Donde hubo odio resabios quedan
Las campañas llegan a su fin pero la polarización que sembraron los candidatos y las coaliciones que los postulan, presagian una sociedad dividida y lastimada que dificultaría el proceso de una reconciliación a corto plazo.
Independientemente del resultado y del ganador se antoja harto complicado que el país procese y concilie inmediatamente tanto agravio entre los bandos que se disputan la presidencia de la república y el control del Congreso.
Los que ganen cargarán con la responsabilidad de asumir con humildad la victoria y trabajar por la despresurización del encono sembrado en estos 4 meses de campañas. Los perdedores tienen la tarea de canalizar con madurez la frustración y enfocarse en dejar atrás la contienda.
Este proceso electoral ha exhibido la nula decencia del sistema político mexicano, sin embargo es la sociedad la que paga los platos rotos y es la más afectada por el pleito encarnizado de los grupos de poder que al final de cuentas se refugian en sus cotos sin importarles la profundidad de las heridas infringidas.
Me preocupa particularmente Chihuahua porque el gobernador ha sido artífice de desencuentros muy agrios con el posible ganador de las elecciones presidenciales, sin olvidar que en estas tierras también ha sembrado tempestades al reprimir las múltiples voces que difieren de su cuestionable manera de conducir la administración.
Sin menoscabo del legítimo derecho que el mandatario chihuahuense tiene para opinar sobre cualquier tema, son sus burdos modales para inmiscuirse en temas electorales y la manera despectiva de referirse a los contendientes presidenciales lo que denigra la figura gubernamental que representa. Hasta con el candidato de su partido fue desmesurado al acusarlo de corrupto en algún momento de sus múltiples reyertas internas.
Resultaría infructuoso conminarlo a la prudencia que le demanda el cargo porque sería como pedirle peras al olmo. Tampoco valen los llamados a la sensatez cuando se confunde la valentía con la estridencia histriónica; en todo caso es más viable apelar a los intervalos de lucidez para concitar a la prudencia.
Con estas referencias de continua confrontación por parte del gobernador de Chihuahua con la clase política y los otros órdenes de gobierno se antoja difícil que en corto tiempo se desvanezcan las afrentas. Por el contrario, la escasa tolerancia al diferendo del posible ganador el primero de julio y la monstruosa megalomanía del local sugieren un largo camino para el descongelamiento en las relaciones institucionales que se avecinan.
No obstante el complicado futuro mediato del gobierno estatal con el federal, también hay que considerar que el mapa electoral local va a modificarse en perjuicio de los intereses partidistas y particulares del que despacha en el Poder Ejecutivo estatal.
Las proyecciones apuntan a que el partido en el que milita el gobernador va a ver reducida su presencia en el congreso local. De 16 diputados locales con los que cuenta actualmente es factible que la siguiente bancada solo la integren 11 legisladores. Esto debería obligar al titular del ejecutivo a deponer su altanería y a desistir de la intromisión en los otros dos poderes.
Aunado al escenario de ríspida relación que enfrentaría el gobierno de Chihuahua con la Federación y la próxima legislatura local, la representación del estado en el Congreso federal es otro problema para el gobernador porque apenas contaría con dos senadores de la república y cuatro diputados federales afines de nueve posibles. Esto cobra relevancia porque son los legisladores federales los que hacen la chamba de gestión de recursos durante la construcción del presupuesto de egresos.
En cuanto a las alcaldías existe la probabilidad de que repitan en Cuauhtémoc, Chihuahua, Delicias y una veintena de menor población; sin embargo no mejora los augurios dado los antecedentes del primer magistrado del estado de no respetar la autonomía municipal.
Para rematar, esa pésima relación que el mandatario tiene con los alcaldes, particularmente con el de ciudad Juárez, además del desdén con el que trata a la de la capital y a los de municipios medianos, no se diga a los más pequeños, decanta un panorama aún más adverso para los chihuahuenses en los últimos tres años de su gestión.
Espero, en serio, que el ganador asuma con humildad la victoria y nos tienda la mano a pesar del gobernador. Igualmente espero que el mandatario estatal haga acopio de madurez y revierta el mote de ser el peor en lo que va del siglo, a pesar de la intransigencia en la que pudiese incurrir el próximo presidente de México.
Se trata de los chihuahuenses no del gobernador ni del presidente.