HABLEMOS DE LO QUE NO SE HABLA.
Tenemos exactamente un año en confinamiento momentáneo supuestamente, hasta convertirse en 365 días. El tiempo se fue alargando y las horas se hicieron más largas y complicadas para muchas personas, mascotas y empresas. El modo de interactuar socialmente cambió abruptamente, las compras se volvieron meramente necesarias, las empresas tuvieron que adaptarse o morir, las escuelas tuvieron que seguir el mismo patrón en un camino que estaba totalmente virgen.
Durante este tiempo la sociedad entera empezó a sentir los efectos de la falta de interacción.
Mientras que muchas personas se volvían dementes otras aprovecharon la oportunidad e iniciaron con emprendimientos, que ayudaron a que este confinamiento fuera menos agresivo en sus vidas y en sus bolsillos. Surgieron movimientos de mujeres y hombres que hacen de sus negocios un estilo de vida vendiendo sus productos y servicios vía online, ya no usando tiendas o páginas formales sino usando solo las redes sociales como Facebook, Instagram y Tik Tok.
Durante este confinamiento sanitario no solo el Covid-19 ha sido nuestro enemigo número uno, también han aparecido otro tipo de amenazas bastante serias y en cierta manera estigmatizadas por una sociedad de apariencias. La ansiedad, la depresión y estrés excesivo. Según estudios de King’s College de Londres los efectos más adversos son el miedo a quedarse sin lo básico y esto sucede tanto en niños, adolescentes como adultos. Por desgracia en nuestro país hablar de ansiedad o depresión es símbolo de debilidad o poco carácter, pero tenemos que estar atentos a las señales que presentan nuestros familiares, en especial los más pequeños e incluso los adolescentes, ya que en ellos se representan en ataques de pánico excesivos, miedo incontrolable a la muerte, modificación del patrón del sueño y desconfianza a interactuar socialmente en un medio ambiente abierto.
En nuestra sociedad tenemos que aprender a hablar abiertamente de estas situaciones que no nos hacen menos capaces por enfrentarlas, sino por el contrario nos crean más empáticos a las situaciones que se dan con otras personas que pasan por situaciones similares. En el amplio mundo de los servicios que se encuentran a nuestro alcance en las redes sociales se puede encontrar ayuda psicológica y talleres de cómo manejar situaciones como estas, pero sin llegar a caer en las redes del coaching, que es de los nuevos pantanos que surgieron durante este año y no porque sean trend significa que sean buenos.
Hablemos abiertamente de que nos duele el alma, que tenemos miedo, que sufrimos ataques de ansiedad y que tenemos demasiado estrés por un futuro totalmente incierto y adverso, pero sobre todo desconocido. Se vale decir -estoy triste- o -tengo miedo-. Avancemos como sociedad, que sí se puede conquistar el mundo y tener miedo al mismo tiempo.
Edna Mendoza