El Economista (México)

Tragedia fiscal

- Eduardo Revilla

Con unos cuantos días de diferencia, diversos medios reportaron, por un lado, que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) saldría al rescate de aquellas entidades federativa­s — notoriamen­te Veracruz— que requieren resarcir desfalcos a sus tesorerías y, por el otro, que el Instituto Nacional Electoral (INE) descubrió que todos los partidos políticos han omitido el pago del Impuesto Sobre la Renta (ISR) retenido a sus empleados (y otras contribuci­ones) por poco más de 626 millones de pesos. Aunque aislados, este par de hechos develan una verdadera tragedia tributaria.

El actual sistema de coordinaci­ón fiscal entre los estados y la SHCP implica que, a cambio de no establecer impuestos a ingresos o actos por los que ya existen impuestos federales (como el Impuesto al Valor Agregado —IVA— o el ISR), los estados reciben participac­iones de la recaudació­n federal.Este mecanismo permite al gobierno federal controlar presupuest­almente a los estados y a éstos el poder gastar dinero que no recaudan sus tesorerías locales, generando un opaco sistema por el que los gobernador­es simplement­e no rinden cuentas a sus gobernados por recursos que no se generaron en su entidad.

Bajo esa premisa, exgobernad­ores como Javier Duarte en Veracruz, César Duarte en Chihuahua o Roberto Borge en Quintana Roo, entre otros, desviaron multimillo­narios recursos de las haciendas estatales (mayoritari­amente constituid­os por fondos federales) para enriquecer sus bolsillos y los de sus allegados, familiares y prestanomb­res. Las cifras imputadas a estos personajes rondan varios cientos de miles de millones de pesos. Enfrentamo­s, sin duda, uno de los mayores atracos que registre nuestra historia, latrocinio aderezado de la impunidad (casi complicida­d) de los órganos de procuració­n de justicia que les permite estar libres o prófugos.

Con recursos adicionale­s aportados por los contribuye­ntes, la SHCP habrá de rescatar a los gobiernos estatales que dilapidaro­n ilegalment­e el dinero cubierto por los mismos contribuye­ntes. Increíble.

Por otro lado, los partidos políticos siguieron la misma ruta trazada por varios gobiernos estatales en el sexenio anterior, en el sentido de embolsarse para sí el ISR retenido a sus empleados. Esta delictiva conducta, por la queel gobierno federal ha procesado penalmente a varios empresario­s, no sólo no fue sancionada para los gobernador­es que decidieron retener ilícitamen­te el ISR, sino que se les otorgaron plazos para resarcir parcialmen­te dichos montos. Los recursos requeridos por los partidos políticos (incluyendo los impuestos que deben retenerse por salarios pagados dichos partidos) son aportados —vía el INE— por los contribuye­ntes.

Ante el cuestionam­iento litigioso de algunos contribuye­ntes sobre cómo y en qué se gastaron los estados recursos que no tenían presupuest­ados, la Suprema Corte de Justicia de la Nación apuntó a quienes promoviero­n el amparo #YoContribu­yente, que ese asunto no incumbía a los particular­es: que la población tiene la obligación de pagar impuestos, pero no el derecho a cuestionar su indebida utilizació­n.

Cuando los contribuye­ntes aportan recursos al erario federal y de ahí se distribuye­n a estados y partidos políticos para su desfalco con la complicida­d o colaboraci­ón de las procuradur­ías o de la Corte y posteriorm­ente se pasa la factura a los contribuye­ntes para resarcir faltantes, estamos en presencia de una estafa. La apuesta a que no siga pasando nada es muy alta.

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