El Economista (México)

Todavía sin justicia

En memoria deMarisela Escobedo

- Lucía Melgar lucia.melgar@gmail.com

El 16 de diciembre del 2010, Marisela Escobedo fue asesinada frente al Palacio de Gobierno de Chihuahua, donde llevaba a cabo una huelga de hambre para exigir castigo para el asesino de su hija Rubí. Pese al dolor por la muerte de su hija, pese a la indecencia de los jueces que liberaron al asesino confeso y a la indolencia de las autoridade­s que no lo encontraro­n cuando se repuso el juicio, Marisela Escobedo superó el horror y se dedicó a investigar el paradero del asesino. Su huelga de hambre fue un último recurso para conmover a autoridade­s cómplices, por omisión, del feminicidi­o, y, por acción, del daño a miles de mujeres y niñas cuyas denuncias desoye o rechaza. En unos días este caso llegará a la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos, gracias al Centro de los Derechos Humanos de las Mujeres de Chihuahua.

El valor ciudadano de Marisela Escobedo, la saña expuesta en su asesinato como defensora que denunciaba el feminicidi­o impune de su propia hija, la indiferenc­ia gubernamen­tal ante su lucha y su muerte, todo ello conmovió y movilizó a la sociedad en diciembre del 2010 en una expresión de indignació­n y hartazgo previa al Movimiento por la paz con justicia y libertad.

Olvidar éste y otros casos ejemplares, dejar en segundo plano la lucha por la justicia de cientos de madres de niñas y mujeres desapareci­das o asesinadas, ha contribuid­o a ocultar la gravedad de laviolenci­a misoginia en nuestro país y se deriva de ella. Aunque hay casos monstruoso­s, esta violencia no puede explicarse desde la anécdota personal o el relato excepciona­l. Es una práctica cotidiana que se da en el ámbito familiar, escolar, laboral, en las calles y carreteras y se reproduce en las institucio­nes que la toleran, justifican o encubren en vez de prevenirla y sancionarl­a, en vez de hacer justicia y garantizar la reparación del daño.

Aunque en la violencia machista inciden diversos factores, no se pueden pasar por alto la prevalenci­a de la impunidad del feminicidi­o, la violación, la trata, el acoso y la desaparici­ón, ni la tibieza de las autoridade­s encargadas de la impartició­n de jus- ticia y de las políticas de género ante esta grave crisis.

Dada la preocupaci­ón que ha generado en los medios y en la clase política el brutal ataque en la carretera y en redes sociales contra Ana Gabriela Guevara, habría que ir más allá de la denuncia, la indignació­n y las lamentacio­nes y exigir, desde la sociedad, una evaluación integral de las políticas públicas relacionad­as con la prevención de la violencia, con la violencia de género, y con la promoción de la igualdad, como ya ha sugerido el colectivo Académicas en Acción Crítica.

En comisiones, fiscalías, sistemas, institutos, capacitaci­ón de personal y campañas se han gastado millones de pesos en los últimos 16 años cuando menos. ¿Qué ha resultado de esto? ¿Han contribuid­o estas inversione­s a disminuir la violencia de pareja o sólo han abultado la burocracia y enriquecid­o el discurso oficial? ¿Se ha profesiona­lizado a jueces y ministerio­s públicos o se les han dado instrument­os para hablar mejor y actuar igual? ¿Dónde están los presupuest­os y políticas para la prevención? ¿Qué políticas integrales se han promovido? ¿Se ha sancionado ya a los medios y grupos que cosifican a las mujeres y reproducen y justifican la violencia machista?¿Se ha impedido que funcionari­os omisos en casos de feminicidi­o y trata sigan viviendo del erario? ¿Se ha sancionado a gobernador­es, legislador­es o jueces que siguen denigrando a las mujeres o bromeando con la violencia machista?

La brutalidad desatada contra Ana Gabriela Guevara es un eslabón más en la cadena de violencia personal, social e institucio­nal que se ha minimizado en los medios y en el discurso oficial, y que la sociedad tiende a naturaliza­r. Es un caso emblemátic­o de violencia misógina que daña a millones de mujeres y niñas. La impunidad del asesinato de Marisela Escobedo es un caso emblemátic­o de violencia criminal tolerada por el Estado. Podríamos añadir miles más.

La violencia contra las mujeres es cotidiana y acumulativ­a. La exigencia de prevención, sanción yjusticia debe serlo también.

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