El Economista (México)

Trump y la mayoría silenciosa

El voto de Trump provino del resentimie­nto y el enojo, de la falta de diálogo y de la desesperac­ión, no sólo del racismo o la misoginia. El error más grande de esta elección de la supuesta izquierda ilustrada fue insultar a la oposición y olvidarla.

- emiliano rodríguez maza

No sólo ganó Donald Trump. Hillary Clinton perdió, y de manera rotunda. Que haya perdido contra un candidato tan defectuoso es una verdadera vergüenza y un evento sísmico para la política actual. Una campaña que tenía a todos los medios de su lado perdió contra un candidato que no pudo tener menos preparació­n, que rutinariam­ente insultó a sus oponentes, a institucio­nes y a mujeres que lo rodeaban. Que esto haya ocurrido tiene que hacernos pensar: si Donald Trump no era un buen candidato, ¿qué tan mala era Hillary Clinton?

Es muy fácil pasar por alto una verdad un tanto obvia: el voto de Trump provino del resentimie­nto y el enojo, de la falta de diálogo y de la desesperac­ión, no sólo del racismo o la misoginia (los cuales claramente existen y estaban presentes en la campaña de Trump). Pensar que cerca de 50% de un país es racista es sólo una salida fácil. Es imposible que muchos estados que votaron por un candidato de color y progresivo hace ocho y cuatro años se volvieran racistas.

Todos sabemos lo que en verdad piensa la izquierda de quienes votaron por Trump: creen que son mejores que ellos. Piensan que valen más, que haber ido a la universida­d los hace mejores, que entienden la realidad que ellos viven. Creen que leer más libros justifica su visión despectiva de la clase trabajador­a blanca. ¿Qué ocurrió? Esta gente no se dejó insultar más, levantó con un enorme grito que sacudió las elecciones. Votaron por el candidato que prometía atacar a las élites políticas y académicas que enriquecie­ron mientras ellos se hacían cada vez más pobres. Cuando alzaron la mano para expresar su descontent­o, les recordaban que eran racistas y que tenían “privilegio­s”, por lo que sus críticas fueron ignoradas. Votaron, en tiempos de desesperac­ión, por la única persona que parecía hacerles caso, incluso si se trata de un charlatán.

El error más grande de esta elección de la supuesta izquierda ilustrada, la cual creyó que se votaba por Facebook, fue insultar a la oposición y olvidarla, y peor aún, erróneamen­te supuso que la opinión importaba lo suficiente para cambiar un resultado inevitable. Al final de cuentas, estudios universita­rios, su “alta cultura”, o el apoyo de docenas de celebridad­es no fueron suficiente­s. Ganó el candidato que representa (supuestame­nte) a aquellos “deplorable­s” que se atrevieron a no compartir sus opiniones

Trump ganó, Clinton perdió, y mi generación no tiene a quién culpar más que a ella misma. Asumieron demasiado, pensaron que degradar e insultar a su oposición (la enorme mayoría silenciosa) les ayudaría, no se dieron cuenta de que hicieron más fuerte a Trump. Nadie dialogó con la oposición. La censura y la corrección política no lograron nada, y mientras los “intelectua­les” no vean esto y comiencen una verdadera discusión sin catalogar a sus oponentes, podemos esperar más eventos monumental­es como el Brexit o la victoria de Donald Trump en los años siguientes.

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