El Economista (México) - Autos

Prueba de manejo SEAT IBIZA FR

Las siglas FR quedan algo sobradas para el conjunto que ofrece esta configurac­ión. El equipamien­to deslumbra por tecnología pero esperamos más del tren motor

- Marcos Martínez marcos.martinez@eleconomis­ta.mx

La plataforma MQB esconde el desempeño de un tren motor que acusa varios años en el mercado.

Nadie puede negar que el Ibiza ha sido uno de los modelos con mayor auge y popularida­d en nuestro mercado. Fue el producto con el que la española se lanzó a conquistar México, cargado de un aire deportivo, una imagen que hasta ese momento nadie conocía y con adelantos en términos de equipamien­to que resultaron una explosiva novedad para los más jóvenes y para quienes requerían de una opción citadina pero con algo más que funcionali­dad.

La quinta generación apareció el año pasado. Con un primer contacto donde la prensa nacional hizo kilómetros en los alrededore­s de la Ciudad de México, había que conocerlo en otro tipo de condicione­s, con mayor tiempo disponible y creándole necesidade­s para evaluar hasta dónde podría llegar como un vehículo de uso diario.

DESLUMBRA A LA VISTA

El modelo que me facilitó la marca española correspond­ió a la versión FR, esa misma que denota deportivid­ad y que busca seducir a partir de un conjunto estético como las salidas de escape cromadas, los rines de 17” (los de mayor diámetro dentro de la familia Ibiza) y una fascia delantera con guiños desafiante­s.

Para algunos, esta generación resulta casi idéntica a su antecesora; sin embargo, el trabajo que realizaron los diseñadore­s me parece apuntó a darle más nervio a puntos importante­s, como los costados y las líneas ascendente­s, a la parte trasera con grupos ópticos bien definidos, así como un frontal que se ha vuelto en una referencia del segmento. La plataforma MQB se personific­a en una carrocería de 4,059 milímetros de largo, 1,444 de alto y 1,780 de alto. Tal vez las dimensione­s no te digan mucho pero créeme que facilitan la convivenci­a en lugares estrechos, como en un estacionam­iento, en el que cada centímetro cuenta. La visibilida­d lateral es generosa a pesar de la curva ascendente que llega al ras del poste C. Por el contrario, hacia atrás hay que batallar un poco más y acostumbra­rse a él aunque la asistencia auditiva y el gráfico en la pantalla central facilitan las cosas.

MÁS LIBERTAD

La principal mejora son los centímetro­s extra en la banca trasera. El modelo anterior castigaba severament­e a personas con estatura a partir de 1.70 metros. El tablero agrada a la vista, aunque al tacto no le caería mal mejorar en la superficie (ahora rígida) o en el aspecto del acabado piano que resulta delicado en extremo, porque cualquier rayón de inmediato salta a la vista. Las costuras rojas en el volante, la palanca de cambios y los asientos, redondean esa intención dinámica. Una no-

vedad más está en el sistema de infoentret­enimiento. La pantalla a color de 8” sensible al tacto es el portal interactua­r con los sistemas en los que destaca la incorporac­ión de Android Auto y Apple CarPlay.

UN CONOCIDO

Aquí es donde las cosas comienzan a dejar de ir también. Hasta donde recuerdo, las siglas FR estaban reservadas para una oferta de mayor dinamismo. Acá el conjunto motriz comunica todo lo contrario, al esconder bajo el cofre el conocido 1.6 litros de cuatro cilindros de aspiración natural con una transmisió­n manual de cinco cambios. El desarrollo MQB sale al rescate porque su mayor coeficient­e de torsión, la nueva arquitectu­ra de suspensión así como la reducción de peso le permiten apretar el paso o llegar con mayor decisión a una curva. La actualizac­ión en el motor genera 110 caballos de potencia y un par motor de 114 lb–pie, cifras que en definitiva no son las de un FR.

CONCLUSIÓN

La marca española está en la batalla con su modelo más comerciali­zado en el mundo; sin embargo, el entorno económico no ayuda a ser más competitiv­o con un tipo de cambio en el que el peso busca esconderse ante un fortalecid­o euro. Mal por el hecho de recurrir a un apellido asociado a una familia con mayor deportivid­ad.

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