El Economista (México) - Previsión
Pedro Vásquez Colmenares - La inacción en las pensiones del mundo.
En lo que va del año 2017 existen en el mundo mil noticias de reforma a las pensiones, por cada noticia sobre negociaciones comerciales entre países. Pero en México la realidad camina contra las manecillas del reloj. Desde marzo pasado, el gobierno de México se prepara para una inminente negociación comercial con Estados Unidos y Canadá. Mucha atención se pone en un tema amplio y relevante como éste, pero a cambio mucha desatención se pone en varios temas estructurales como el derrumbe de las pensiones.
Basta buscar en Internet y en un solo click verán las fuertes discusiones que a finales de abril se están tendiendo en El Salvador, las tremendas disputas legislativas sobre pensiones en el Parlamento del Brasil, o los recientes anuncios de reforma pensionaria de la presidenta Michelle Bachelet en Chile. En otras muchas latitudes también está vigente el tema. Pero en México no atinamos a abordar la discusión y reforma a las pensiones de frente y sin reservas.
Leo regularmente los esfuerzos de la Consar y su presidente por explicar el origen del problema, la amplitud de sus implicaciones sobre el ingreso de los mexicanos en el retiro, los riesgos de no actuar inmediata y contundentemente, y las opciones de política que desde la perspectiva del organismo regulador de afores existen. Pero también veo pasividad y retraso de acción en las Cámaras de Diputados y Senadores y en los gobiernos en general. Existen varias iniciativas de ley durmiendo plácidamente los tiempos legislativos.
Y por el estilo están el gobierno federal y los gobiernos estatales. Las noticias mexicanas de las crisis pensionarias no sobran. Cada semana hay muchas notas de prensa con menciones al tema de las insuficiencias financieras en los fondos de pensiones estatales y municipales. Periódicos especializados como El Economista , cubren regularmente el impacto de las pensiones sobre el presupuesto del gobierno federal, las dificultades pensionarias de organismos como Pemex o CFE, y las presiones financieras de pensiones en el ISSSTE y en el Régimen de Jubilaciones y Pensiones (RJP) del IMSS.
Y yo pregunto: ¿por qué no actuamos? ¿Por qué un tema tan sensible para millones de familias protegidas por la seguridad social o los sistemas estatales no se ve con visión de largo plazo? ¿Por qué posponen intencionalmente los tomadores de decisiones la discusión sobre las diversas soluciones al tsunami de las pensiones? Mi mejor respuesta es, porque así les conviene. Las reformas pensionarias son un tema de múltiples facetas. Cada involucrado ve algunas de sus caras, pero no todas, y eso en lugar de complicar la solución, simplifica la inacción.
Una reforma pensionaria no es cosa simple. Presenta de entrada la dificultad de su aceptación intrínseca. “¿Por qué necesitamos reformar, qué acaso estamos mal?” dirían los sindicatos. “¡Cómo que ya no hay dinero para las pensiones! ¿Pues dónde están los fondos que hemos aportado? ¿Quién se los robó?” exclamarían los trabajadores. “Es necesario no precipitarnos y efectuar los diagnósticos necesarios”. “Hemos decidido convocar a foros de discusión para que todas las voces sean escuchadas y podamos avanzar en la mejor dirección”, se apresurarían a anunciar legisladores federales y estatales. Todos reconociendo implícitamente que el tema de las pensiones es altamente sensible, pero todos explícitamente difiriendo la aceptación de una realidad que podría significar una dura medicina a ser administrada “mientras están de guardia”.
Cuando alguien por fin se interesa en analizar el problema, vienen los retos técnicos, típicamente abordados por actuarios y economistas. Conseguir información completa y válida. Modelar los escenarios actuariales y financieros adecuadamente. Ordenar el diagnóstico y proponer alternativas concretas de solución.
Una vez concluidos los estudios, típicamente solicitados por las áreas financieras, que son las que padecen la presión del crecimiento, existe un periodo largo para socializar el tema dentro del gobierno o dependencia respectiva. Cada sesión es un reto de convencimiento o freno. Cada presentación, un desafío interno sobre el statu quo. “No están los tiempos para cambios como ése” habrían dicho decenas de veces las áreas encargadas de la conducción política. “Corremos el riesgo de perder los juicios en tribunales” abonarían las áreas jurídicas.
A lo largo de muchos años, he visto directores de paraestatales que, después de recibir finos estudios actuariales — cual diagnósticos computarizados— de la salud pensionaria de su entidad, la única acción que han tomado es guardar el estudio bajo llave. Traté hace tres años a un gobernador interino que durante cinco años exigió apoyo del gobierno de su estado para una enérgica reforma pensionaria a la universidad autónoma que él dirigía “porque se ha llegado a riesgos intolerables para los trabajadores”, y que cuando de manera inesperada le tocó dirigir a su estado, se olvidó en un segundo de esa preocupación. He sido testigo de largas y barrocas discusiones en el gobierno federal sobre cómo proceder en determinado tema de reforma de pensiones, que ha llegado y regresado cinco veces del escritorio presidencial sin decisión alguna.
En México, el principal problema del desequilibrio de decenas y decenas de sistemas de pensiones es que es un problema sin dueño único. No existe ninguna institución que esté encargada de estudiar esta crisis, y mucho menos de resolverla. Tenemos un enorme sistema de problemas pensionarios, suficientemente bien desconectados desde la Constitución, como para que nada suceda hasta que la bomba estalle. Y como me corregiría un estimado colega actuario, no hay sólo una bomba de las pensiones, sino un campo minado de pequeñas y grandes bombas pensionarias activadas cada una desde momentos y razones diferentes pero con el mismo riesgo de estallamiento.
El 1 de julio próximo se cumplirán 20 años de la Reforma a la Ley del Seguro Social de 1997 y la expedición de la Ley de los Sistemas de Ahorro para el Retiro. Hay mucha agenda pendiente. También se cumplirán tres años y medio de la presentación a la Cámara de Diputados de la Iniciativa de Ley de Pensión Universal, que está congelada por el Senado de la República. Se pasan los meses, los años y en México no avanzamos lo suficiente en el tema de las pensiones.
El tiempo es imparable al igual que el deterioro de los sistemas de pensiones que no se reforman. Todo con un grave común denominador: la inacción de las pensiones a los únicos que afecta es a los trabajadores que deberían estar protegidos.