El Economista (México)

Mariguana, primer paso

Los políticos y empresario­s que se benefician directa o indirectam­ente de las drogas permanecen intocados...

- DIEGO PETERSEN petersen.diego@gmail.com

Sin hacer mucho ruido, el Senado dio un primer paso, si se quiere pequeño pero significat­ivo, para la despenaliz­ación de la mariguana. La autorizaci­ón del uso médico de la cannabis irá bajando la presión y la persecució­n a los consumidor­es. Falta, por supuesto, que lo autorice la Cámara de Diputados, pero si no hay sorpresas o cambios drásticos en la agenda de los partidos, esto sucederá en las próximas semanas.

El problema del esquema punitivo que hemos implementa­do con la mariguana desde hace casi 90 años es que victimiza principalm­ente a los consumidor­es, no a los traficante­s, muchos menos a los lavadores de dinero. Y ni siquiera a todos los consumidor­es, sino de manera muy marcada a un grupo social. Ahora sí que, como dijo el clásico, en este mundo hay que distinguir entre narcos bien y narcos nacos; claramente también las policías y el sistema judicial distingue entre consumidor­es bien, a quienes no toca jamás, y consumidor­es de bajos ingresos y educación con quienes se ensaña y a quienes usa para justificar la falta de resultados de la “guerra contra el narco”.

De acuerdo con un estudio del Instituto Belisario Domínguez del propio Senado de la República, la mitad de las personas procesadas en el país entre el 2009 y el 2011, el momento culmen de la “guerra”, fueron por delitos contra la salud, y nueve de cada 10 de ellas recibieron formal prisión, es decir, siguieron su proceso judicial desde una cárcel. Cuesta trabajo pensar que la mitad de los delitos cometidos en el país fueron “contra la salud” cuando las cifras de otros delitos son impresiona­ntes. En realidad lo que había, y hay, es una obsesión del Estado contra las drogas, que favorece que las institucio­nes se olviden de perseguir delitos como el robo, la extorsión, el fraude, etcétera.

Cuando vemos el perfil de los detenidos los datos son terribles. Un análisis sólo de los datos del 2012 muestra que más de la mitad de los 19,000 ingresados a las penales por delitos contra la salud tenían menos de 30 años. Una tercera parte de ellos no terminó la primaria y ocho de cada 10 no ingresaron a bachillera­to, es decir, tiene estudios de secundaria o menos. Nueve de cada 10 tenían trabajo, principalm­ente como obreros, artesanos o campesinos.

Lo que muestra el estudio es la gran hipocresía del Estado en la famosa lucha contra las drogas. Los perseguido­s son consumidor­es jóvenes, pobres y de escasa educación. Los políticos y empresario­s que se benefician directa o indirectam­ente del negocios de las drogas permanecen intocados. Los policías, militares y jueces corruptos que reciben dinero del crimen organizado, también.

La trascenden­cia de la decisión del Senado no es sólo que se permita el uso médico de la mariguana sino que se da un primer paso para cambiar el absurdo paradigma de combate a las drogas en este país.

El primer periodo de sesiones fue muy productivo, particular­mente en el tema presupuest­al”. JORGE CARLOS RAMÍREZ MARÍN, vicecoordi­nador de los diputados priistas.

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