Poesía es resistencia
Rodrigo Castillo, editor, asegura que hoy, en un mundo violento, es cuando más debe pervivir la poesía
RODRIGO CASTILLO es joven. Nació apenas en 1982 pero tiene una larga experiencia como editor. “Y como lector de poesía”, dice. Él mismo poeta, Castillo ha seleccionado a 17 mujeres poetas para el libro Sombra roja (Vaso roto ediciones).
La selección tiene criterios claros: deben ser poetas nacidas entre 1964 y 1986 (toda la generación de la renovación), que hubieran publicado al menos cuatro libros y que su última producción no fuera más vieja que el 2013.
Eso dice la regla, pero Castillo va más allá: “Están las reglas porque si no la selección hubiera sido inacabable, pero el verdadero criterio es mi gusto como lector”. Sombra roja es, entonces, producto de una acción visceral.
“Estamos en una época en que el centro ha dejado de serlo. La periferia es centro, el centro es periferia”, dice Castillo. “Ya no hace falta que una escritora esté en la Ciudad de México para ser conocida. Está Internet como espacio alternativo. La poesía crea esos espacios”.
Dice Castillo que el lenguaje no conoce fronteras. Estas poetas (poetas, no poetizas, pronto explicaremos por qué) hablan de amor, erotismo, violencia, ausencia del padre, las aventuras homoeróticas de los marinos, en fin.
La generación que abarca el libro fascina a Castillo como lector y como antologador. “Escriben de manera muy distinta a la de las autoras nacidas en los 40 y los 50”. Seleccionar duele: “Me habría encantado incluir a Tedi López Mills y a Pura López Colomé, dos poetas a las que admiro mucho, pero no cumplían con los criterios de la selección”.
Algún cínico podría vez Sombra roja como un libro de cuota; darle espacio a las mujeres porque ellas mismas no se lo pueden conseguir. Castillo es radical en ese sentido: “La poesía no se escribe con los genitales. La poesía es una visión, un detalle, una mirada. Lo que Sombra roja pretende es poner en crisis el lenguaje a través de una horizontalidad”. Por eso son poetas, no poe- tizas. “No decimos ‘cuentisto’ y cuentista. Esos usos neoliberales y políticamente correctos del lenguaje no van con la poesía”.
A Castillo no le gusta hablar de la democratización de la cultura, sino de su horizontalidad, lo que es decir que el arte, la cultura, está al alcance de todos; todos podemos ser creadores y el género, femenino o masculino, se difumina como polvo al viento.
LO QUE DICTA LO CONTEMPORÁNEO
Qué difícil es hoy decir qué es lo contemporáneo. Castillo: “El orden contemporáneo es el caos”. En un país donde los feminicidios y la trata de mujeres es la realidad de miles de mujeres, escribir poesía desde la que se grita “Sí, soy mujer y no me derrotarán” es un acto político. “Es resistencia”, dice el editor.
¿Qué resiste? “Este lenguaje neoliberal, empresarial, manipulado, puramente informativo que nos invade y con el que estamos hablando en este momento”. Estas poetas juegan con el lenguaje para recordarnos que hablar es cantar.
“Los espacios para escribir existen, las nociones estéticas sobreviven. El libro sólo da mayor visibilidad a lo que estas autoras están haciendo”.
¿Y quiénes son estas poetas? Algunas ya consagradas como Cristina Rivera Garza, otras que escriben en lenguas originarias como Irma Pineda (mixe) y Natalia Toledo (zapoteco), Carla Faesler, Amaranta Caballero Prado y Karen Villeda, por mencionar a unas pocas.
“Todas articulan el lenguaje con ritmo y plasticidad”, dice Castillo. El lenguaje como escultura, como mecano. Como una construcción de Lego que no tiene mapa.
De nuevo Castillo insiste en que el principal criterio de selección fue su gusto, su visión de editor. “Tu gusto literario es tu gusto de cómo vivir”, dice que le repite a sus alumnos. “El gusto nos conforma como individuos y la poesía la encontramos en lo que comemos, en las películas que vemos, en la novelas que leemos”.
Y hablando de lo que leemos, ¿cómo es publicar un libro de poesía en un mercado dominado por la prosa? Castillo no se amilana: “Existe algo llamado mercado editorial que inventó que en las mesas de novedades sólo debería haber novelas, ensayos. La gente que maneja ese mercado es muy inteligente, pero también ve la lectura como un negocio. La poesía puede darle al lector algo que no le da una novela, esa plasticidad, ese encontrar algo en pocas palabras”. La belleza es breve.
La poesía no se escribe con los genitales (...) es una visión, un detalle, una mirada. Lo que Sombra roja pretende es poner en crisis el lenguaje a través de una horizontalidad”. Rodrigo Castillo.