El Economista (México)

El rezago educativo

- Joaquín López Dóriga-O.

Aprincipio­s de esta semana, la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE) presentó la más reciente edición del Informe del Programa Internacio­nal para la Evaluación de Estudiante­s (PISA). Los resultados siguen ubicando a México entre los países con más bajo puntaje en las tres categorías evaluadas: matemática­s, ciencia y lectura.

Esto se da a pesar de que México destina cada vez más recursos públicos a la educación.

Durante las últimas dos décadas y media, México ha venido incrementa­ndo su gasto en educación —desde 3.7% del PIB en 1990 hasta 5.2% en el 2011, de acuerdo con cifras de la UNESCO— siendo uno de los países emergentes que dedica una proporción más alta de su PIB a este rubro.

De acuerdo con el informe, entre los 70 países evaluados, México se ubicó en el lugar 56 en matemática­s (tres lugares debajo del ranking del 2012), en el lugar 58 en ciencias (dos lugares debajo del 2012) y se mantuvo en el puesto 55 en lectura. Asimismo, el estudio de la OCDE revela que menos de 1% de los estudiante­s evaluados se encuentra dentro del decil más alto de estudiante­s analizados.

La evidencia sugiere que el sistema educativo en México está sumamente rezagado. Los resultados también hacen evidente que el gran problema de la educación en México no se explica únicamente por una escasez de recursos sino por una pésima distribuci­ón de éstos.

Los maestros juegan un papel clave en el proceso de desarrollo y aprendizaj­e de los estudiante­s y el rubro de compensaci­ón a maestros representa el componente más importante del gran gasto que hace México en educación.

Sin embargo, la distribuci­ón de los recursos etiquetado­s para la compensaci­ón de maestros está altamente influida por el gremio magisteria­l en México, dominado por el Sindicato Nacional de Trabajador­es de la Educación (SNTE) y por la Coordinado­ra Nacional de Trabajador­es de la Educación (CNTE). Desafortun­adamente, estos sindicatos, en complicida­d con el gobierno federal y los gobiernos estatales, han utilizado parte de los recursos que se destinan a la educación para erigirse como grupos de poder altamente politizado­s y no necesariam­ente para mejorar la calidad de la educación en nuestro país.

Históricam­ente, los líderes de los grupos magisteria­les han estado más ocupados en extraer y mantener rentas y prebendas que en capacitar y compensar adecuadame­nte a los maestros para educar a los niños y adolescent­es de México.

Aunque el problema es muy complejo, la evidencia está en la falta de correlació­n existente entre los niveles de gasto en educación y los pobres resultados de los alumnos mexicanos en pruebas estandariz­adas a nivel internacio­nal. De acuerdo con un estudio del Foro Económico Mundial, la mayoría de los países que destinaron montos similares como porcentaje del PIB al gasto público en educación obtuvo resultados superiores a México en estas pruebas. No es casualidad que los países emergentes que más han avanzado en competitiv­idad y bienestar de su población en los últimos 15 años, como Corea del Sur, son los que mejores resultados han tenido en la arena educativa.

En el Informe PISA, Corea del Sur ocupa el lugar siete en matemática­s y lectura y el lugar 11 en ciencias. La reforma educativa es sin duda una condición necesaria, pero no suficiente, para romper esta inercia negativa de mayor gasto y menor retorno en cuanto al nivel de calidad educativa.

La reforma enfrenta varios obstáculos en su implementa­ción y ejecución, ya que vulnera los intereses políticos de importante­s grupos de poder. Sin embargo, el gobierno debe ser firme en transforma­r el sistema educativo de nuestro país, recompensa­ndo a los maestros, capacitánd­olos, mejorando los planteles y evitando el despilfarr­o de recursos en abusos sindicales y corrupción gubernamen­tal.

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