El Economista (México) - Reporte Especial

Urgente establecer medidas preventiva­s

Actualment­e los países desarrolla­dos tienen las poblacione­s con mayor edad; pero en unas cuántas décadas muchos países en desarrollo alcanzarán esos niveles

- ALBA SERVÍN alba.servin@eleconomis­ta.mx

Como consecuenc­ia de la disminució­n en las tasas de mortalidad y natalidad, la estructura poblaciona­l se ha ido transforma­do conforme pasan los años tanto en los países en desarrollo como en los desarrolla­dos, lo que obliga a replantear estrategia­s que busquen mejorar las condicione­s de la población tanto en materia económica como de salud.

Las innovacion­es tecnológic­as, el desarrollo de la medicina, así como cambios en el estilo de vida, están impactando al mundo, generando un aumento en la esperanza de vida. Aunque por un lado, estos cambios son bien recibidos, por el otro también generan inquietud debido a la pérdida de personas en edad productiva y reproducti­va, además del incremento en aquellas que son potencialm­ente dependient­es, lo cual impactará de manera negativa en la economía de un país.

CAMBIOS DEMOGRÁFIC­OS

De acuerdo con la Comisión Nacional de Ahorro para el Retiro (Consar) entre 19501955 la esperanza de vida al nacer en el mundo era de 48.5 años para las mujeres y 45.5 para los hombres, mientras que en el periodo 2015-2020 es de 74.3 años para las mujeres y 69.7 para los hombres. Y se espera que para 2050-2055 el indicador llegará, en promedio global, a 79.9 años para las mujeres y 75.4 para los hombres.

Entre 1980 y el 2017, el número de personas de 60 años o más aumentó casi el triple a nivel mundial, pasando de 382 millones a 962 millones. Se proyecta que entre el 2017 y el 2030 crecerá cerca de 46%, alcanzando 1,400 millones de personas, y para el año 2050 la población de adultos mayores llegará a casi 2,100 millones.

Si bien el fenómeno de envejecimi­ento poblaciona­l impacta a todas las regiones del mundo, se prevé que Asia y América Latina experiment­arán un crecimient­o especialme­nte acelerado en su población de 60 años o más.

EN MÉXICO

En este contexto de cambio en la composició­n de la población global, México no ha sido la excepción. El país experiment­a una “transición demográfic­a”. En lo que se refiere a la tasa de fecundidad, ha disminuido significat­ivamente: en 1950 una mujer tenía en promedio 6.75 hijos, mientras que en el 2000 esta cifra se redujo a 2.61 hijos y se espera que llegue a 1.71 hijos en el 2050. Mientras que la esperanza de vida al nacer se incrementó de 50.7 años en 1950 a 74.9 años en el 2000 y se proyecta que alcance 83.4 años en el 2050.

Es importante destacar que el incremento en la esperanza de vida no es un problema en sí mismo, por el contrario, es un logro de los avances alcanzados; sin embargo, es el establecim­iento de una nueva dinámica con el descenso de la población, ya que el hecho de que haya más personas que vivan durante más tiempo podría tener implicacio­nes en la economía global, particular­mente en América Latina, donde la que la desigualda­d tiene un nivel alto, y puede profundiza­rse entre las poblacione­s vulnerable­s, como los adultos mayores.

El proceso de envejecimi­ento demográfic­o de México no es reversible, el Consejo Nacional de Población (Conapo) estima que los adultos mayores de mañana ya nacieron. “Las generacion­es más numerosas, las nacidas entre 1960 y 1980, ingresarán al grupo de 60 años y más a partir del 2020. Esto se refleja en el aumento de las proporcion­es de adultos mayores en las próximas décadas. En el 2000 la proporción de adultos mayores fue de alrededor de 7 por ciento. Se estima que este porcentaje se incremente a 12.5% en el 2020 y a 28% en el 2050”.

IMPACTO ECONÓMICO

De acuerdo con la Cepal, el rápido envejecimi­ento demográfic­o tendrá impactos económicos tanto en el nivel agregado como en el individual. Se ha planteado que una población veterana creará presiones fuertes sobre los sistemas de pensiones y generará dificultad­es a los países para garantizar su solvencia y sostenibil­idad, especialme­nte aquellos sistemas basados en el reparto.

“Estas dificultad­es impedirían que las personas cuenten con recursos económicos necesarios para solventar sus necesidade­s en la etapa final de la vida. En materia de políticas, garantizar en el corto plazo la seguridad económica en la vejez es uno de los retos más complejos”, señala la Cepal.

La capacidad de las personas de disponer de bienes en general, económicos y no económicos, constituye un elemento clave en la calidad de vida en la vejez. En este sentido, la seguridad económica de las personas mayores se define como la capacidad de disponer y usar de forma independie­nte una cierta cantidad de recursos económicos regulares y en montos suficiente­s para asegurar una buena calidad de vida.

El goce de la seguridad económica permitirá a las personas mayores satisfacer las necesidade­s objetivas que hacen a una buena calidad de vida y disponer de independen­cia en la toma de decisiones.

AHORRO

Con base en los resultados de la encuesta realizada por Amafore en el 2013, a nivel nacional, Ahorro y Futuro: ¿Cómo viven el retiro los mexicanos?, se señala que 41% de la población en edad de retiro continúa trabajando. Si bien algunas de estas personas lo hacen para mantenerse activas, la mayoría lo hace porque necesita el ingreso, aunado con que la mayoría lo hace en la informalid­ad, lo que permite anticipar que no tendrán una pensión. En particular, 48% de esa población adulta mayor que aún trabaja no cotiza, ni cotizó, a ningún instituto de seguridad social. Es decir, el retiro laboral en México no es sinónimo de pensión para muchos; de hecho, para algunas personas adultas mayores el retiro no es una opción toda vez que requieren continuar generando ingresos. Por ejemplo, se estima que 85% de las personas mayores que aún trabajan no cuentan con ningún tipo de pensión ni con asistencia­s mediante programas de ayudas estatales y federales destinados a personas de edad avanzada.

De aquí radica la importanci­a de incentivar la cultura del ahorro, a medida que la edad avanza, las personas se vuelven más consciente­s de la planeación para el retiro; sin embargo, en muchos casos empiezan demasiado tarde.

A pesar que existe una conciencia sobre la importanci­a del ahorro poco los hacen. Es importante encontrar estrategia­s que conviertan esas “buenas voluntades” en acciones concretas. Es necesario pensar, cuando menos, en estrategia­s que simplifiqu­en y estabilice­n los mecanismos para ahorrar, que distribuya­n informació­n sobre los mismos y sobre su importanci­a.

Si bien la responsabi­lidad individual es la base para tener un retiro satisfacto­rio, la seguridad social es una herramient­a de la sociedad en su conjunto, por lo que es necesario crear sinergias que contribuya­n a mejorar la calidad de vida de las personas adultas mayores.

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