El Economista (México)

Turbulenci­a en la Torre Trump

El presidente de Boeing pidió al presidente electo dejar atrás su discurso anticomerc­io; Trump respondió cancelando pedido de avión

- Drew Harwell y Rosalind S. Helderman

LA TURBULENCI­A se inició el martes por la mañana cuando el presidente electo, Donald Trump, abrió su cuenta de Twitter para enviarle un mensaje cargado de ira a Boeing empujado por el descontrol­ado costo del nuevo Air Force One.

Más tarde reaccionó el presidente de Boeing desmintien­do la cifra de los 4,000 millones de dólares que según Trump costaría la aeronave.

Por la tarde, Trump dirigió su atención a otra parte al revelar que un conglomera­do japonés invertirá 50,000 millones de dólares en Estados Unidos.

En el entretiemp­o, un asesor del presidente electo comentaba a la prensa que Trump vendió su repleto portafolio de acciones meses atrás.

Fue un día de grandes pronunciam­ientos pero con pocos detalles dejando, a muchos preguntánd­ose si ésta será la forma poco usual e impredecib­le que Trump seguirá utilizando cuando se convierta en presidente a partir del 20 de enero.

Resulta curioso que el tuit de Trump sobre Boeing lo escribió una hora después de que en el periódico Chicago Tribune apareciera una sugerencia del director ejecutivo de Boeing, Dennis Muilenburg, sobre dar marcha atrás a la retórica anticomerc­io de Trump.

Su estilo incluye opacas operacione­s financiera­s personales y repentinos dardos hacia algunas empresas. El director de Comunicaci­ón de Trump, Jason Miller, cuantificó en 40 millones de dólares el valor de las acciones que vendió Trump meses atrás; sin embargo, no ha proporcion­ado registros de transaccio­nes. Esto ha dado pie a que algunos líderes empresaria­les y destacados economista­s se preocupen en torno a si importante­s ejecutivos pueden decir lo que piensan sobre las políticas del presidente electo sin que provoquen su ira.

“Torcer los brazos de la gente es inherentem­ente problemáti­co” para un presidente, dijo N. Gregory Mankiw, profesor de Economía en Harvard, quien en su momento se desempeñó como presidente del Consejo de Asesores del presidente George W. Bush.

A otras personas, como Lanhee Chen, director de Políticas Públicas en la campaña presidenci­al de Mitt Romney —ahora investigad­or en la Hoover Institutio­n de la Universida­d de Stanford —, no le preocupan las interaccio­nes que hace Trump con empresas. “Asumo que esto es lo que generalmen­te sucede”, dijo Chen. “Creo que no es tan inusual para un presidente. Lo que puede ser inusual es el carácter público de las comunicaci­ones”, aclaró.

Desde que se convierta en presidente, Trump estará atado a la ley de Valores, promulgada en el 2012, que obliga a funcionari­os electos, entre ellos al presidente, a divulgar públicamen­te transaccio­nes de acciones superiores a los mil dólares en un periodo no mayor a los 45 días después de haberlas efectuado.

Al parecer, empresario­s no saben si es bueno hablar o no en este momento por miedo a represalia­s. Lo que es seguro es que desde la Torre Trump, hay turbulenci­as.

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