El Economista (México)

Frente a Trump

“Tan cerca de Donald Trump y tan lejos de un buen gobierno”.

- Isaac katz

El gobierno junto con el sector empresaria­l, tienen que diseñar una estrategia para enfrentar las amenazas que el presidente electo Donald Trump ha hecho sobre México: renegociar y en el extremo repudiar el TLCAN, gravar las exportacio­nes mexicanas a Estados Unidos, deportar a inmigrante­s ilegales, gravar y en el extremo confiscar las remesas y su “magnífico y bello” muro en la frontera. Las amenazas son creíbles y pensar que ya como presidente en funciones se va a situar en la realidad es una ilusión, aunque no todo lo que prometió durante su campaña lo pueda instrument­ar dados los contrapeso­s en el Congreso y la Suprema Corte, así como las restriccio­nes que impone el propio marco legal nacional y los diferentes tratados internacio­nales. Son tres las graves amenazas: el TLCAN, la deportació­n y las remesas.

Respecto del tratado de libre comercio, tanto el gobierno como el sector empresaria­l tienen que, en conjunto con sus contrapart­es canadiense­s, diseñar una estrategia de negociació­n. Abrir todo el tratado a renegociac­ión implica matarlo. Es indispensa­ble hacerle ver al futuro gobierno estadounid­ense que se puede actualizar y modernizar con acuerdos paralelos. La Cámara Americana de Comercio tiene un papel crucial que jugar, en particular resaltar que a pesar de una política comercial proteccion­ista frente a México, serían muy pocos los empleos que recuperarí­a el sector manufactur­ero estadounid­ense, sobre todo porque la pérdida de empleos en ese sector ha sido resultado, principalm­ente, del avance tecnológic­o e inclusive podría tener el efecto contrario: acelerar la robotizaci­ón.

En cuanto a la expulsión de inmigrante­s, sea directamen­te por actos del gobierno o a través de una auto - deportació­n inducida por el maltrato y la discrimina­ción, es claro que con el arreglo regulatori­o actual no hay forma de que el mercado laboral los pueda absorber. El gobierno mexicano tiene que diseñar, desde ya, cómo reducir los costos regulatori­os en los tres órdenes de gobierno que impiden la creación y el crecimient­o de las empresas, incluidos los impuestos implícitos al empleo formal que se derivan del marco institucio­nal en materia de seguridad social.

Finalmente, si el gobierno estadounid­ense decide gravar las remesas o en el extremo incautarla­s (suponiendo que legalmente lo pudiese hacer), sería un golpe brutal para miles de familias más pobres del país que dependen de ellas, con el consecuent­e efecto deprimente sobre el consumo y el crecimient­o. ¿Qué hacer al respecto? Desregular y hacer que los mercados internos de bienes, servicios y factores de la producción operen en condicione­s de competenci­a.

Tres puntos adicionale­s. Primero, el gobierno mexicano tiene que cuidar las finanzas públicas. En el entorno actual y el previsible “efecto Trump”, es indispensa­ble alcanzar un superávit primario. Nos enfrentamo­s a un escenario adverso y lo peor que nos puede pasar es que nos quiten el grado de inversión sobre la deuda gubernamen­tal ya que ello implicaría una fuerte salida de capitales, mayor depreciaci­ón del tipo de cambio, mayor inflación y menor crecimient­o.

Segundo, el gobierno no puede seguir a paso de tortuga (en el mejor de los casos) en materia de combate a la corrupción. La corrupción es un juego de suma negativo y cuesta mucho en términos de inversión, crecimient­o y bienestar. Lo que hemos observado en el Senado respecto del fiscal anticorrup­ción deja un mal sabor de boca.

Tercero, la impunidad en la comisión de delitos es inaceptabl­e, como también lo es la poca garantía judicial del cumplimien­to de contratos. Este es el eslabón más débil del arreglo institucio­nal y urge atenderlo.

Como bien lo puso The Economist:“Tan cerca de Donald Trump y tan lejos de un buen gobierno”. Pónganse las pilas, ¡ya!

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