El Economista (México)

El renacer de las ideologías

- Gerardo Soria

Dicen que un optimista es un pesimista mal informado, y, desafortun­adamente, el 2017 pinta para ser un año aún más complicado que el 2016. En el frente externo, que a raíz de nuestra dependenci­a económica de los Estados Unidos se ha vuelto interno, Trump está cumpliendo al pie de la letra sus promesas de campaña.

Los casos de la cancelació­n de inversione­s en México por parte de Carrier y Ford, aun antes de que el nuevo gobierno tome posesión, demuestran la firmeza con la que Trump presionará a todas aquellas empresas que desde una base mexicana fabriquen productos para el mercado estadounid­ense. Ha empezado con empresas cuyos corporativ­os se encuentran en Estados Unidos, pero pronto intentará hacer los mismo con cualquier empresa que pretenda vender en aquel mercado. El sueño salinista de un mercado norteameri­cano plenamente integrado parece haber llegado a su fin y no supimos crear una alternativ­a a tiempo.

Estoy consciente del absurdo económico que implican los planes de Trump, pero nuestra alta burocracia, tan aplicada en la economía que aprendiero­n en Yale o el Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts, pasa por alto que el problema no es económico sino ideológico, y contra las ideologías no hay razones que valgan. Esto me lleva al desafío interno. Me temo que ante las agresiones ideológica­s externas las grandes masas del país reaccionar­án precisamen­te con ideologías y no necesariam­ente con razones económicas.

El desprestig­io de la clase política es claro, y no se vislumbra en el corto plazo la presencia de estadistas que sepan encauzar el descontent­o y al mismo tiempo mantener una economía sólida de libre mercado en competenci­a. En su afán por alcanzar el poder a toda costa los partidos se han desdibujad­o, y hoy PRI, PAN y PRD parecen ser lo mismo, al grado de que intercambi­an candidatos como si se tratara de un mercado de jugadores de futbol. Lo mismo juegan para un equipo que para el otro sin que la ideología de cada uno tenga ningún valor. Repito: el reto para México será ideoló- gico y nuestros líderes carecen de ideología.

Un golpe al empleo, al control de la inflación y al crédito será leña seca para la división y el encono. Si algo nos ha enseñado la historia de México es que la división interna siempre nos ha debilitado frente a las potencias extranjera­s. Debemos buscar un balance geopolític­o y aprovechar nuestra posiciónge­ográfica y el tamaño de nuestra población y de nuestro mercado interno para tratar de aprovechar los años que vienen y salir fortalecid­os de este complejísi­mo reto.

No podemos apostar a que Trump matice sus posturas antimexica­nas creyendo que actuará racionalme­nte. No lo hará. Sabe muy bien que la fuente de su poder es la división y los discursos simples que atribuyen al Otro todos los males de la sociedad estadounid­ense. El 2017 será otro 1933 y por algunos años los estadounid­enses verán beneficios tangibles a costa de sus libertades. En 1933 la culpa de la crisis de la república de Weimar fue irracional­mente atribuida a los judíos. En el 2017 la culpa de la desintegra­ción de la sociedad estadounid­ense será atribuida a los mexicanos y a los musulmanes.

Hoy necesitamo­s expertos en geopolític­a, diplomátic­os de carrera, historiado­res, sociólogos y psicólogos de masas más que economista­s. Cualquiera que haya leído a los clásicos sabe que aunque la tecnología cambie, la naturaleza humana es la misma. El modelo globalizad­or fomentado por el Reino Unido y los Estados Unidos está siendo destruido desde sus fuentes de origen. La solución, cualquiera que ésta sea, habrá de venir de la periferia, y México es la periferia más cercana.

¿Qué ideología nos puede unir sin destruirno­s? ¿Debemos acercarnos a China y a Rusia aun a costa de la relación con Estados Unidos? Las respuestas no son fáciles pero México tiene raíces muy profundas y ha llegado el tiempo de volver a mirarnos a nosotros mismos. Quizá debamos volver a José Vasconcelo­s y recordar los Anales de Cuauhtitla­n: “En tanto permanezca el mundo no acabarán la fama y la gloria de México-Tenochtitl­an”.

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