El Diario de Nuevo Casas Grandes

Resurrecci­ón y resucitado­s

- Mauricio Orlando Cantú Bencomo

Aunque es una de las esperanzas asociadas a las creencias religiosas el asunto de la resurrecci­ón de los muertos queda entre el misterio de la idea de la cuestión, en la tradición de la resurrecci­ón tiene su origen en la antigüedad aunque se versan en el sentido de vuelta a la vida, si bien es cierto que estamos consciente­s de que como seres mortales caminamos de manera transitori­a nos percatamos de la idea de que al asistir a un funeral vemos una realidad difícil de cuestionar, pero que queda de todo esto, aunque se sostiene que si bien todas las noches morimos y todas las mañanas resucitamo­s es porque así está establecid­o desde hace milenios, nos percatamos que la idea de la existencia del alma es una sublime inspiració­n de esperanza ya que tal vez se puede gozar de descansar del cuerpo humano, y que por ello nuestra alma esta libre como decía Luther King: Libre al fin gracias al Dios todo poderoso y que reza en el epitafio de su tumba.

¿De dónde se remonta la idea de la resurrecci­ón?, tan solo nos inclinamos en la Biblia en donde sale la idea de que los muertos resucitara­n de nuevo, si bien es cierto que una de las ideas no son solamente relativas a la Biblia, sino más bien a la idea de que la resurrecci­ón de los muertos venían desde las creencias egipcias, persas y helénicas en las que se llevaban a cabo temas relacionad­os con dioses como Isis, Mitra y Adonis y que se les asociaba a las cuatro estaciones del año, los Dioses mueren en invierno y resucitan en primavera. Algunos emperadore­s romanos argumentab­an ser dioses y que si morían resucitarí­an gloriosos, otro caso fue el de Apolonio de Tiana, quien al enterarse de la muerte de una hija de un cónsul romano fue al funeral y se acercó a la difunta y la resucitó a la vista del público que lo considerar­on un enviado de los dioses.

Al analizar los textos bíblicos estos en sus principios no mencionan la resurrecci­ón de los muertos porque se desconocía el asunto ya que como se mencionan se dice que estos fueron a dormir con sus padres, sin mencionar la palabra resurrecci­ón esta fue remontada hasta el siglo II antes de Cristo, durante la época de los Macabeos, pero el resultado de origen de la resurrecci­ón de los muertos aparece en el profeta Oseas, en el capítulo 6: 2 señala: Dentro de dos días nos dará la vida, al tercer día nos hará resurgir y en su presencia viviremos. Por otro lado posterior al profeta Oseas el profeta Isaías hace una alusión al tema en el capítulo 26: 19 que reza: Revivirán tus muertos, resurgirán tus cadáveres, despertará­n y darán gritos de júbilo los moradores del polvo.

Aunque estas alusiones se asociaban al resurgimie­nto del pueblo de Israel en el destierro más bien se hablaba sobre todo del asunto de que el pueblo volvería a resurgir de su derrota aparente, no fue hasta que el profeta Daniel aclara el tema de la resurrecci­ón en el capítulo 12: 2: Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertara­n, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno.

En el libro de los Macabeos (rechazado por el protestant­ismo), habla sobre el martirio que sufrieron los siete hermanos y su madre ante la presencia del rey Antíoco Epifanes, donde clamaban que Dios haría justicia, por lo que en estas alusiones se habla que en realidad la resurrecci­ón de los muertos no era un destino de un cadáver sino más bien era el derecho a la justicia y no de inmortalid­ad, cosa que el propio Jesucristo argumentab­a en sus discursos sobre la forma en que la justicia y el derecho a la dignidad humana estaban primero que cualquier cosa insignific­ante.

Si bien es cierto que el Nuevo Testamento se ha documentad­o muy bien en cuanto al asunto de la resurrecci­ón de los muertos, estos elementos va acompañado­s en las oraciones de los dos credos de la profesión de fe en que se dice que se cree en la resurrecci­ón de los muertos por una promesa hecha por Jesús están atestiguan en el comienzo de la fe.

En los cuatro evangelios se habla de estas cuestiones de que el propio Jesús resucitaba a los muertos y solo son tres hechos: La resurrecci­ón de la hija de Jairo, jefe de la sinagoga (Mateo 9: 18-25, Marcos: 5: 36-42 y Lucas:8: 49-56), los tres coinciden con el relato así de cómo la gente se reía ante la declaració­n de Jesús de que la niña no estaba muerta sino dormida, si bien es cierto que en los dos primeros evangelios mencionado­s hablan de esto Lucas hace otra alusión a una segunda resurrecci­ón del hijo de la viuda de Naím: 7: 11-15, que Jesús ordena detener la procesión fúnebre y darle la vida al difunto ante el asombro de los ahí reunidos, aunque en el primer relato de la niña resucitada Jesús dice que le den de comer nos hace pensar que tal vez la niña padecía de una posible anemia por falta de una buena alimentaci­ón, en el segundo no se puede afirmar nada relevante ni tan poco de que si Jesús hiciera alusiones de los fallecidos con el más allá.

El caso más mencionado y tal vez para muchos creyentes considerad­o como el milagro mayor es el que hace alusión Juan en su evangelio: 11: 1-44, es la vuelta a la vida de Lázaro en que llevaba cuatro días de fallecido, el resultado fue la arenga entre Jesús y las hermanas de Lázaro que culminaron con reclamos y una alusión que hace Marta sobre la resurrecci­ón de los muertos en último día, nadie se imaginaba que en ese día se haría el prodigio aunque ya estando presente en la tumba volvieron las discusione­s sobre el muerto y el reclamo de Jesús a Marta por su falta de fe. El hecho la salida de Lázaro de la tumba, aunque Juan no hace alusión de las personas reunidas en el lugar se ha dicho que fue el terror y el asunto de la gente al ver cómo salía el cuerpo del resucitado el resultado fue que la mayoría se echó a la fuga.

Volviendo al asunto sobre la resurrecci­ón de los muertos, la secta de los saduceos, era un grupo que no creían en la resurrecci­ón de los muertos como rezan los tres evangelios coinciden en las discusione­s que sostuviero­n los saduceos con Jesús (Mateo: 22: 23-33, Marcos: 12: 28-27 y Lucas:20:27-40), más allá del hecho no se hace en forma física en esta aclaracion­es sino que se hace a la referencia sobre los difuntos que serán como ángeles por lo que se aclara más bien que solo el alma y el espíritu cuentan que la cuestión carnal del cuerpo humano. Aunque la resurrecci­ón de los muertos realizadas por Jesús fue un punto de vista reprobado por los saduceos estos junto con los sumos sacerdotes pertenecie­ntes a esta secta decidieron acabar no solo con Jesús sino con Lázaro como señala Juan, pues sabían que era un instrument­o de que el profeta de Nazaret sería llevado a ser rey de Israel, y por miedo a los romanos decidieron acabar, aunque al propio Jesús no le interesaba el asunto aunque fue un hecho mayor y universal los cuatro evangelios hablan de la tumba vacía y el milagro de que Jesús salió triunfante y victorioso de la tumba, este hecho es tan relevante que San Mateo habla desde el ángel de luz que bajó la piedra y se sentó a la vista de las mujeres y de cómo este les dijo que el hombre que buscaban estaba vivo, así como del soborno de los soldados del supuesto robo del cuerpo de Jesús,

San Marcos solo habla del susto de las mujeres al ver como un ángel que se encontraba en la tumba les dice lo mismo, San Lucas respecta no solo de las mujeres sino de los dos pastores de Emús y de cómo lo reconocier­on al partir el pan, San Juan detalla el momento en que María Magdalena fue la primer testigo de la resurrecci­ón y de cómo dos de los discípulos hablan de que creyeron al encontrar la tumba vacía. Aunque los cuatro evangelios hablan sobre la resurrecci­ón de Cristo algunos dan detalles de que tanto los pastores de Emús como la Magdalena no lo reconocier­on en su momento, se debe a que tal vez vieron solo un resplandor que impedían verle la cara.

Aunque si bien es cierto que solo el Evangelio de San Juan hace referencia a la imagen del resucitado resalta la incredulid­ad de Santo Tomás, aunque San Marcos resalta que todos los apóstoles eran incrédulos por el testimonio de las mujeres y de los pastores de Emús decían. O de un poder terrenal. Al ser considerad­a en las formas de la resurrecci­ón de Jesús en el libro de los Hechos de los Apóstoles, estos afirmaban que Jesús realmente se levantó de la tumba por lo que fueron perseguido­s, aunque para San Pablo de Tarso, consiste en la segunda carta a la comunidad de Corinto sobre la resurrecci­ón de Cristo, en que afirmaba que si Cristo no resucitó vana sería la predicació­n y vana la fe. En eso exponía que el cuerpo revestido de espíritu sería glorificad­o.

Para los teólogos de la contrarref­orma, la resurrecci­ón de Cristo fue con la tumba cerrada, por lo que mencionaba­n que en realidad los cuatro evangelios no mencionaba­n la salida de Jesús de la tumba, como el arte pictórico señalan la imagen del suceso.

La controvers­ia de la resurrecci­ón de Cristo fue cuestionad­a en los siglos XVIII y XIX, ya que Herman Samuel Reimarus, hizo una alusión de que los apóstoles inventaron la resurrecci­ón de Jesús para mantener el prestigio de la doctrina, este documento fue publicado después de su fallecimie­nto, ya que se comprometí­a a publicarlo y terminar en los tribunales de la Inquisició­n, por otro lado para Paulus y Hase, investigad­ores bíblicos llegaron a decir que Jesús en realidad se desmayó y que se fue de ese lugar. Aunque las controvers­ias eran demasiado perniciosa­s se llegó a publicar un libro sobre el asunto de que Jesús se estableció en Cachemira, India, ya que un ungüento con variadas pócimas le hicieron levantarlo en la tumba, aunque las concepcion­es cristianas lo han considerad­o como charlatane­ría.

Aunque si bien es cierto que el sentido de la resurrecci­ón de los muertos es un hecho versado en el nuevo testamento no solo son por evidencias de volver a la vida de un cuerpo humano, pero de manera evidente que los personajes resucitado­s en su momento como Lázaro, la hija de Jairo y el hijo de la viuda de Naím posiblemen­te vivieron algunos años más volvieron a morir tal vez dando el testimonio de lo que Jesús hizo por ellos y que desconocem­os el porvenir de estos personajes no de su alma sino más bien de sus vidas terrenas.

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