REFLEXIÓN DE LA PALABRA
Primera Lectura.- Haré una alianza nueva y no recordaré sus pecados (Jeremías 31,3134)
Segunda Lectura.- Aprendió a obedecer y se ha convertido en autor de salvación eterna (Hebreos 5,7- 9)
Evangelio.- Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto (Juan 12,20-33) Oh Dios, crea en mí un corazón puro. (Salmo 50)
1. Una solución radical. El trayecto largo, y tantas veces dolorido, del Antiguo Testamento deja una cosa en claro: el problema del mal en la raza humana requiere de soluciones radicales. Aunque "radical" no debe significar "violento", sino simplemente lo que indica su etimología: directo a la raíz.
Uno puede creer que el hombre va a ser mejor con nuevas leyes, mejores estudios, mayores ingresos, más amplias formas de expresión, mucha o menor libertad... ¡cuántos experimentos se han hecho, por vía de dureza o de "laissez-faire", para comprobar que "hecha ley, hecha la trampa"! Se le ha hecho de todo al ser humano: torturarlo, perseguirlo, mimarlo, atiborrarlo de cosas, embriagarlo de placeres, y al final descubrimos que hay una hierba mala que resiste todos los climas y culturas.
Necesitamos algo distinto y eso es lo que muestra la primera lectura: directo a la raíz; directo al corazón. La ley de Moisés, expresión sapiente pero insuficiente, debe alcanzar "plenitud": no escrita ya en tablas de piedra sino en los corazones. El "corazón", sede de los pensamientos, decisiones y afectos más profundos, según la Biblia, es el verdadero baluarte en que ha de entrar como Rey el Señor, si de veras queremos sanear radicalmente el problema del mal.
2. La pasión "interior" que vivió Cristo. Este es el último domingo antes de la Semana Santa. Es preciso prepararnos con mayor atención y estar despiertos con mayor amor a los misterios que verán nuestros ojos, y las palabras que bendecirán nuestro corazón, dándole salud y conversión. Y a ese propósito nos ayuda la segunda lectura: es como un vistazo al misterio "interior" de Cristo, allí donde su corazón experimentó dolor y miedo, y a la vez, amor y obediencia.
Bien podemos decir que es la parte de la Pasión que más nos interesa, porque es allí donde también palpita el drama de nuestras propias cobardías frente al poder, violento o seductor, del mal. La pasión "externa", la de los azotes, clavos y cruz, la conocemos; pero ¿hemos contemplado con igual o mejor amor esta "pasión interior" de nuestro Redentor?
3. "Queremos ver a Jesús".
Y ya que hoy hablamos así del corazón y sus misterios, reconozcamos en la súplica de aquellos griegos el anhelo más hondo de nuestro propio corazón. Si hacemos silencio, si por un instante nos apartamos de la tiranía del consumo y de las solicitaciones del bienestar oiremos que el alma nuestra, en su fondo más íntimo susurra: "¡quiero ver a Jesús!" Y el corazón del Padre se deja oír, mostrando que en ese Hijo Adorado y Adorable está todo el esplendor del universo.
Y el Hijo mismo nos habla y señala con mano firme, aunque agobiada de dolor, en dónde es posible verle y reconocerle: "cuando yo sea levantado atraeré a todos hacia mí..." Es allí en la Cruz donde se devela el misterio inagotable de un amor que no se acaba.
Es allí, en la Cruz de Amores, donde un grito de gracia ha quedado vivo y patente para ser escuchado "en el cielo, en la tierra, en el abismo". Es allí donde nuestro corazón hallará su descanso y encontrará por fin saciedad para su súplica más honda y entrañable.