¿Hay progreso en perspectiva?
Las tendencias globales están marcadas por lo que sucede en tres bloques de países que lideran la vida política, económica y social, y que tienen una influencia indiscutible en todo el mundo.
Hay una interdependencia que da base a las negociaciones para la coordinación global. Se trata de Estados Unidos y Japón, la Unión Europea y China.
La mayor interdependencia e interconexión de Estados Unidos es con Europa, Japón, América Latina y China, con ésta última de manera relevante por razones económicas y por seguridad regional. La Unión Europea constituye un bloque con reglas políticas, económicas y sociales que ejercen como normativa para la gobernabilidad. Interactúan con Rusia, su gran proveedor de energéticos y amenaza permanente de su estabilidad. China es el eje de una buena parte de Oriente y tiene una demanda económica que altera los mercados en todo el mundo.
En el Medio Oriente, los países con riqueza petrolera y fundamentalismos religiosos se adosan a los países hegemónicos.
Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, basándose en los estudios de Robert Gordon indica que “es muy probable que el futuro esté marcado por estándares de vida estancados para la mayoría de los estadounidenses, porque los efectos de la desaceleración del proceso tecnológico, serán reforzados por un conjunto de ‘vientos en contra’: una desigualdad creciente, un estancamiento en los niveles educativos, una población que envejece más .... Es una predicción impactante para una sociedad cuya imagen propia está ligada a la expectativa de progreso constante”.
Este planteamiento rompe con la reiterativa formulación positiva de que el progreso es inevitable. También explica la ilusión demagógica de Trump de que es posible volver a la fortaleza norteamericana. Los que votaron por él, lo hicieron para rechazar a los políticos, a la situación económica y al sistema democrático. Como un arabesco lateral, con Trump ganan las visiones hegemónicas de Putin y China.
Coincidente con Krugman, la gran preocupación europea es la perspectiva de menor empleo como una consecuencia de los peligros de la cuarta revolución industrial. La digitalización y robotización crearán menos puestos de trabajo que los que destruye. Se estima que en menos de dos décadas afectará alrededor de 50% de la fuerza laboral europea. Estos escenarios de miedo reciben poca atención por parte de los políticos, pero ahí están.
A corto plazo, sin que empañe esta perspectiva y considerando que la incertidumbre está en todas partes, el Banco Central Europeo acaba de dar un paso adelante inyectando medio billón de euros más a la actividad económica europea, comprando deuda pública y privada. Esta política expansiva llegó demasiado tarde, pero llegó. Y con ello es posible que continúe la recuperación económica, aunque sea modesta.
China, ante la contracción de la demanda mundial y el estancamiento comercial, está viviendo una desaceleración económica.
Internamente, en China se da una abundante oferta de mano de obra barata, así como en la India o México, por poner unos ejemplos, misma que es utilizada por las empresas multinacionales aprovechando la diferencia abismal de los salarios de sus países y los de los países en donde manufacturan sus productos. Los bajos salarios ofrecen una competitividad espuria.
Políticamente, China no acaba de subirse al tren de su transformación económica al aplazar desde el 2013 su programa de reformas económicas, que consiste en fortalecer las fuerzas del mercado, realizar un proceso de liberalizaron financiera y depurar a las ineficientes empresas públicas. China aplaza sus reformas en favor de su estabilidad política.