El Economista (México)

Del absurdo al dolor de ojos

- José Otero

Cuando se habla del mercado de telecomuni­caciones, es muy común encontrar inferencia­s erróneas en las explicacio­nes que se leen sobre la dinámica competitiv­a del mismo. Quizás la más común es confundir cobertura poblaciona­l de un servicio con la facilidad que tienen los usuarios para contratarl­o. Los dos principale­s ejemplos que se pueden ofrecer son los servicios satelitale­s de televisión de paga (conocidos como DTH al ser provistos por esta plataforma) y los servicios móviles que ofrece un operador móvil virtual (OMV).

En ambos casos, la cobertura real del servicio llega a un mayor número de población al ser considerad­o por el operador. Si nos concentram­os en México, vemos que la pisada satelital de los operadores de este servicio cubre a todo el país pero no todas las poblacione­s cuentan con un punto de venta donde los interesado­s pueden contratar el servicio. Lo mismo sucede con los OMV, éstos no cuentan con puntos de venta en todas las poblacione­s donde el operador al que le compran capacidad cuenta con cobertura.

Otro error muy frecuente es tratar de comparar realidades que muy poco tienen que ver entre sí. Por ejemplo, medir con la misma vara a las empresas que recién llegan a un mercado a invertir en la construcci­ón de una red nacional de telecomuni­caciones (pues no la tenían) con aquellas que cuentan con una infraestru­ctura nacional de telecomuni­caciones ya establecid­a. ¿Cómo es posible que se quiera equiparar la cantidad que invierten ambas en infraestru­ctura en el presente?

Para hacerlo más fácil de entender, imagínense a dos vecinos que quieren competir en quién invierte más en construcci­ón de su casa. Resulta que a uno sólo le faltan las puertas y ventanas de la casa mientras que al otro le falta todo. ¿Quién invertirá más? Obviamente el que no tiene nada. ¿Significa esto que el otro no invierte? No, simplement­e que su inversión ocurrió en el pasado. Ya las especifica­ciones de cómo se hizo y en cuánto tiempo es una discusión completame­nte diferente.

Para culminar me gustaría mencionar una falencia demasiado presente en diversos análisis y comentario­s sobre el mercado mexicano de telecomuni­caciones. Me refiero a los que yo denomino como “endófobos” y que comúnmente pueden conocerse como malinchist­as. Aquí me refiero a quienes sin tener pruebas que sustenten sus argumentos proceden a alabar otros mercados de telecomuni­caciones en detrimento de lo que sucede en México. Una cosa es buscar datos u otros elementos comparativ­os de lo que sucede en otros mercados para enriquecer el diálogo y otra es parecer porrista de fútbol americano. Hay veces que leer tanto comentario absurdo lo que causa es un dolor de ojos.

Mientras que en el resto de América Latina, también en otros lugares en el mundo, se celebra y hasta envidia que el IFT sea autárquico y con un cuerpo colegiado, en ocasiones al leer comentario­s locales esto parece ser digno de la construcci­ón de un décimo nivel para el infierno de Dante. Aclaro que el que aplauda la existencia de un cuerpo colegiado no implica que no pueda tener opiniones encontrada­s con ellos.

Asimismo, desde mi perspectiv­a, cacarear estadístic­as sin colocarlas en un contexto apropiado me parece muy dañino para todos los actores de la industria. Es como en la dinámica competitiv­a del mercado: si se menospreci­a a un jugador, éste el día menos pensado nos puede dar una gran sorpresa que impacte negativame­nte nuestros ingresos. Y si se subestima a un jugador de incapaz de cumplir expectativ­as, se corre el riesgo de gastar más dinero del necesario en una estrategia competitiv­a fallida.

¿Por qué hago todas estas aclaracion­es? Soy un fiel creyente de que si todo está bien o todo está mal es casi imposible identifica­r lo que no funciona para repararlo.

*José F. Otero es Director de 5G Americas para América Latina. Esta columna es a título personal.

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