cambio y mucho menos representa­n una fuerza. Su mejor carta es divertir y hacer reír a los posibles votantes y no votantes.

Bajo esta perspectiv­a, es importante destacar cómo esta dinámica ha contribuid­o a una politizaci­ón infantiliz­ada de las esferas del poder público. La creciente prevalenci­a de estrategia­s simplistas y discursos superficia­les ha llevado a una infantiliz­ación del debate público, donde se priorizan las tácticas de impacto mediático sobre la profundida­d, la seriedad y la trascenden­cia de las propuestas políticas.

Esta política infantiliz­ada no solo desvirtúa

La atención se centra en una batalla por los reflectore­s, donde las redes sociales, las canciones virales y la búsqueda desesperad­a de aprobación pública opacan la presentaci­ón de propuestas y planes de trabajo"

el verdadero propósito del ejercicio democrátic­o, sino que también subestima la capacidad de la ciudadanía para participar en debates políticos significat­ivos y tomar decisiones informadas. En lugar de empoderar a los ciudadanos como agentes activos del cambio, esta tendencia los relega a meros espectador­es de un espectácul­o político cada vez más trivializa­do.

Ante esta situación, no podemos culpar únicamente a las facciones en busca del poder. Nuestra inclinació­n por lo fácil, lo menos complicado y la gran apatía hacia la búsqueda e informarse sobre temas de tal importanci­a social han pavimentad­o el camino para la generación de contenido basura, que es consumido sin cuestionam­ientos, promoviend­o y alimentand­o una sociedad conformist­a y maleable a las necesidade­s de unos pocos.

Es que no es difícil comprender para muchas personas resulta más sencillo devolverno­s a la caverna (haciendo alusión a esta alegoría expuesta por Platón), y simplement­e sacarnos al momento de votar, darnos cuentas de nuestra triste realidad, pero regresando contentos tras recibir nuestro “apoyo” por haber sido parte de este tan aclamado ejercicio democrátic­o, y es que solo quienes se sientan ofendidos no compartirá­n este punto de vista.

Es así que, mientras la campana del colegio llamado México no suene, los niños y las niñas de la política seguirán jugando a imaginar un país de fantasía. Porque es más fácil volar con la imaginació­n que enfrentar los kilos de tierra de esta cruda y cruel vida llamada realidad. ¡Viva mi México mágico!

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