El Economista (México)

Trump, hasta que se acabe

Con el recuento de votos en algunos estados es difícil revertir el triunfo de Donald Trump, pero antes tendrán que agotarse los recursos.

- JUAN MARÍA NAVEJA jnaveja@hotmail.com

La elección en Estados Unidos no está terminada. Es cierto, difícilmen­te se revertirá el triunfo de Donald J. Trump, pero para que sea elección consumada restan los recuentos en cuatro estados, el proceso de los colegios electorale­s el 19 de diciembre y que, el 6 de enero, el Congreso cuente los votos.

Desde finales del siglo XVIII Estados Unidos eligió un sistema sui géneris: no gana quien más votos obtiene sino el que alcanza la mayor cantidad de sufragios electorale­s: por lo menos, 270.

Votaron 131,741, 500 ciudadanos, 55.4% del padrón. Clinton alcanza 65 millones 180,245 votos por 62 millones 662,985 de Trump.

Pero, de los votos electorale­s, que son los que cuentan, Trump tiene 306 y Clinton, 232.

En estos días se realiza un recuento en Wisconsin, Michigan y Nevada, único de los cuatro estados ganado por Hillary Clinton. Pennsylvan­ia aún depende de la orden de un juez federal.

Para que se revierta la tendencia la candidata demócrata tendría que mantener la ventaja en Nevada y ganar los recuentos en los otros tres estados.

Mal perdedor como lo es, Trump ha descalific­ado los recuentos, después de que había declarado que sólo reconocerí­a los resultados si ganaba.

Los recuentos están considerad­os por la ley, no se trata de una triquiñuel­a, porque además ni siquiera los promueve la candidata Clinton —quien se ha replegado—, es su equipo el que los apoya.

Es una iniciativa de la candidata del Partido Verde, Jill Stein, quien contiende por segunda ocasión; esta vez obtuvo 1% de la votación, ha dicho que no busca que se revierta el resultado, sino que se cuenten bien los votos.

Para documentar, la ventaja de Trump en Wisconsin es de 27,390 votos, en Pennsylvan­ia, 67,902, y en Michigan, 12,646. Márgenes sumamente estrechos. Y Stein dice que no quiere que la elección quede marcada por las fallas en las máquinas de votación.

Para que la elección se complete falta que los 50 colegios electorale­s ratifiquen la tendencia, porque en esta instancia existe el llamado voto infiel (en inglés, faithless electors), o trásfuga: ocurre cuando uno o varios electores votan en sentido contrario a la votación. En la historia apenas hay unos cuantos casos, pero nunca modificaro­n el resultado.

La historia no es nueva. En Estados Unidos en el 2000 la elección llegó a la Corte Suprema, que declaró ganador a George W. Bush, cuando se registraba una fuerte polémica por el recuento de votos en el estado de la Florida.

Clinton tiene ventaja de 2 millones 517,263 votos. Trump ha dicho que si descuentan los votos ilegales, cualquier cosa que eso signifique en su cabeza, seguro ganaría también el voto popular…

De nueva cuenta hay voces en Estados Unidos que insisten en la necesidad de modificar el sistema electoral, pero no parece que vaya a suceder, ya que predomina el orgullo por el viejo sistema heredado por los padres de la patria, y mucho menos con la Cámara de Representa­ntes y el Senado en manos de los republican­os.

Con todo lo anterior, como diría Yogi Berra: esto no se acaba hasta que se acaba. Lo más probable es que el 20 de enero Donald Trump jure como el presidente número 45 de Estados Unidos, pero antes tendrán que agotarse los recursos, le gusten o no al voluntario­so empresario investido de presidente electo.

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