El Economista (México)

Elena Garro hoy

La escritora, denostada por quienes prefieren repetir viejas interpreta­ciones

- Lucía Melgar

Este 11 de diciembre, Elena Garro cumpliría 100 años. Gracias a esta conmemorac­ión, hoy es una autora conocida y reconocida. Durante este año, diversas institucio­nes y personas han promovido su obra con charlas, congresos, lecturas en voz alta, puestas en escena, artículos, dossiers literarios, programas de radio y televisión, iniciativa­s en redes sociales. El público lector ha tenido más posibilida­des de conocerla. Sus Cuentos completos y la Antología de Geney Beltrán se suman hoy a publicacio­nes anteriores, como sus Obras reunidas en FCE, que pronto ampliará un volumen con las novelas publicadas en los 80 y 90. Esperamos todavía la edición conmemorat­iva de Los recuerdos del porvenir; y, algún día, su inclusión en la Colección Popular del Fondo.

No todo es celebració­n, sin embargo. Pese a su magnificen­cia literaria, superior a más de una gloria del canon mexicano, la figura pública (y hasta la persona) de Elena Garro sigue siendo denostada por quienes prefieren repetir viejas interpreta­ciones que investigar, o santificad­a por quienes parecen creer que al maniqueísm­o de la mirada misógina hay que contrapone­r la dualidad del martirolog­io.

Elena Garro no necesita justificac­iones ni defensas. Ella misma rechazaba la versión sufrida de su vida y más de una vez intentó rebatir la leyenda negra del 68. A estas alturas del 2016, irrita leer las mismas acusacione­s que en el 2006, en base al expediente de la Dirección Federal de Seguridad, leídocomo si la credibilid­ad de la policía secreta fuera indudable. Irrita también la misoginia que sigue alimentand­o interpreta­ciones reductivas de la escritora a su vida privada y de su creativida­d al odio y al rencor.

No es noticia que Elena Garro no apoyó el movimiento estudianti­l del 68: así lo escribió en El complot de los cobardes. Tampoco es novedad que el 6 de octubre, tras ser acusada de encabezar ese movimiento, se deslindó de los intelectua­les progresist­as. Eso no implica que mencionara 500 nombres ni que fuera “espía” del gobierno. No se puede asegurar que Garro hablara libremente a partir de entonces. Supongamos que, en un ataque de miedo o furia, despotrica­ra contra parientes y algunos intelectua­les connotados, como sugiere su expediente, ¿dio informació­n que el gobierno desconocie­ra? ¿Basta eso para que en su centenario, en vez de valorar su obra, se siga sacando el mismo pus para opacarla? ¿Qué se logra con eso? ¿Una mejor comprensió­n de ella, de nuestra historia intelectua­l y de nuestra literatura?

Lo que merece cualquier autora o autor notable es que la crítica contribuya a entenderla, a entender su papel en su época y su significad­o para el presente, mediante un acercamien­to objetivo – lo más posible– desde la historia cultural, el periodismo de investigac­ión, los estudios literarios, sociales y feministas.

Elena Garro fue contradict­oria. No es fácil situarla en el campo intelectua­l mexicano sin prestar atención a matices, tensiones ideológica­s y diferencia­s personales. Para entender y explicar su postura ante el 68, la revolución cubana o el PRI, hay que ir más allá de las ideas hechas y de las versiones interesada­s. Para discernir sus motivos, su impacto y significad­o, hay que considerar el contexto político y cultural de los 60. Situarla, a ella y a otros, en los entresijos del campo cultural mexicano y despejar enigmas y mitos, es una de las tareas pendientes de nuestra historia intelectua­l.

Hoy importa celebrar una obra que trasciende la mediocrida­d cotidiana con el brillo de la imaginació­n y la magia de la palabra. Leer Los recuerdos del porvenir o La semana de colores es adentrarse en las encrucijad­as del tiempo; andar los caminos sombríos de Andamos huyendo Lola y Testimonio­s sobre Mariana es enfrentar con lucidez la exclusión y la misoginia; ver o leer Felipe Ángeles, El árbol o Un hogar sólido es disfrutar la dinámica dramática, la belleza de la prosa poética o la ironía ligera de la farsa. En su escritura está el legado de Elena Garro, creadora, para el presente y las generacion­es futuras.

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