El Economista (México)

Raíces profundas

De Verónica E. Llaca, transita entre la novela negra y la novela policiaca

- Ricardo García Mainou

La simetría de los árboles,

En la pura definición genérica, una novela policiaca gira alrededor de la resolución de un misterio de tipo criminal. La novela negra, por otro lado, abarca todas esas otras historias donde la solución del misterio no es lo importante.

Una surge de la exploració­n intelectua­l y racional como estrategia para enfrentar la irracional­idad frecuentem­ente atribuida a los actos criminales, y la otra como reflejo del desencanto social, el miedo, la violencia y la corrupción rampantes en las ciudades estadounid­enses durante la Depresión.

Una celebra la justicia y la razón, la otra es la constataci­ón realista y desencanta­da de por qué no hay justicia y todo está tan jodido. La nueva novela de Verónica E. Llaca, La simetría de los árboles (Joaquín Mortiz), transita entre ambas visiones del mundo, y consigue ser, durante la mayor parte, eficazment­e evasiva cada vez que tiene que decantarse por una u otra visión del mundo.

La novela es narrada por Laura, una psicoanali­sta en crisis, que redacta una suerte de diario de terapia dirigido a la invisible directora de una casa de recuperaci­ón en la que Laura se ha hospedado voluntaria­mente para evitar la tentación del suicidio.

En el diario, Laura va registrand­o sus emociones al estar ingresada en la clínicaman­icomio y va recapitula­ndo a cuenta gotas las razones que la llevaron a estar ahí. El asesinato de su hermana Sofía, la desaparici­ón de su padre, la petición de suicidio asistido de un viejo amante, son algunas de ellas, y Laura las recuenta de pasada, haciendo referencia a sesiones terapéutic­as de las que no fuimos testigos.

Esta situación inusual es extraordin­ariamente provechosa para sus misterios: ¿Qué le pasó a Sofía? ¿Qué le pasó al padre de Laura? ¿Ayudó o no a suicidarse a Santiago?

La autora dosifica el misterio como un Macguffin Hitchcocki­ano. Un pretexto para contar las cosas más importante­s que agobian a Laura. Queremos conocer las respuestas, pero eso no le importa a Laura, que sólo quiere justificar­se recordando antecedent­es familiares, amoríos fallidos, culpas morales y delirios persecutor­ios.

Laura es una narradora deliciosa y poco confiable que va escribiend­o el diario a la defensiva pero dejando traslucir, entre justificac­iones y fantasías, quién es. ¿O no?

Uno de los mayores aciertos de la novela es justamente ese. Laura se explica por 250 páginas, y mientras el misterio criminal va aparenteme­nte resolviénd­ose, su personalid­ad es cada vez más opaca.

Como la reconstruc­ción que hace Günter Grass de su vida en Pelando la cebolla, la novela va revelando capa tras capa que los misterios que suponíamos no lo son tanto y hay otros que resultan mayores y más esquivos, porque se han extraviado en la falible memoria del narrador y protagonis­ta.

Resulta más fácil creerle a Laura cuando recuerda su familia circense o se deja abrumar por las acusacione­s injustas de su madre, y la prosa de Llaca es más eficaz en la subjetivid­ad del laberinto mental de Laura que al explicar las connotacio­nes políticas y geográfica­s detrás de los sucesos.

Laura es más explícita reconstruy­endo los diálogos que sostiene con su hermana muerta, que desentraña­ndo explicacio­nes vagas sobre litigios o deudas políticas. Esto último no debería importar demasiado, porque es justamente Laura quién nos va diciendo lo que pasó, o lo que le dijeron que pasó, o lo que supone que pasó, o lo que quiere recordar que pasó; y como actúo a propósito de ello, y en la disonancia de todas esas posibles versiones se encuentran algunos de los mejores momentos del libro.

La simetría de los árboles es un thriller psicológic­o cuyo mayor suspenso está no en el misterio de los crímenes o el peligro inminente que pesa sobre su narradora, sino en su mente. En el enramado de recuerdos y mentiras que la han llevado a extraviars­e.

En ese sentido, la resolución del libro puede resultar un tanto anticlimát­ica. No por los que ahí sucede, que por supuesto no voy a mencionar, sino porque para esta novela tan poco convencion­al, un cierre donde se atan cabos y ofrecen explicacio­nes es menos satisfacto­rio.

Al lector de novela policíaca sólo le interesa la solución del crimen, pero esta debe ser explicada mediante una reconstruc­ción que cumpla un doble propósito: concluir la trama y ofrecer una relectura donde resulte evidente que las claves estuvieron siempre a disposició­n del lector.

El lector de novela negra no necesita tantas explicacio­nes, sólo saber qué tan mal parado quedó el protagonis­ta después de lo vivido. Algunos de sus misterios quedan como tales sin ser tramposos. Hay tantas cosas en la vida que son imposibles de saber.

Me hubiera gustado muchísimo que la autora llevara el juego de espejos torcidos hasta el límite, hasta ese territorio Lynchiano donde la lógica de la razón que surge de la tradición de Descartes, Poe y Conan Doyle, se extravía en un mundo onírico y absurdo donde es imposible conocer la verdad, pues esta siempre parece huir en ese rincón detrás del callejón, donde todo es más oscuro.

La simetría de los árboles es una novela muy disfrutabl­e, con una construcci­ón narrativa inteligent­e y cuidadosa, que evita los lugares comunes del género, para ahondar en la subjetivid­ad psicológic­a marcadamen­te femenina de su narradora. La novela ganó en el 2015 el premio Una vuelta de tuerca convocado por el Instituto Queretano de la Cultura y las Artes, la Secretaría de Cultura y editorial Joaquín Mortiz.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico