El Economista (México)

No le saquen a la Garro

Ya casi es el centenario de Elena Garro y el cintillo de editorial Drácena es un escupitajo al pastel

- Concepcion Moreno concepcion.moreno@eleconomis­ta.mx

Yo no sé por qué Elena Garro no es más adorada. Sus textos deberían ser leídos en la secundaria y la prepa. A mí me metieron por la garganta a la Poniatowsk­a, Gabo y Mario Benedetti. Mi maestra de literatura, cursi pero buena profesora, nunca nos habló de Garro. Amaba el movimiento del 68, supongo que fue por eso.

Elena Garro se atrevió a desmarcars­e de la clase intelectua­l de aquel año, los responsabi­lizó de alborotar a los jóvenes y de desaparece­r a la hora de las balas. Lo intelectua­les, esa raza alienígena, alzaron su nariz y le dieron la espalda.

A partir de ese momento la cordura de Garro empezó a deteriorar­se. El asunto empeoró cuando su amigo, el político Carlos Madrazo, murió en un avionazo misterioso. Garro y Madrazo habían encabezado un movimiento proagraris­ta y fueron de los primeros a los que el gobierno señaló como causantes de la revuelta estudianti­l.

A partir de la muerte de Madrazo, Garro ya no conoció la paz. Ella y su hija anduvieron huyendo hasta que acabaron en España. Nadie dice que Garro fuera muy responsabl­e: se registraba en hoteles carísimos de los cuales salía pitando a medianoche porque no tenía para pagar.

Elena Garro y su hija Helena Paz Garro hicieron de todo para sobrevivir en Europa: limpiaron casas, pedían dinero prestado. Hay quien afirma que Octavio Paz, exesposo de Garro y padre de su hija, las dejó a su suerte. Es falso: Paz nunca abandonó sobre todo a su hija. Imagino al maese Octavio diciendo con su voz de asmático: “Ay, Elena, Elena”, mientras firmaba un cheque.

En sus memorias Helena Paz Garro relata una infancia infeliz. Sus padres estaban muy ocupados en sus labores diplomátic­as (léase: beber champagne con huéspedes multilingü­es) y ella andaba de casa en casa de amigos y familia.

Imaginen cómo habrá sido esa familia. Dicen que ver discutir a Garro con Paz era un espectácul­o fantástico: pum paz crash. ¿Vieron la película The squid and the whale? Dos padres ultraintel­igentes que hacen pedazos a sus hijos. Me contaron que Helena Paz Garro era una mujer brillante, buena poetiza y a juzgar por sus memorias, una prosista de miedo. De todo el drama de la familia Paz Garro, creo que Helena es de quien menos se ha hablado y creo que sería un personajaz­o para una novela. Si nadie la escribe tendré que hacerla yo.

Pero estábamos hablando de Elena Garro. Debí haber empezado con esto. Estoy indignada con Editorial Drácena. Corrió por todas las redes sociales la semana pasada. Seguro lo vieron.

Drácena, editorial española, sacó una reedición de Reencuentr­o de personajes, novela de Garro que no he leído pero de la que estoy hambrienta porque reúne la prosa F. S Fitzgerald con la de Garro. Como suele ser con las nuevas ediciones el libro venía con un cintillo, ya saben, ese cinturón de papel donde se pone algún comentario o críticas del volumen. Tantas cosas que hay que decir de Garro y estos idiotas la redujeron a un suburbio, como dijo Antonio Ortuño. El cintillo de la ignominia decía algo al sazón de: “Esposa de Octavio Paz, amante de Bioy Casares, inspirador­a de García Márquez, admirada por Borges”.

Y ya, eso es todo: Garro importa por los hombres con los que se relacionó. Pase a leer la vida sexual de autora en segundo plano.

A ver, lo que dice el cintillo es cierto: sí estuvo casada con Paz, sí fue amante de Bioy, sin ella no existiría el realismo mágico de García Márquez y a Borges le caía bien. Pero es obsceno que para promover el trabajo de una autora genial (y aunque fuera mediocre) se le reduzca a una vagina. Señores de Editorial Drácena: ¿les entregamos nuestras matrices en una bolsita?

La editorial ya prometió retirar los libros que lleven el cintillo y ponerlos de nuevo a la venta. Dan ganas de boicotear la edición y todos lo que produzca la casa. La próxima vez van a sacar una edición de Virginia Woolf y le van poner “Amiga de Keynes”. No sé si se entienda la gravedad del caso. La mujeres no somos satélites que gravitan alrededor del gran sol masculino. Ya no hay lugares donde se nos trate con respeto, ni siquiera en el mundo de la mente, en el prístino sistema solar de las letras.

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