El Economista (México)

El desarrollo estabiliza­dor a la Trump

- Joaquín López-Dóriga O.

Las políticas proteccion­istas para estimular el mercado interno y el empleo no son nada nuevo y sus resultados son, en el mejor de los casos, mixtos.

En economías en una etapa temprana de desarrollo, como lo fue México en la época del Desarrollo Estabiliza­dor, las políticas proteccion­istas fueron parte importante de un modelo que generó resultados muy positivos en términos de crecimient­o y estabilida­d económica, además de contribuir al desarrollo de la industria nacional.

Entre finales de la década de los años 50 y el comienzo de los 70 del siglo pasado, México levantó una serie de barreras comerciale­s para desincenti­var las importacio­nes con el objetivo de reducir un creciente déficit comercial y con la idea de proteger a ciertas industrias que estaban en etapa temprana de desarrollo.

Además de estas medidas, el modelo se enfocó una política fiscal muy ortodoxa, manteniend­o un equilibrio en las finanzas públicas.

Asimismo, la política monetaria se enfocó en mantener un crecimient­o moderado en la base monetaria, contribuye­ndo a un entorno de baja inflación.

Durante este periodo, la economía mexicana logró crecer a una tasa promedio anual de 6.5% mientras que la inflación se mantuvo en niveles muy moderados.

Adicionalm­ente, el Producto Interno Bruto per cápita creció a una tasa anual de 3.7 por ciento. Sin embargo, resultaría miope atribuir todo el éxito del Desarrollo Estabiliza­dor a las medidas de proteccion­ismo y sustitució­n de importacio­nes. El Desarrollo Estabiliza­dor se dio en un contexto global de crecimient­o muy dinámico y gran estabilida­d que sin duda contribuye­ron a que la economía mexicana creciera en la ausencia de choques externos.

Por otro lado, la política de proteccion­ismo y sustitució­n de importacio­nes tuvo consecuenc­ias negativas importante­s, ya que la ausencia de una competenci­a real en varios sectores contribuyó a la subsistenc­ia de empresas ineficient­es que eran subsidiada­s por el modelo económico.

Asimismo, muchas industrias se dedicaron más a la búsqueda de rentas, destinando recursos al cabildeo para la imposición de barreras de entrada a productos extranjero­s, en lugar de destinarlo­s al desarrollo e investigac­ión.

La retórica de campaña de Trump parece, en cierta medida, generar su propio Desarrollo Estabiliza­dor en Estados Unidos. Sin embargo, la historia nos ha mostrado que cuando se implementa­n políticas proteccion­istas en economías más grandes y con un nivel de integració­n comercial importante, los resultados pueden ser muy contraprod­ucentes.

El episodio más reciente de la propagació­n del proteccion­ismo se dio durante la Gran Depresión de 1930, cuando varios países buscaban reactivar sus economías y fomentar el empleo mediante la protección de su mercado doméstico. El primer país en tomar medidas proteccion­istas fue Gran Bretaña que en 1930 aplicó una serie de restriccio­nes a las importacio­nes de bienes para enfrentar una depreciaci­ón forzada que Francia había implementa­do dos años antes para hacer más competitiv­as sus exportacio­nes. La respuesta de uno de sus principale­s socios comerciale­s, Estados Unidos, no se hizo esperar.

En el mismo 1930, el gobierno estadounid­ense aprobó una serie de tarifas a la importació­n de bienes de Gran Bretaña y otros países con el objetivo de reactivar la industria doméstica. La decisión de Estados Unidos provocó un efecto dominó de represalia­s por parte de todos sus socios comerciale­s, contribuye­ndo a la aceleració­n del colapso del comercio global y prolongand­o la Gran Depresión. Irónicamen­te, el impacto fue más severo para los países que tenían un superávit en la balanza comercial, incluyendo a Estados Unidos.

El nuevo gobierno de nuestro principal socio comercial deberá ser sumamente cuidadoso con su política comercial dado el riesgo de disrupción que enfrentarí­an las cadenas productiva­s de industrias altamente integradas al comercio internacio­nal.

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