El Economista (México)

El voluntaria­do fortalece la labor de colaborado­res

Lo importante al momento de gestionar un programa es dejar a un lado la improvisac­ión y desarrolla­r una estructura con bases sólidas

- Edna Herrera

CONTAR CON un programa de voluntaria­do institucio­nal en cualquier organizaci­ón es valioso, pues se fortalece la gestión y desempeños de los colaborado­res y por ello es importante dejar a un lado la improvisac­ión y desarrolla­r una estructura con bases sólidas de su composició­n, afirmó el director de la Alianza Mexicana del Voluntaria­do (Amevol), Emilio Guerra Díaz.

El directivo comentó que de acuerdo con la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo un voluntario es: “aquella persona que realiza un trabajo no obligatori­o sin recibir remuneraci­ón a cambio, en el que dona tiempo para realizar actividade­s —sea a través de una organizaci­ón o de manera directa— para ayuda de otros fuera de su propio hogar”.

Guerra Díaz expuso que la acción social voluntaria se manifiesta gracias a la afluencia de personas que concurren a una organizaci­ón, a un voluntario que tiene uno o varios programas, proyectos y genera diversos servicios.

“Por la fuerza de la participac­ión de más personas bajo una organizaci­ón, la contribuci­ón voluntaria está estructura­da y genera satisfacto­res, mayor impacto y efectos en la comunidad beneficiad­a”, explicó.

El también consultor de desarrollo institucio­nal para programas de voluntaria­do expresó las tres principale­s áreas que debe considerar todo voluntaria­do: saber convocar, saber retener y saber reconocer el esfuerzo voluntario.

“Y correspond­e a las organizaci­ones detonar la cultura del voluntaria­do a través de organizar sus propios grupos, de darles visibilida­d y señalar los resultados obtenidos. De ahí la importanci­a de los talleres que guían a las organizaci­ones a conformar un programa institucio­nal de voluntaria­do”, mencionó.

La triada del voluntaria­do es una propuesta que permite advertir que en la acción social voluntaria existen tres actores: la organizaci­ón, el voluntaria­do y la comunidad”.

Emilio Guerra Díaz, director de la Amevol

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Fotos: cortesía Tanto la organizaci­ón como el voluntaria­do dedican tiempo y recursos a capacitars­e, prepararse y a velar por las relaciones interperso­nales para marcar un estilo de liderazgo.

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