Santiago Roncagliolo, el autor todoterreno que vive de viaje
El autor profundiza en México, su adolescencia y en la violencia que nos acecha a todos
El también periodista, nacido en Lima, en 1975, es uno de los tantos hijos exiliados que tuvieron que huir de sus países; comenta en entrevista que a través de la escritura se libera de sus miedos.
EL ESCRITOR Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) es uno de los tantos hijos de exiliados que tuvieron que huir de sus respectivos países. De hecho, el autor vivió parte de su infancia en nuestro país.
Roncagliolo es un escritor impredecible que explora diferentes temas y cuenta con libros como Pudor (2004), que fue llevada al cine, mientras que el thriller político Abril rojo ganó el Premio Alfaguara de novela 2006 y su novela más reciente se llama La noche de los alfileres.
Pero también es periodista y escribe libros infantiles; es un autor todo terreno que vive de viaje, aunque reconoce que tal vez el próximo año se dedique a ser “amo de casa”.
¿En serio viviste en la Ciudad de México?
Sí, yo fui chilango… pero ya se me quitó (risas). Aquí aprendí a leer y tengo muchos recuerdos. Viví en la colonia Florida y como a los 10 años regresé a Perú.
¿Qué recuerdas de la ciudad?
Los recuerdos de un niño son muy diferentes a los de un adulto; son más sensoriales y me pasa cuando como cosas como una cajeta, el Miguelito, la piña con chile; todo eso es parte importante de mi memoria.
¿Extrañas esos años?
Cuando regreso a Perú sucede lo de mis padres, que se divorcian; hay mucha violencia y no podía salir a la calle o el colegio. Siempre crecí con una Ciudad de México idealizada y de que había un mundo perfecto allá y eso fue lo que busqué en los libros y por eso comencé a leer muy temprano buscando esos mundos que eran mejores al que me rodeaba.
Santiago Roncagliolo confesó que comenzó a leer por órdenes de su padre, quien a los ocho años le dijo: “Basta de tonterías de libros con dibujitos”, y lo llevó para que escogiera un libro de verdad.
¿Qué es lo primero que escoges? Tiburón, de Peter Benchley, y la escogí porque vi la portada en la que un tiburón perseguía a una chica desnuda. Mi padre se lo llevó al librero y el encargado le contestó que era una obra revolucionaria y pues a mi padre le gustaba todo lo que fuera revolucionario (risas) y me lo compró.
Después de eso, el escritor comentó que siguió leyendo cosas de Agatha Christie, Juan Rulfo y cosas de terror mexicano.
Te influenció todo esto, imagino. Me acuerdo mucho de la cultura de la muerte en México, que tiene que ver mucho con lo que yo escribo en realidad; hay mucho de la muerte y la violencia en mis trabajos y por supuesto que sí.
Cuando regresas a Perú, ¿qué encuentras?
Regresé a un país que era el mío pero que no conocía y que además era muy violento. Quizá por eso me hice escritor. Creo que hay una sensación de extranjería en todos los escritores; de no encajar en la realidad para crearte otras realidades. Cierras un libro y se termina todo, pero en la realidad no hay un botón de off.
¿Fue sencillo adaptarte? Cuando llegué a Lima era un chico que hablaba raro y no entendía los chistes. Pasé de un colegio mixto laico a uno religioso de varones y me acuerdo que toda la dinámica giraba en torno a la palabra ‘cachar’; no tenía ningún significado terrible, pero eso era follar y yo no entendía nada (…) Sentía que no encajaba como muchos otros.
UNA NOVELA SOBRE MONSTRUOS Y FANTASMAS
El libro más reciente de Roncagliolo es La noche de los alfileres (Alfaguara), donde relata la historia de Beto, Moco, Carlos y Manu, cuatro amigos que decidieron rebelarse contra todo su mundo y que tiene que ver con muchos de los recuerdos del escritor.
¿La novela es sobre la memoria? Es sobre la adolescencia y tiene muchos elementos de humor negro, de thriller, y es sobre la furia de los raros del colegio. Son cuatro chicos que no encaja- ban en la escuela y que son bulleados en la Lima de los 80 en una sociedad violenta y reprimida, pero que un día deciden tomar el control, pero todo sale mal. La violencia va penetrando en los protagonistas.
Es algo que cambió sus vidas. Y esta vez uso mi adolescencia y la escolaridad (…), quizá porque ya pasó mucho tiempo y decidí que era momento de recordar y
encontrarme en ese momento decisivo de la adolescencia. En mis libros me interesa explorar cosas como la diferencia, la soledad y la incapacidad de conectar con otras personas y la violencia que eso genera y que nos rodea.
¿Fue terapéutico escribir el libro? Para mí escribir es sacar lo que te incomoda, lo que te asusta a ti mismo para intentar domesticarlo y controlarlo. En La noche de los alfileres decidí que todo fuera más personal.
¿Qué viene para ti?
A lo mejor me tomó un año sabático. Llevo muchos años viajando y mi esposa aguantando y tal vez es hora de que sea amo de casa (risas) Digo, son ideas de un padre cuarentón… no lo sé.