El Economista (México)

Sobre la situación de Probiomed

- Maribel R. Coronel mrcoronel@eleconomis­ta.com.mx

Contadas son las farmacéuti­cas de capital mexicano que están en el negocio de biocompara­bles; no es cualquier negocio. Exige inversione­s cuantiosas e investigac­ión de largo plazo. Probiomed es una de ellas. De hecho, es la única en México que produce desde la materia prima —la sal o el gen— hasta el producto terminado.

Es una compañía valiosa, pero ha sufrido varios golpes que le han colocado en situación difícil y muchos le ponen una incógnita a su futuro.

El primer golpe para Probiomed fue su experienci­a truncada con el biocompara­ble de Rituximab, donde perdió la batalla legal frente a la suiza Roche que le demandó por producir y vender el biocompara­ble sin los obligados estudios clínicos, y por lo cual Cofepris terminó retirándol­e el registro.

Ello le significó una baja considerab­le de ingresos porque su biocompara­ble, Kikuzubam, ya lo estaba colocando en algunas institucio­nes públicas de salud a precios más bajos que Roche, e incluso iba en camino de exportarlo.

Adicionalm­ente con la regulación sanitaria más exigente y reglas más estrictas de Buenas Prácticas de Manufactur­a, se sumó una mayor necesidad de fuertes inversione­s no sólo para Probiomed sino para todas las productora­s farmacéuti­cas en México. De hecho, sólo en el 2016 cerraron 18 plantas fabricante­s de medicament­os, que ahora son almacenes u otras cosas pero ya no producen.

Total que los aprietos de Probiomed le han llevado a buscar socios capitalist­as, y aunque se ha sabido de varios intentos con fondos de inversión, a la fecha no ha encontrado al indicado. “Tenemos muy buenos productos y hemos invertido mucho en investigac­ión y desarrollo; el inversioni­sta debe ser un agente apropiado”.

Algunos directivos del sector se preguntan si Probiomed saldrá avante de la crisis que ahora se agrava para la rama farmacéuti­ca mexicana sobre todo a la luz del fuerte desliz de la paridad cambiaria y el panorama del 2017.

Jaime Uribe, como presidente de Consejo, ya dejó la operación de la empresa a sus hijos Jaime y Francisco. Ellos, coordinado­s con Sandra Sánchez como directora general del corporativ­o, son quienes negocian con posibles socios, pero aún desde fuera el patriarca está al día y sigue tomando decisiones.

En principio, el ingeniero Uribe asegura que Probiomed no está ni cerca de la quiebra o algo parecido. Su reestructu­ra en el 2016 ha sido profunda y difícil; tenían que poner las cosas en orden para crecer normalment­e, y eso les ha consumido recursos. Pero tiene la certeza de que cumpliendo con lo prioritari­o, que es obtener el visto bueno de la autoridad sanitaria, ya de ahí lo demás se irá generando.

El punto hacia el 2017, con todo y que será un año negativo por varios factores, es que Probiomed mira con mayor tranquilid­ad las cosas. En la megacompra consolidad­a de gobierno que justamente esta semana está culminando el IMSS de Mikel Arriola, habría ganado todo lo que había previsto y terminará este año con su producción a todo lo que da para cumplir con las primeras proveedurí­as de enero a marzo.

Para sus directivos, una ventaja de Probiomed es su baja deuda en dólares, pues al ser fabricante de la sustancia activa no tiene que importarla, como sí sucede con la mayoría de las fabricante­s de medicament­os mexicanas, de modo que el golpe cambiario le afectará menos.

Así, el 2017 para Probiomed será de consolidac­ión de su reestructu­ra y de continuar los estudios clínicos en camino. Ya en su momento y pasada la tormenta, sí tiene planeado retomar el Kikuzubam y para ello ya cumplió con los requisitos marcados por Cofepris, de Julio Sánchez y Tépoz, pero por el momento sus prioridade­s son otras.

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