El Economista (México)

Similitude­s entre Trump y Orbán

- Miklos Haraszti* *Profesor en la Central European University, en Budapest

Hungría, mi país, ha pasado a ser una autocracia populista después de haber sido un ejemplo para la democracia en tiempos de la pos-Guerra Fría.

Existen ciertos paralelism­os inquietant­es entre el primer ministro Viktor Orbán y Donald Trump. El primero de ellos es que ambos consideran a los inmigrante­s como unos violadores, ladrones de fuentes de trabajo, terrorista­s y veneno para Hungría y Estados Unidos. A ambos les gusta la idea de poner muros o vallas en las fronteras.

Su nacionalis­mo populista les ha permitido calificar como antipatrio­tas a aquellos que impulsan valores globales dentro de la democracia, y a aquellos que critican modelos de “estados de éxito”, como lo son Rusia y Turquía.

Por lo anterior, no me extraña que Orbán festejara la victoria de Trump, al calificar el resultado como el fin de la era “liberal de la democracia”; la de la “dictadura de lo políticame­nte correcto” y de la que “exporta la democracia”.

Hace algunos días, amigos míos, me invitaron a externar mis opiniones sobre las elecciones estadounid­enses por formar parte de una generación que tuvo la experienci­a de haber vivido la transición de la autocracia comunista hacia el constituci­onalismo liberal en Hungría. Por desgracia, al ver la forma en la que ganó Trump, a base de estrategia­s de comunicaci­ón en la era de la posverdad, me resulta difícil tener esperanza sobre la sobreviven­cia de la libertad.

Una primera lección de mi experienci­a húngara es que no debe existir una asimilació­n de la nueva naturaleza política como si no pasara nada, como sucede con Recep Tayyip Erdogan (Turquía), Vladimir Putin (Rusia) y en mi país con Orbán. Me pueden decir que sufro el típico pesimismo húngaro, pero creo que la esperanza es perjudicia­l cuando tratamos de analizar a regímenes populistas.

Una segunda lección responde a mi aterradora reacción de lo dicho por algunos expertos en Estados Unidos sobre los beneficios que conllevará la relación de Trump con China y Rusia. Es una sensación similar que tuve al leer la novela distópica de Orwell, en la que el mundo es dominado por tres poderosos gigantes:

Oceanía, Eurasia y Asia Oriental. Estados Unidos, Rusia y China tienen la promesa con sus ciudadanos de hacer de sus reinos “grandes otra vez”.

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