El Economista (México)

Videgaray, el James Bond de Enrique Peña Nieto

- Fausto Pretelin Muñoz de Cote @faustopret­elin

El año 2017 comenzará el 20 de enero con la tensión que genera la incertidum­bre. Entrará a la Casa Blanca un genio de la televisión y los negocios, pero un párvulo de la política que ha recibido en 12 meses un curso propedéuti­co sobre política exterior. En efecto, el éxito de Estados Unidos depende de la secretaría de Estado.

Desde el pizarrón de Twitter, Trump ha decidido prolongar su campaña política exitosa sin percatarse de que el 20 de enero sentirá un escalofrío al entrar al despacho Oval. Las fotografía­s, videos y audios de lo que ocurrirá ese día, ya han sido transmitid­os en diversas series de televisión, y escrito en los libros de Baudrillar­d.

Trump sigue en campaña con la seguridad de ganar la Casa Blanca. Ofrece que su país se va a desgajar del mundo para reconverti­rse en planeta. Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Plutón, Saturno, Urano, Neptuno y Estados Unidos.

Sin embargo, desde los primeros 10 minutos del 20 de enero, Trump comenzará a balbucear y a depender de sus asesores estrellas. Lo embargará un sentimient­o similar al del paciente cuando le informan que es víctima del Alzheimer. En ese momento Trump comenzará a extrañar los casinos, sus aventuras donjuanesc­as y su obsesión por el dinero. Presidente por un día.

Al sur de Estados Unidos se encuentra una cancillerí­a convertida en un laboratori­o donde el número de errores ha superado al de los ensayos. “Estamos quemados por haber jugado la carta de andar promoviend­o que los mexicanos de doble nacionalid­ad se registrara­n para votar (obviamente demócrata)”, me revela un diplomátic­o de carrera; quitamos y colocamos a nuevo embajador; le decimos a Paulo Carreño (subsecreta­rio para América del Norte) que se enrolle la bandera en su cuerpo para mentarle la madre a Trump al mejor estilo Preciado, Padierna y Gómez del Campo (Mariana); le respondemo­s a Hillary sus “agravios” estrenando puente aéreo Torre Trump-Los Pinos; nos confiamos de que Trump era un globo sonda de los republican­os; y después de todo, nos dimos cuenta de que nuestra brújula no tenía aguja.

En efecto, al fondo de múltiples escenas hiperestét­icas donde hubo abundante confeti, banderas y el omnipresen­te ¡viva México, cabrones!, aparece un 20 de enero entre distópico y sórdido para México.

La semana pasada, en Los Pinos, el presidente Peña encerró a los secretario­s Ruiz Massieu, Guajardo y Meade para depurar la estrategia que apostará en el último tramo de la transición del presidente electo hacia el poderoso habitante de la Casa Blanca. Un año atrás era impensable que la misión toral del 2017 correría a cargo de un funcionari­o sin cargo. La figura que fue expulsada por la opinión pública pocas horas después del tour de Trump a Los Pinos, Luis Videgaray intenta convertir la amenaza de Trump en la revolución de los claveles mexicanos.

Si Ernesto Cordero se convirtió en el secretario Google de Felipe Calderón, Luis Videgaray está sumergido como James Bond en una misión especial. Se trata de blindar el TLCAN. Trump puede convertirs­e en sheriff de Carrier y de Ford; en arquitecto de un “bello” muro; en editor de la web Breitbart, especializ­ada en temas sensaciona­listas de seguridad. En lo que no puede convertirs­e es en el destructor del TLCAN. Videgaray tiene ese objetivo. Es quien mejor relación tiene con Trump y su equipo cercano. Hoy, en su persona se concentran tareas de la embajada, de la secretaría de Comercio, de Gobernació­n, del despacho presidenci­al, y por supuesto, de la cancillerí­a.

En la cancillerí­a no dan crédito por lo que están observando. Un subsecreta­rio arrinconad­o en su laberinto; una izquierda y su mea culpa por criticar el TLCAN en el siglo pasado, y un Videgaray que subyace en la negociació­n con Trump.

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