MENSAJE DOMINICAL
Morir para vivir Hace un año ya que vivimos “el tiempo de la pandemia”, que nos ha modificado nuestros horarios, nuestras preocupaciones y nuestro estilo de vida. “Alguien me decía que hemos vuelto a vivir en las manos de Dios y no en nuestros caprichos”.
Jesús vive la hora de Dios: hora de entrega, hora de glorificación, hora de amor. Sabe lo que significa aceptar la voluntad del Padre a pesar del dolor. Y no es que Dios Padre sea un dios vengador que busque el sufrimiento de sus hijos, como alguien nos lo ha querido hacer creer, sobre todo en estos días, como si necesitara sangre, dolor y muerte para perdonar nuestros pecados.
Pero Cristo no es un mesías de poder, de guerra y venganza, sino el Mesías de la entrega, del amor y del perdón. Es humano sentir miedo ante el dolor y ante la muerte y Jesús pasa por esta experiencia, de ahí su expresión, “Ahora que tengo miedo”, nos manifiesta su angustia que lo hace exclamar su petición al Padre: “Padre, líbrame de esta hora”, que le pidió “a gritos y con lágrimas”.
Pero supera su temor por la fuerza que le da el Padre y por su decisión de amar hasta el extremo. Sabe que sólo así podrá ser juzgado y arrojado el príncipe de este mundo. Su “hora” es hora de Dios, para esta hora ha venido. Es el momento del Padre que Jesús hace suyo y hacia esta hora dirige toda su actividad. El significado de su hora, no es sólo de la muerte, sino también de su gloria y su triunfo.
Ahí, en ese hecho que parece sólo un fracaso, se manifiesta la gloria de este Hombre, y, a través de Él, la gloria del Padre. Jesús hace coincidir su hora con la hora del Padre. ¡Qué dificultad para organizar y priorizar nuestro tiempo! Dividimos nuestra vida absurdamente y nos escudamos pensando que hay momentos oportunos para vivir en el horizonte de Dios y de su plan, y otros para darnos “gusto” viviendo al estilo del mundo.
Hoy nos enseña Jesús que cada momento es un momento especial de gracia y que hay que vivirlo a plenitud, llenarlo todo con nuestro trabajo, nuestra entrega y nuestro corazón. No se pueden dejar “tiempos perdidos”, vacíos y huecos. Con un dinamismo de entrega total vivamos nuestra hora, aceptando el camino de la pasión para defender y dar la vida como lo hizo Jesús.
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Amén.
+ Enrique Díaz Díaz
Obispo de Irapuato