El Economista (México) - Estrategias
Las perspectivas inflacionarias para el 2018
Las cifras dadas a conocer en días pasados en relación a la inflación observada durante el 2017 resultan preocupantes en un escenario que se torna complicado para el país en diversos frentes.
El incremento de precios de 6.77% observado durante el año recién concluido seguramente obligará a las autoridades no sólo a responder en términos de la política monetaria, sino también en todos los demás instrumentos de la política económica que estén a su alcance en un año que es eminentemente electoral, en donde la afectación de corto plazo en el bolsillo de los electores tiene gran importancia en la selección de sus gobernantes.
LOS COMPONENTES INFLACIONARIOS
Los componentes que detonaron el incremento inflacionario, que destacan por su importancia, se encuentran en el aumento de precios de los energéticos que fue de 17.69% así como de las tarifas autorizadas por el gobierno que se incrementaron en 8.36% en el transcurso del 2017.
De lo anterior, sobresale por su gran relevancia el aumento en el precio del gas doméstico LP que se elevó en 44.06%, insumo que, como sabemos, impacta de manera muy importante en las finanzas tanto en las empresas como en las familias. El otro insumo que a todos nos impactó fue el incremento de los precios de las gasolinas como producto de la liberación establecida en la reforma energética.
Sin duda alguna, otro componente de gran relevancia fue la depreciación acumulada de nuestra moneda durante el 2017, situación que afectó de manera importante a los insumos como la gasolina y el gas, que una muy buena parte proviene de los Estados Unidos así como a otros bienes y servicios provenientes del exterior y que trasladan su efecto sobre los costos y gastos de producción de las empresas.
La reacción del Banco de México durante el 2017 ha sido oportuna, teniendo que reaccionar no sólo ante el escenario nacional complejo sino también ante las decisiones de la Reserva Federal, al tener que subir las tasas de interés para evitar la salida masiva de los capitales invertidos en nuestro país, circunstancia nada fácil para un país como México que necesita crecer y para ello requiere bajas tasas de interés que promuevan los negocios de las empresas y el consumo de las familias. El escenario más complicado para el país al inicio del presente año es, sin duda, alguna la posibilidad de que Estados Unidos decida no continuar con el TLCAN, con los consecuentes efectos inmediatos sobre el tipo de cambio de nuestra moneda, generado por la desconfianza de los inversionistas, al perder México el acceso privilegiado al mercado de consumo más grande del mundo.
Dicho efecto de inmediato se trasladaría sobre los precios de los bienes y servicios que se importan desde ese país que no sólo se encarecerían por la depreciación de la moneda, sino también porque al provenir de Estados unidos seguramente tendrían un arancel que elevaría su precio.
También es conveniente mencionar que, en términos generales, a nivel internacional los precios de los energéticos, llámese gas y gasolina, observan una tendencia al alza, situación que seguirá afectando de manera latente al recién liberado mercado mexicano de las gasolinas.
Es por ello que comentábamos al inicio que la tarea de las autoridades no será nada fácil, aplicar políticas monetarias restrictivas para disminuir la inflación, así como políticas macroeconómicas que continúen disminuyendo el elevado nivel de la deuda pública gubernamental. De la misma manera, existirá la tentación en este año electoral donde es importante el gasto público destinado a los programas sociales, por lo que las autoridades tendrán la disyuntiva entre elegir el desbordamiento del gasto gubernamental para asegurar la continuidad de su proyecto o mantener bajo control del déficit gubernamental, como porcentaje del PIB.
El instituto central local ha afirmado que se espera que al término del 2018 se regrese a los niveles inflacionarios que teníamos hasta antes del 2017. Sabemos que se tendrá que actuar con energía para conservar la estabilidad macroeconómica que hemos tenido en los últimos años. Sin duda alguna, el control de la inflación no es fácil y es un problema difícil de contrarrestar, porque también existen grandes desequilibrios estructurales todavía no resueltos, como las débiles finanzas públicas, el rezago salarial, la consolidación del crecimiento basado en el mercado interno y el más importante de todos ellos: el combate a la pobreza. Tareas nada fáciles y ahora que inicia el proceso electoral esperamos escuchar propuestas viables y no retóricas.