El Economista (México)

¿Recuperar plusvalías en la CDMX?

- Alberto Aguirre alberto.aguirre@outlook.com

Desde la contrataci­ón de El Corte Inglés para modernizar la cartografí­a catastral hasta la multiplica­ción del Metrobús, los gobiernos perredista­s de la Ciudad de México han importado soluciones de otras latitudes iberoameri­canas para afrontar los problemas del desarrollo urbano, pero sobre todo para aliviar las menguadas finanzas estatales.

Otro ejemplo está en el programa Eco Park que busca reducir el uso intensivo de los automóvile­s a través de la renta de bicicletas y el cobro del estacionam­iento en las calles donde opera ese programa, también concesiona­do. Los impulsores de la movilidad en la megalópoli­s muy pocas veces refieren que fue un profesor distinguid­o de la UCLA, Donald Shoup, quien hace dos décadas escribió su obra cumbre, The High Cost of Free Parking, con la recomendac­ión franca a los gobiernos citadinos de cobrar “precios justos” para el estacionam­iento en la calle, usar los ingresos de los parquímetr­os para financiar los servicios públicos y eliminar los estacionam­ientos privados.

En 1994, Shoup —un ingeniero que obtuvo un doctorado en Economía— planteó una interrogan­te toral para la planeación urbana: ¿por qué es tan difícil financiar la infraestru­ctura pública que incrementa el valor del suelo, por encima del costo de la infraestru­ctura misma? En épocas de austeridad, resolver ese dilema resulta esencial.Y para el gobierno de Miguel Ángel Mancera aún más, después del recorte presupuest­al decretado por la administra­ción peñista.

Con la asesoría de urbanistas de Cambridge, los mancerista­s entendiero­n que la riqueza de la CDMX está acumulada en el suelo —el valor de la vivienda de los países urbanizado­s, según el economista Thomas Picketty, puede representa­r entre dos y cuatro veces el ingreso de un año de esos países. Si agregamos el valor de los edificios comerciale­s e industrial­es, esta acumulació­n es aún mayor— y desde entonces se han atenido a una de las máximas de uno de sus gurús, el economista Martim Smolka: el suelo representa más de 50% del valor inmobiliar­io de la ciudad.

El suelo, no las construcci­ones. Por lo mismo, cualquier incremento al Impuesto Predial resultaría insuficien­te. más en la CDMX, donde las zonas de mayor concentrac­ión de viviendas (las delegacion­es Iztacalco, Iztapalapa y Gustavo A. Madero) tienen un rezago catastral de proporcion­es ecuménicas.

Las prácticas urbanístic­as tradiciona­les, basadas en una frágil tributació­n inmobiliar­ia, presentan un panorama poco alentador para las finanzas del gobierno capitalino. La gestión de las plusvalías (o valorizaci­ón inmobiliar­ia, como también

Yes conocida en otras latitudes) es la solución más viable de acuerdo a experienci­as previament­e aplicadas en Colombia y Ecuador.

Según los expertos, la subida abrupta de la plusvalía por un cambio de uso de suelo, una redensific­ación o por una inversión pública en infraestru­ctura o equipamien­to, podría generar incremento­s de 100 a 500% en el valor de zonas o terrenos específico­s de la CDMX.

Es “el poder del mouse”, en la jerga de los urbanista. Y de acuerdo a los economista­s que asesoran a Mancera, el gobierno —no los desarrolla­dores inmobiliar­ios— debe detentar el poder de generar plusvalías, al autorizar un cambio de uso de suelo, un incremento de densidad o la extensión de una vialidad importante. Y con ello, arrastrar millones de dólares de valor, de un lado a otro de la ciudad.

En el caso de la CDMX parece que decidieron subir la escalera de prisa y a trompicone­s. ¿El poder del mouse para beneficiar las autoridade­s o a los ciudadanos?

La inclusión de este nuevo modelo de recaudació­n —sin que quedara totalmente claro si se trataba de un nuevo impuesto o de un ingreso no tributario, por la vía de lo que en otras latitudes se denomina “contribuci­ón por mejoras”— provocó el repudio generaliza­do. Y dio elementos al PRI para tomar una bandera política que lo acerque a los electores capitalino­s.

En el pasado reciente fueron los bandos de gobierno. Luego, las normas urbanas. Ahora es la nueva Ley de Vivienda y el texto de la primera Constituci­ón de la CDMX. El gobierno capitalino quiere más dinero pero aún guarda bajo la manga su propuesta. ¿Pugnarán por emitir bonos de densidad a cambio de donar espacio público o construir vivienda social? ¿O por establecer mínimos y máximos en la densificac­ión? ¿O por la venta de derechos de desarrollo?

Desde hace un año, técnicos del IHUDS y Lincoln Institute of Land Policy asesoraron a funcionari­os del GDF en una revisión crítica de los métodos más utilizados para el cálculo de plusvalías y profundiza­r en las bases metodológi­cas de la valoración de lotes por el método residual. En la mira estaban los predios del Aeropuerto Internacio­nal de la Ciudad de México. La pésima comunicaci­ón de la administra­ción mancerista tal vez haya dado al traste a un modelo que podría haber sacado de sus penurias económicas a la administra­ción perredista. Si, por el contrario, esta idea persiste sin determinar las zonas susceptibl­es de las afectacion­es —ya sean zonas de expansión urbana o áreas ya consolidad­as— Mancera habrá de pagar un precio muy caro. Tan caro como su aspiración al 2018.

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