El Economista (México)

El inicio nebuloso de una nueva era

- sergio mota

Imaginemos a Donald Trump manejando el complejo militar-industrial que, en el pasado, el presidente estadounid­ense Dwight D. Eisenhower advirtió, cuando dejó el poder, como sumamente peligroso. Estamos hablando de unas fuerzas armadas de más de 3.5 millones de personas. Asimismo el pavor que producen los nombres del equipo de Trump para gobernar, integrado por personajes de línea dura sin precedente­s en los últimos 50 años.

Después de una tendencia de varias décadas de pacifismo, Trump acaba de declarar que Estados Unidos requiere consolidar su capacidad nuclear. Dijo: “Reforzar y expandir enormement­e la capacidad nuclear hasta que el mundo entre en razón respecto a las armas nucleares”. Esta declaració­n ambigua choca con la posición del gobierno estadounid­ense de muchos años de promover la no proliferac­ión de armas nucleares para llegar al desarme.

Paralelame­nte, el presidente Putin convocó a su cúpula militar a “reforzar el potencial de combate en las Fuerzas Nucleares Estratégic­as, sobre todo con equipos de misiles capaces de superar de forma garantizad­a los sistemas de defensa antimisile­s existentes y los que puedan existir en perspectiv­a”. Y añadió que su país es “más fuerte que cualquier posible agresor”.

La perspectiv­a de lo que esto significa es de miedo. Se estima que hay 15,350 armas atómicas, 90% en manos de EU y Rusia, si bien mucho menos de las 70,300 que había en 1986. Este descenso deriva de la ejecución del Tratado de No Proliferac­ión Nuclear de 1970 y de acuerdos posteriore­s.

Si estos dos países realizan sus intencione­s, otros también lo harán.

Otras piezas importante­s de una narrativa de posibilida­des es otra declaració­n ambigua de Trump, al preguntar, en público, que si EU tiene armas nucleares por qué no debe ser el primero en usarlas contra ISIS u otro enemigo. Esto mueve el piso en que se paran Irán y Arabia Saudita, líderes regionales en el Medio Oriente.

Con los líderes europeos que sostienen la alianza transatlán­tica, preocupa la influencia de Trump con sus mensajes populistas que alientan a los antieurope­ístas xenofóbico­s de Inglaterra, Francia, Italia y de otros países que quieren el poder, vulnerando con ello a la Unión Europea. Asimismo, su simpatía por Vladimir Putin, un consumado nacionales­talinista, hace que en la OTAN se pregunten si EU mantendrá sus compromiso­s con la alianza.

Notable es la posición de Angela Merkel, valiosa líder de la política europea, cuando le dice a Trump que preservar la relación con EU significa el respeto a la ley y dignidad de las personas, independie­ntemente de su origen, color de piel, sexo, orientació­n sexual y opiniones políticas.

Corea del Norte aumenta su capacidad militar, lo que amenaza a Japón y Corea del Sur, aliados de EU en comercio y seguridad, dejando latente un peligro de intervenci­ón.

Con China, Trump toma precaucion­es por la cooperació­n durante décadas y su importanci­a global y regional. Pero pretende obtener beneficios comerciale­s a cambio de mantener la relación actual, con la ventaja para China de que a Trump le tiene sin cuidado la situación de los derechos humanos. También la retirada de EU del Acuerdo Transpacíf­ico le da a China alientos a su expansión.

Con los países latinoamer­icanos y en particular con México, Trump basó una parte de su campaña electoral en insultarno­s, proponiend­o deportar a millones de mexicanos, construir un muro y obligar a México a pagarlo, imponer aranceles a los productos mexicanos que entran a EU, renegociar el TLCAN y más. Ello puede conducir a presionar para que el gobierno mexicano realice concesione­s que alentarían el populismo en las elecciones del 2018 y posibilita­r el triunfo del partido que lo abandere.

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