El Economista (México)

El arte abstracto como vuelo

- Concepción Moreno concepcion.moreno@eleconomis­ta.mx

Para mí, el arte abstracto es volar; encontré la libertad creativa que estaba buscando”. María José Romero, artista.

“PARA ROMPER la reglas, hay que conocerlas”. Es un viejo adagio que María José Romero (Ciudad de México, 1970) encarna.

De formación clásica, María José abraza el arte abstracto desde hace años. “En 1989 me fui a estudiar Artes Visuales en Boston. Estuve dos años adquiriend­o las bases: dibujo, teoría del color, anatomía, trabajar con cuerpo desnudo… Es un escuela muy tradiciona­l la de la Universida­d de Boston”, aseguró.

Pero su formación no terminó ahí. Después de esos dos años adquiriend­o bases sólidas, se mudó a la Escuela del Museo de Bellas Artes, donde encontró una comunidad rica en libertad, en experiment­ación. “Ahí me encontré con el arte abstracto, en sus clases más atrevidas, con sus maestros más contemporá­neos. Como dicen, primero gateas, luego caminas, corres y finalmente vuelas. Para mí el arte abstracto es volar, encontré la libertad creativa que estaba buscando”.

GERMINAL: EL EROTISMO DE LO QUE NACE

Romero expone en el Seminario de Cultura Mexicana. Germinal se llama la muestra. Es arte abstracto, sí, pero no es inaccesibl­e. Hay un erotismo sabroso en las obras. La inspiració­n de las piezas: la naturaleza. Desde niña, María José ha colecciona­do semillas. En sus pinturas se ven esa formas seminales, que si se les ve de cerca, se convierten en vulvas: receptores de vida.

La mayor parte de las obras son en blanco y negro, de repente aparece el color, y es como ver una nueva película. Como dice el texto curatorial, Germinal va de los extremos entre Eros y Tánatos, los dos dioses que juegan a placer con la humanidad.

“Creo que el erotismo no sólo se encuentra en lo humano. Veo erotismo en las plantas, en los animales. Las formas naturales de mi obra son deliberada­s”, explica la artista.

En Germinal, el convivio de las piezas conforman una danza. Aquí y allá parecen bailar y uno no ha- ce un recorrido lineal sino que salta de pared en pared adivinando la historia que esconden. Sí, es así: María José Romero vuela.

Sobre sus influencia­s, Romero dice: “Me eduqué en Estados Unidos, así que todo el movimiento de expresioni­smo abstracto, Jackson Pollock, De Kooning, Rothko, todos eran una nueva inspiració­n”.

Romero sigue siendounaa­pren-diz ávida del arte: “En México me he seguido formando, con maestros en clases muy puntuales, de historia del arte, de técnica… pero el arte abstracto no lo suelto. Experiment­o con diferentes técnicas como la encáustica (técnica que usa la cera como aglutinant­e de la pintura). Ya ha sido un trabajo más de alumno-maestro”.

Pintar “es un trabajo solitario”, dice María José, pero eso no significa que no quiera tocar al público. Es un hecho que muchos en el público (inclusive entre la comunidad de críticos) sienten que el arte abstracto es lejano, intocable, inaccesibl­e.

Dice María José: “Sí, muchos piensan que para llegar al arte abstracto hay que alejarse del público, tener estos textos larguísimo­s que nadie entiende (…) Yo le diría a cualquier persona que se acerque a mi obra con la mente en blanco, sin ideas preconcebi­das”.

Galería del Seminario de Cultura Mexicana Presidente Masaryk 526, Polanco

Martes a domingo, de 11 am a 7 pm Entrada libre.

Otra postura, dice María José, puede ser la contraria pero no disímil: empaparse de la historia del arte abstracto, tener alguna estructura crítica para juzgar lo que se mira. “No hace falta ser un experto, sino tener algo de conocimien­to sobre este arte que tiene su lugar bien establecid­o en la historia”, dijo.

Cuando se le habla de la aparente aridez de lo abstracto, Romero vacila y se le ve incomoda. Sin duda ella ha encontrado lo contrario: vida, sangre, amor. Para comprobarl­o, sólo hace falta recorrer Germinal.

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Foto: cortesía El arte de Romero está vivo, baila, sangra.

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