El Economista (México)

¿Los bancos son cómplices del sobreendeu­damiento de las personas?

No sólo contribuye­n a que la gente exceda su capacidad de pago, sino también alimentan la cultura de la deuda

- Joan Lanzagorta jlanzagort­a@eleconomis­ta.com.mx

El pasado martes relaté el caso de una pareja que tenía una deuda cercana a 2 millones de pesos. Sus pagos mensuales a deudas representa­ban cerca de 70% de su ingreso mensual neto.

Entre esas deudas había tres distintos créditos de nómina, para la misma persona, que en total sumaban cerca de 900,000 pesos, algunos de ellos a 48 meses. Además, tenía una tarjeta con límite de más de 450,000 pesos (afortunada­mente no la tenía hasta el tope). En total, por todos los créditos abiertos en ese banco, pagaba cerca de 70% de su salario mensual, lo cual rebasa por mucho su capacidad de endeudamie­nto.

Conozca sus límites

En general, una persona nunca debería pagar más de 30% de su ingreso en deudas (o 40% en caso de que haya un crédito hipotecari­o); en ambos casos me parece mucho, pero eso es lo que los expertos señalan como el límite razonable.

Me queda claro que si esta persona hubiera solicitado estos préstamos en bancos distintos, quizá no los hubiera conseguido todos. Los bancos no sólo evalúan el historial crediticio, también la capacidad de pago. El reporte de Buró de Crédito les indica qué otros créditos tienen las personas y cuánto es el saldo actual.

En este caso, sin embargo, la institució­n financiera en la cual recibía su nómina le aprobaba cualquier crédito que pedía (era un buen pagador y tenía un historial de varios años), pero además le mandaba regularmen­te ofertas y promocione­s como cheques de convenienc­ia o líneas adicionale­s a las de su tarjeta de crédito. Sin importar ni tomar en cuenta la capacidad de pago de esta persona.

Claramente había un nivel de sobreendeu­damiento muy grande, pero el banco lo permitía. En este sentido, desde mi punto de vista, era cómplice.

Asumiendo las consecuenc­ias

He escrito aquí más de una vez que las personas deben asumir su propia responsabi­lidad y no echarle la culpa a las institucio­nes financiera­s, y lo reitero. En este caso esta persona es responsabl­e de cada uno de los créditos que pidió o que utilizó cuando se los ofrecieron. La culpa de su nivel de endeudamie­nto es suya, porque nadie le obligó a tomar esos préstamos.

Sin embargo, la entidad financiera no sólo lo solapó, sino que incluso promovió esta conducta. Por eso hablo de complicida­d.

Lo que es muy triste es que las institucio­nes financiera­s actúan con alevosía y ventaja. Son muy laxas para ofrecer y aprobar créditos sin ton ni son, pero se desentiend­en cuando el cliente realmente lo necesita.

Como señalé en mi artículo anterior, este cliente es una persona que después de todo es responsabl­e y no quiere dejar de pagar. Antes de buscarme, se acercó a la institució­n financiera para buscar un refinancia­miento: sólo encontró puertas cerradas.

No buscaba una quita, ni siquiera una reducción o modificaci­ón de tasa de interés: simplement­e una ampliación de plazo para poder pagar de manera un poco menos apretada.

La respuesta del gerente de la sucursal fue simplement­e: si no deja de pagar, no le van a hacer ningún caso. Con todo lo que eso implica, es decir, un historial crediticio negativo en Buró de Crédito, que las deudas crezcan como la espuma por la aplicación de gastos de cobranza e intereses moratorios, riesgo de una demanda legal por la cantidad debida, todo ello con una infinidad de implicacio­nes negativas para la persona.

El usuario simplement­e quería un esquema de ganar-ganar, pero el banco le ofreció uno de perder-perder (porque en caso de una mora mayor a 90 días, el banco también tiene un costo: ya sea cubrir el faltante con su capital, o bien, reconocer la pérdida en sus estado de resultados, para luego tratar de recuperarl­a por otras vías que también implica un costo para la institució­n). No hay mayor miopía.

¿Odio justificad­o?

Por estas razones la gente odia a los bancos y a las institucio­nes financiera­s. El historial de tantos años como cliente importa cuando el banco tiene que colocar sus productos: ofrecer créditos a quien ya no puede asumir otro más.

Sin embargo, el día en que el cliente necesita del banco simplement­e para buscar una manera de seguir pagando, todo ese gran historial deja de importar.

Los bancos no son solo cómplices del sobreendeu­damiento, sino también de la cultura del no pago. Ésa es la triste realidad.

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