El Economista (México) - Autos
Prueba de manejo SEAT IBIZA FR
Las siglas FR quedan algo sobradas para el conjunto que ofrece esta configuración. El equipamiento deslumbra por tecnología pero esperamos más del tren motor
La plataforma MQB esconde el desempeño de un tren motor que acusa varios años en el mercado.
Nadie puede negar que el Ibiza ha sido uno de los modelos con mayor auge y popularidad en nuestro mercado. Fue el producto con el que la española se lanzó a conquistar México, cargado de un aire deportivo, una imagen que hasta ese momento nadie conocía y con adelantos en términos de equipamiento que resultaron una explosiva novedad para los más jóvenes y para quienes requerían de una opción citadina pero con algo más que funcionalidad.
La quinta generación apareció el año pasado. Con un primer contacto donde la prensa nacional hizo kilómetros en los alrededores de la Ciudad de México, había que conocerlo en otro tipo de condiciones, con mayor tiempo disponible y creándole necesidades para evaluar hasta dónde podría llegar como un vehículo de uso diario.
DESLUMBRA A LA VISTA
El modelo que me facilitó la marca española correspondió a la versión FR, esa misma que denota deportividad y que busca seducir a partir de un conjunto estético como las salidas de escape cromadas, los rines de 17” (los de mayor diámetro dentro de la familia Ibiza) y una fascia delantera con guiños desafiantes.
Para algunos, esta generación resulta casi idéntica a su antecesora; sin embargo, el trabajo que realizaron los diseñadores me parece apuntó a darle más nervio a puntos importantes, como los costados y las líneas ascendentes, a la parte trasera con grupos ópticos bien definidos, así como un frontal que se ha vuelto en una referencia del segmento. La plataforma MQB se personifica en una carrocería de 4,059 milímetros de largo, 1,444 de alto y 1,780 de alto. Tal vez las dimensiones no te digan mucho pero créeme que facilitan la convivencia en lugares estrechos, como en un estacionamiento, en el que cada centímetro cuenta. La visibilidad lateral es generosa a pesar de la curva ascendente que llega al ras del poste C. Por el contrario, hacia atrás hay que batallar un poco más y acostumbrarse a él aunque la asistencia auditiva y el gráfico en la pantalla central facilitan las cosas.
MÁS LIBERTAD
La principal mejora son los centímetros extra en la banca trasera. El modelo anterior castigaba severamente a personas con estatura a partir de 1.70 metros. El tablero agrada a la vista, aunque al tacto no le caería mal mejorar en la superficie (ahora rígida) o en el aspecto del acabado piano que resulta delicado en extremo, porque cualquier rayón de inmediato salta a la vista. Las costuras rojas en el volante, la palanca de cambios y los asientos, redondean esa intención dinámica. Una no-
vedad más está en el sistema de infoentretenimiento. La pantalla a color de 8” sensible al tacto es el portal interactuar con los sistemas en los que destaca la incorporación de Android Auto y Apple CarPlay.
UN CONOCIDO
Aquí es donde las cosas comienzan a dejar de ir también. Hasta donde recuerdo, las siglas FR estaban reservadas para una oferta de mayor dinamismo. Acá el conjunto motriz comunica todo lo contrario, al esconder bajo el cofre el conocido 1.6 litros de cuatro cilindros de aspiración natural con una transmisión manual de cinco cambios. El desarrollo MQB sale al rescate porque su mayor coeficiente de torsión, la nueva arquitectura de suspensión así como la reducción de peso le permiten apretar el paso o llegar con mayor decisión a una curva. La actualización en el motor genera 110 caballos de potencia y un par motor de 114 lb–pie, cifras que en definitiva no son las de un FR.
CONCLUSIÓN
La marca española está en la batalla con su modelo más comercializado en el mundo; sin embargo, el entorno económico no ayuda a ser más competitivo con un tipo de cambio en el que el peso busca esconderse ante un fortalecido euro. Mal por el hecho de recurrir a un apellido asociado a una familia con mayor deportividad.