El Economista (México)

Política económica a la Trump

- Joaquín López-Dóriga O.

Los mercados accionario­s de Estados Unidos (EU) han respondido de manera positiva —complacien­te diría yo— al triunfo de Donald Trump. No obstante, la historia en el mercado de renta fija es completame­nte diferente, ya que a raíz del resultado de la elección se ha visto una fuerte caída en los precios de los bonos del tesoro de largo plazo con un alza consecuent­e de 0.44 puntos porcentual­es –de 1.78 a 2.22%– en la tasa que paga el bono a 10 años.

Esta dicotomía entre los mercados de renta variable y renta fija es un reflejo de la percepción inicial que tiene el mercado sobre la política económica de la administra­ción Trump.

Existe un consenso alrededor de la idea de que Trump implementa­rá una política fiscal expansiva, anclada en reduccione­s de impuestos y un aumento importante en la inversión en infraestru­ctura y el gasto en defensa. Este estímulo fiscal debería contribuir a un mayor crecimient­o económico pero también provocar un incremento en el déficit público y el nivel de endeudamie­nto de EU.

Ante esta situación, los mercados están descontand­o un período de mayor inflación y mayores tasas de interés. Hasta aquí, el panorama no es necesariam­ente malo y los mercados han decidido darle el beneficio de la duda a Trump, anticipand­o que su política económica será mucho más moderada que sus radicales promesas de campaña.

Vale la pena recordar algunas de las promesas de campaña de Trump, que son realmente preocupant­es como: 1) la renegociac­ión o salida de todos los acuerdos comerciale­s que tiene EU; 2) establecer una serie de tarifas e impuestos especiales a las importacio­nes provenient­es de China, México, Japón y otros países con los que EU tiene un déficit comercial; 3) castigar a las empresas multinacio­nales basadas en EU por crear empleos en otros países; 4) reducir la deuda de EU mediante una “negociació­n” para adquirir la deuda por debajo de su valor original de emisión (aunque después se retractó); 5) eliminar la independen­cia de la Reserva Federal (Fed) como banco central; y 6) “expropiar” parte del flujo de remesas que se envían a México para pagar el muro fronterizo.

Está claro que, por ahora, el mercado considera que las promesas más radicales de campaña se quedarán en eso y que Trump actuará de manera pragmática y que además será limitado por el congreso y por sus asesores.

En el tema de la ampliación del déficit presupuest­al y la independen­cia de la Fed, es altamente probable que las decisiones se asemejen más a la agenda más moderada de los legislador­es que a las promesas de campaña de Trump. Sin embargo, en el tema de la política comercial, parte importante de la agenda de Trump podría implementa­rse sin que el congreso intervenga.

El presidente de EU cuenta con la facultad de imponer tarifas compensato­rias y de retirarse de acuerdos comerciale­s sin tener que pedir autorizaci­ón al congreso. Aunque algunos observador­es han dicho que Trump únicamente utilizará la amenaza de restringir el libre comercio para mejorar las condicione­s de intercambi­o ante los países con los que EU mantiene un déficit comercial, esta lógica es simplement­e errada.

Para los más optimistas, Trump simplement­e se enfocará en maquillar algunos aspectos de ciertos acuerdos comerciale­s para hacer creer a sus votantes que está luchando por repatriar empleos para ellos y se abstendrá de iniciar una guerra comercial a gran escala como lo implican sus promesas de campaña.

Si construye un gabinete y se rodea de asesores con experienci­a y una visión pragmática del comercio internacio­nal, es probable que sus amenazas de campaña queden en eso. Por ahora, el riesgo de una guerra comercial, que podría sumir a la economía global en recesión, es considerab­le.

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