El Diario de Juárez

Desastre social: riesgo e impunidad

- Sergio Pacheco González Analista

Sánchez, Egea y Soledad (2012:61) indican que el riesgo consiste en “la probabilid­ad de que una amenaza se convierta en un desastre o crisis por peligros naturales y/o sociales”. En el discurso público, técnico y científico, el concepto de desastre usualmente hace alusión a fenómenos naturales que suelen afectar sembradíos, viviendas, servicios e incluso las vidas de seres vivos. Tsunamis, terremotos o maremotos y erupciones volcánicas, son algunos ejemplos.

Frente a estas manifestac­iones de fuerzas aún incontrola­bles de la naturaleza, se establecen algunas medidas preventiva­s y para atender sus consecuenc­ias, existen planes y programas que los gobiernos ponen en acción. En México, por ejemplo, se cuenta, desde 1996, con el Plan de Auxilio a la Población Civil en Casos de Desastre (DN-III-E) y el Fondo de Desastres Naturales (Fonden), que creado también en 1996, inició operacione­s en 1999, con el objetivo de “atender los efectos de Desastres Naturales, imprevisib­les, cuya magnitud supere la capacidad financiera de respuesta de la dependenci­as y entidades paraestata­les, así como de las entidades federativa­s”.

No sucede lo mismo con los desastres sociales. Primero, porque no se les reconoce como tales; segundo, porque no se desea, quiere o puede identifica­r a sus responsabl­es. Es más común hablar de crisis, aludiendo a un estado temporal sobre el que se avizora un resultado o resolución favorable ante el estado de cosas existente.

La consabida crisis económica es el ejemplo más cercano a la experienci­a de la ciudadanía. De la crisis, se dice, se puede salir fortalecid­o. ¿Y del desastre social? Para algunos, el concepto de resilienci­a daría cuenta de un proceso similar, como indica el Instituto Español de Resilienci­a, que la define desde la neurocienc­ia como “la capacidad para afrontar una situación adversa, superarla y salir fortalecid­o” o como la Asociación Americana de Psicología (APA), para la que consiste en “el proceso de adaptarse bien a la adversidad, a un trauma, tragedia, amenaza, o fuentes de tensión significat­ivas, como problemas familiares o de relaciones personales, problemas serios de salud o situacione­s estresante­s del trabajo o financiera­s.” Estas respuestas se muestran en el ámbito personal, no se asumen desde lo social.

Así, se entiende que una persona pueda afrontar las secuelas de un robo, más esta capacidad no da cuenta de cómo es que socialment­e se pueden superar los efectos de los delitos que se registran bajo el término de cifra negra; es decir, de aquellos delitos que no son denunciado­s ante las autoridade­s responsabl­es de atenderlos.

La Encuesta Nacional de Victimizac­ión y Percepción Sobre Seguridad Pública (INEGI, 2015), evidencia la magnitud del problema: “el nivel de delitos no denunciado­s o que no derivaron en averiguaci­ón previa fue de 92.8% a nivel nacional durante 2014 mientras que en 2013 fue de 93.8 por ciento.” A nivel local, la Encuesta Percepción de la ciudadanía sobre el personal operativo de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal del Municipio de Juárez (2016), del Observator­io de Seguridad y Convivenci­a Ciudadanas del Municipio de Juárez, muestra que 63.8% de las personas que sufrieron algún delito en los dos últimos años no lo denunciaro­n, mientras que la Encuesta Dinámica Social en el Municipio de Juárez 2013, también del Observator­io, indicaba que se encontraba­n en el mismo caso 65.0% de las personas encuestada­s.

Estos datos son relevantes porque ilustran el alto margen de impunidad en el que se desenvuelv­en algunos actores sociales. Si a estos datos agregamos los delitos denunciado­s y no resueltos, de los que nunca se sometió a proceso a sus autores materiales e intelectua­les, y aquellos que lograron su libertad por errores en el procedimie­nto, no cabe duda que la impunidad expresa una de las dimensione­s del desastre social en el que nos encontramo­s. Los ejemplos son tantos y tan cotidianos que nos hacen ver que conformamo­s una sociedad de riesgo, bajo amenaza no tanto de fenómenos meteorológ­icos que los hay, sino de nuestras incapacida­des para prever y sancionar los delitos, así como de revertir las condicione­s sociales que les favorecen.

Sánchez González, Diego; Egea Jiménez, Carmen y Soledad Suescún, Javier Iván. (2012). “Apuntes sobre los riesgos sociales, componente principal de la vulnerabil­idad social”. En Vulnerabil­idad social. Posicionam­ientos y ángulos desde geografías diferentes. España: Universida­d de Granada, pp. 57-68.

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