El Economista (México) - Turismo

TORONTO LOS SECRETOS DE LAS ISLAS

- Alberto Romero/Enviado alberto.romero@eleconomis­ta.mx

TORONTO, Canadá. Dicen que sus caminos están libres de autos, que hay un parque de diversione­s para niños y una comunidad que despierta todos los días frente a la mejor vista panorámica de la ciudad. Que un faro aloja a un fantasma y que un muelle se adentra en el lago Ontario mientras parte en dos una playa, cerca de una granja y de un club de yates. Dicen también que son las islas de Toronto las que descubren, tal vez, la cara más inesperada de la ciudad.

El camino a las islas inicia de frente a la CN Tower, donde un grupo de personas recibe las instruccio­nes de Terrence, guía de un paseo en bicicleta que arranca en el downtown de Toronto y conduce a unas islas cercanas rodeadas por el azul intenso del lago Ontario.

Después de ajustar el casco y abordar su bicicleta, los ciclistas urbanos forman una hilera y se dirigen a la terminal marítima. El camino cuesta abajo descubre el movimiento de la gente en dirección a sus trabajos, el trazo asfáltico de las calles y algunos parques públicos bañados de sol. En suma, el despertar de la metrópoli.

Al llegar a la terminal y de frente a un mapa de las islas, el guía da las últimas instruccio­nes al grupo de ciclistas. Algunas personas se acercan al punto de embarque ante la proximidad de la salida y en cuestión de segundos los viajeros abordan un ferry que atraviesa el lago Ontario para conducirlo­s a su destino. El grupo desciende en el muelle de Hanlan’s Point y rueda sus bicicletas para situarse de frente a la primera gran vista panorámica de la urbe, cerca de la estatua de Ned Hanlan. Terrence explica que ese hombre llegó a ser concejal de la ciudad después de ganar un lugar en la historia a través del canotaje, disciplina de la cual llegó a ser campeón mundial en la parte final del siglo XIX.

Tras tomar las primeras fotografía­s del día y observar el descenso de pequeñas aeronaves en el aeropuerto cercano, inicia un paseo entre árboles, mesas de madera y vistas intermiten­tes de la urbe. De pronto, el guía hace un alto para señalar el lugar donde se encuentra una playa que posee una particular­idad: aquí la ropa es opcional. Algunos sonríen, pero nadie se anima a probar las aguas del lago y el tour continúa su camino.

El siguiente alto es frente al Gibraltar Point Lighthouse. El guía se coloca frente al grupo y narra la historia que ha dado fama a este punto del tour, y comienza a contar que un hombre de apellido Radelmülle­r, custodio del faro, fue asesinado por dos personas alcoholiza­das hace más de 200 años. Son muchos los que aseguran haber visto a Radelmülle­r vagar cerca del faro, dice el guía poco antes de continuar el camino.

Después las bicicletas se enfilan hacia un punto menos siniestro y en minutos arriban a un muelle de madera que se adentra en el lago Ontario. Al llegar al mirador, la vista roza la arena de la playa Manitou, donde algunas personas toman el sol, juegan voleibol o reposan bajo sombrillas.

1 de junio del 2015

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