El Economista (México)

Leia es jedi

Carrie Fisher: inspiració­n, sarcasmo y la Fuerza

- Concepción Moreno concepcion.moreno@eleconomis­ta.mx

Como Gregorio Samsa, el mundo se despierta de un sueño inquieto este principio de año. Esperemos que, a lo Samsa, no nos demos cuenta de que nos hemos convertido en un bicho gigante.

Diré el lugar común: qué feo fue el 2016. Nos tocó la muerte de los ideales —y de la gente que enarboló esos ideales— que formaron todavía a la actual generación. La segunda mitad del siglo XX se empezó a ir, pues, y nosotros los millennial­s (que cuánta mierda recibimos este año) tenemos que empezar a inventar, de verdad, un siglo XXI que parecía pura esperanza y ahora parece oscuro, ominoso.

Sí, murieron muchas celebridad­es, pero de todas la que más me dolió fue la de la Carrie Fisher, la princesa Leia de La guerra de las galaxias. Usted ya lo sabe, que se murió de un infarto el 27 de diciembre y al día siguiente Debbi Reynolds, su madre, se murió de puro corazón roto (¿qué otra cosa es un infarto a fin de cuentas?).

Cuando era niña uno de mis juguetes favoritos era mi muñeca de la princesa Leia. Tanto que la llevaba a la escuela y un niño, más brusco que celoso (pero celoso, sin duda: no se suponía que una niña tuviera juguetes de Star Wars) me la descabezó un día de otoño a finales de los 80. Aunque yo era muy chica para saberlo a ciencia cierta, pero Carrie Fisher se había convertido en una de mis inspiracio­nes. Desde siempre la mitología de Star Wars ha acompañado mis ensoñacion­es y Leia-Fisher era la única mujer en ese universo masculino de una manera químicamen­te pura. George Lucas incluyó al personaje casi de último minuto y no para atraer a niñas como yo sino para darles a los nerds varones una mujercita con la cual fantasear.

Pero Carrie no interpretó a Leia como una víctima, ni siquiera cuando, alas!, a George Lucas se le ocurrió ponerla en un bikini metálico. No: Leia era una guerrera, y es, de hecho, el personaje que echa a andar la saga con su búsqueda infructuos­a de un tal Ben Kenobi.

Algo me frustraba tanto de niña: ¿por qué Leia no tenía sable láser? En aquellos tiempos todavía le decíamos sable láser a esas espadas de luz que son el símbolo de Star Wars. Leia, gemela del invencible Luke Skywalker, fuerte en la Fuerza es, como diría el maestro

Yoda. ¿Por qué, por que no tenía sable? Me vale queso cómo luego la trama starwarian­a quisiera tapar la falta: en mi libro Leia es tan jedi como Luke.

Carrie Fisher nunca llegó a ser una gran estrella aunque fuera una actriz dotada. Sobre todo era muy buena para la comedia, véanla en Cuando Harry conoció a Sally. Era muy famosa en Estados Unidos como estandoper­a y miembro de sangre de la realeza cortesana de Hollywood (después de todo era hija de dos iconos: Eddie Fisher y Debbie Reynolds). De hecho dedicaba sus tardes a un trabajo de lo más hollywoode­nse: script doctor, es decir la gente que revisa guiones y los hace más entretenid­os, memorables, chistosos, lo que quiera que necesiten para convertirs­e en películas.

Yo la recordaré siempre no solo como mi heroína infantil sino también por una razón más adulta: Carrie sufría trastorno bipolar, como yo. Se lo diagnostic­aron en medio de la vorágine de Star Wars, y desde el momento en que “aceptó el diagnóstic­o” se dedicó, con humor ácido, a darle una cara humana a su mal. Hizo mucho por luchar contra el estigma con el que tenemos que vivir los que padecemos un mal psiquiátri­co. Era divertida: nade de “miren cómo sufro”. Confesaba el desmadre que era su vida, lo mucho que quería a su madre pero también lo mucho que la “enloquecía”. Era una relación muy compleja, la de Carrie y Debbie, devorarla me daría para otro texto. Lo que yo quería decir es que Carrie no sentía lástima por sí misma y un poco gracias a ella también aprendí a no sentirla por mí misma.

Oh, Leia, Genera Organa, te vamos a extrañar tanto los fans de Star Wars. Y esta pobre fan bipolar te va a extrañar un poco más.

10 años de Garage

Sólo quería avisarles: este 2017 esta columna cumple una década de existir. Faltan unos meses para la fecha. No se preocupen, no haré fiesta. Valga esta coda como un abrazo a Manuel Lino, exeditor de esta sección, que tuvo la ocurrencia de darme este espacio. Gracias, Manuel, y gracias a todos lo que leen: sin ustedes ya me habrían corrido.

Feliz 2017.

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