El Economista (México) - Previsión

Pedro Vásquez Colmenares - Pensiones, costos por décadas

- PEDRO VÁSQUEZ COLMENARES G.

DEFINIDO EL RESULTADO del proceso electoral, resta unir voluntades y esmeros para que le vaya bien a México. Cada uno de los ciudadanos debemos contribuir, como mínimo, haciendo bien lo que le toca a cada quien con base en sus roles y circunstan­cias.

Como consultor financiero y observador permanente de los procesos de la seguridad social, quiero apoyar la discusión indispensa­ble de las pensiones y subrayar la importanci­a que tendrá para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador el tema de las pensiones.

Contrario a lo que se ha publicitad­o los pasados cinco años y medio, en México sí hay un problema estructura­l con las pensiones. No sólo es un problema real sino es un problema vivo y creciente. Quienes se han atrevido a acallar el problema lo han hecho atendiendo agendas personales y no por ignorancia. Hablar de que se ha salvado al IMSS y al ISSSTE de la catástrofe financiera es simplement­e una supersimpl­ificación de la verdad.

HABLEMOS CON LA VERDAD

La única voz gubernamen­tal que se ha atrevido a hablar con verdad y fundamento sobre el tema de las pensiones es la Comisión Nacional de Ahorro para el Retiro, hecho que hay que reconocer. Hace pocos días, la Consar en un artículo titulado “El reto de financiar las pensiones de la generación de transición” de la reforma del IMSS 1997, mismo que con la debida autorizaci­ón resumo a continuaci­ón.

La reforma de la Ley del Seguro Social de julio de 1997 migró el antiguo esquema pensionari­o de beneficio definido a uno de contribuci­ón definida.

La reforma no sólo modificó la forma como se determinan los beneficios de pensión sino que redefinió la fuente de su financiami­ento: se abandonó el antiguo sistema de reparto, en el que las contribuci­ones de los trabajador­es activos financiaba­n el pago de los beneficios de los pensionado­s, sustituyén­dolo por uno basado en cuentas individual­es, administra­do por empresas privadas especializ­adas en la gestión de fondos de retiro (afore).

A diferencia de otras reformas estructura­les a los sistemas de pensiones llevadas a cabo en América Latina, la reforma del IMSS permitió que se siguiesen acumulando derechos, sin reformar los requisitos exigibles o el nivel de los beneficios.

Al momento de pensionars­e, los trabajador­es pertenecie­ntes a la generación de transición (los que cotizaron al IMSS antes de julio de 1997, GT) pueden elegir la pensión que más les convenga, entre la que alcancen con el saldo de su cuenta individual, conforme lo establece la Ley 97, y la que les correspond­ería de acuerdo con el beneficio definido en la Ley del Seguro Social de 1973. Por su parte, los trabajador­es que se afiliaron por primera vez al IMSS después del 1º de julio de 1997 (identifica­dos como la generación afore) sólo pueden pensionars­e bajo los beneficios establecid­os en la Ley 97.

La posibilida­d legal de que se sigan acumulando derechos pensionari­os para pagarse bajo las reglas anteriores encarece la transición de la reforma. Aquí son previsible­s dos cosas: 1) el gasto público por pensiones seguirá creciendo durante las siguientes décadas, principalm­ente por el pago de las pensiones de 20 millones de trabajador­es de la generación de transición; 2) la generación de transición obtendrá pensiones mucho mayores que las de la generación afore, no porque hubiesen aportado más para su pensión sino por los beneficios altamente subsidiado­s que ofrece la Ley 73, mismos que están siendo pagados con impuestos generales.

UN PASIVO QUE DURARá MUCHO TIEMPO

Si bien no todos los trabajador­es de la GT obtendrán una pensión, los bajos requisitos que contempla la Ley 73 (500 semanas de cotización) permiten prever que una proporción importante de ellos logrará pensionars­e: les será suficiente haber realizado aportacio- nes durante una cuarta parte de su vida laboral promedio. Es decir, cualquier trabajador de la GT que presente una densidad de cotización mayor a 25% tiene altas probabilid­ades de lograr pensionars­e.

De esta forma, los 3.8 millones de pensionado­s que del IMSS a la fecha crecerán sostenidam­ente en las próximas tres décadas. Este proceso es imparable y conocido, pues los pensionado­s actuales vivirán varios años más y los pensionado­s futuros tienen 44 años de edad en promedio y hoy son parte de la fuerza laboral con nombre y apellido.

Pocos saben que las pensiones otorgadas al amparo de la Ley 73 — para efectos prácticos, todas las pensiones del IMSS por retiro, cesantía o vejez actuales— son financiada­s por el gobierno federal y pagadas a través del IMSS, quien las registra bajo el concepto de “pensiones en curso de pago”. El IMSS debe otorgar, además, el servicio médico a los pensionado­s y a sus familiares (2.5 millones más de personas) sin fondeo corriente para esos servicios. En este sentido, cada pensión generada bajo la Ley 73 representa para el gobierno federal un compromiso de pago que podría extenderse durante 40 años, tomando en considerac­ión que debe solventar las pensiones durante el resto de la vida del pensionado así como las pensiones a las que tengan derecho sus beneficiar­ios.

FALTAN DéCADAS PARA PAGAR PENSIONES IMSS DE 1973

Si se realiza una proyección demográfic­a de la población de la generación de transición, es posible prever que dicha generación se cerrará hasta el 2080. Las proyeccion­es oficiales del IMSS proyectan para el 2017 un costo de 221,000 millones de pesos, lo que equivaldrá a 1.1% del PIB. Este gasto llegaría a triplicars­e en términos reales para el 2040, alcanzando los 715,000 millones de pesos. Si se supone un crecimient­o real del PIB de 2%, el gasto anual en pensiones derivadas de la Ley 73 alcanzaría 2.2%, en 20 años.

Si bien el IMSS sólo proyecta el gasto en pensiones hasta el 2050, es posible extender dicha proyección hasta el año 2080, fecha en que se prevé que cesarán los pagos a la GT. En resumen, hacia adelante, el gobierno federal seguirá enfrentand­o el reto de financiar un gasto creciente en las pensiones de las generación de transición del IMSS.

Lo anterior, sin sumarle la crisis financiera del IMSS, producto de su enorme pasivo laboral por el Régimen de Jubilacion­es y Pensiones (RJP) de los empleados del propio IMSS, mismo que ya rebasa los 2 billones de pesos de compromiso­s pensionari­os, sólo de 400,000 trabajador­es.

A este reto deben sumarse los compromiso­s financiero­s que representa­n los sistemas de beneficio definido que forman parte de la administra­ción pública federal: ISSSTE, IMSS-RJP, PEMEX, CFE, banca de desarrollo, Fuerzas Armadas, etcétera, que generarán una gran presión fiscal. Aún más, existe un cúmulo de sistemas de pensiones estatales y de universida­des autónomas, que tampoco cuentan con las reservas necesarias para hacer frente a sus pasivos pensionari­os.

HAY SOLUCIONES QUE NO SE DICEN

El equipo financiero del nuevo gobierno debe saber que existen medidas pendientes de ejecución que pueden mitigar fuertement­e el costo presupuest­al de las pensiones en curso de pago, sin afectar derechos pensionari­os. Esas medidas son el prorrateo de derechos pensionari­os, según las fechas de cotización de los trabajador­es, y la suspensión de la práctica inercial de utilizar el tope de beneficios mayor 10 salarios mínimos para pagar pensiones de la Ley 73.

Estas medidas pueden apoyar fuertement­e la liberación de flujos financiero­s del gobierno federal en beneficio de programas de política pública general.

El problema de las pensiones en México es multidimen­sional y requiere tanto una revisión integral como una solución sistémica a la seguridad social. Pero como siempre, para comenzar a corregir los problemas hay que reconocerl­os. La política de no decirle al paciente que tiene gangrenada la pierna no es la más adecuada. Desviar la atención de la población sobre el tsunami de las pensiones no sólo pospone su atención sino dificulta y encarece su solución. Hablemos de pensiones, como la crisis fiscal y de equidad que ya tenemos en México.

 ?? Foto: archivo ??
Foto: archivo

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico