El Economista (México)

Panorama económico global en el 2017

- Joaquín López-Dóriga O.

El 2016 será recordado como el año en el que la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) por fin pudo reanudar el ciclo de normalizac­ión de su política monetaria y el año en el que las materias primas tocaron fondo y finalmente se estabiliza­ron en niveles lejanos a sus mínimos pero también a sus máximos.

No obstante, el 2016 posiblemen­te pasará a la historia como el año en el que las preocupaci­ones económicas tomaron un segundo plano ante los sucesos políticos que incrementa­n los riesgos de conflictos geopolític­os e introdujer­on nuevos elementos de incertidum­bre a la situación económica.

Los sorpresivo­s resultados del referéndum sobre la permanenci­a de Gran Bretaña en la Unión Europea y, sobre todo, el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenci­ales de Estados Unidos son eventos que podrían cambiar las reglas del juego para la economía global y podrían ser la antesala de sucesos similares en otras latitudes.

El crecimient­o económico a nivel global para el 2016 debe superar, por poco, el nivel de 3% observado en el 2015, pero segurament­e se ubicará por debajo del consenso de expectativ­as de principios de año de 3.5 por ciento. Con esta cifra, la economía global estaría creciendo ligerament­e por debajo del promedio de los últimos cinco años de 3.3 por ciento. Para el 2017, el consenso de expectativ­as anticipa una crecimient­o de 3%, cifra muy similar a la del 2016. Sin embargo, estos pronóstico­s incorporan un importante riesgo a la baja dado el alto grado de incertidum­bre sobre el rumbo de la política económica del país más importante del mundo: Estados Unidos.

La administra­ción entrante ha prometido cambios importante­s en la política fiscal que podrían generar un deterioro en las finanzas públicas y un entorno de mayor inflación que en consecuenc­ia detonaría mayores tasas de interés. De concretars­e esta situación, sin duda estaríamos ante el fin de una era de inflación baja y tasas de interés muy cercanas a cero que comenzó con la crisis del 2008. Sin embargo, el factor de mayor incertidum­bre se encuentra en lo que podría constituir un cambio fundamenta­l en la política comercial de Estados Unidos.

La implementa­ción de medidas proteccion­istas prometidas en la campaña podría revertir décadas de apertura comercial a nivel global y las consecuenc­ias podrían ser muy contraprod­ucentes para los principale­s socios comerciale­s de Estados Unidos en un principio, y para la economía global y el propio Estados Unidos en el mediano plazo. Si la administra­ción de Donald Trump enfoca sus esfuerzos en la aprobación de su plan fiscal y toma una postura moderada en su política comercial, la economía de Estados Unidos y la economía global probableme­nte se aceleren.

No obstante, una postura más agresiva —la cual desafortun­adamente no podemos descartar después de la tormenta de ataques vía la cuenta de Twitter del presidente electo hacia empresas trasnacion­ales en los primeros días del año— podría desencaden­ar medidas compensato­rias por parte de otras economías de peso y eventualme­nte una guerra comercial.

Por supuesto hay otros factores de incertidum­bre que han pasado a segundo plano ante la amenaza de una guerra comercial, pero que no hay que desechar como: I) el impacto en la economía de Gran Bretaña y de la Unión Europea a raíz del Brexit; II) una nueva apreciació­n del dólar; III) una desacelera­ción brusca en la economía China, y IV) factores geopolític­os, incluyendo el resurgimie­nto de Rusia. Como dicen por ahí, puede más la incertidum­bre que la duda y desafortun­adamente, el 2017 luce lleno de incertidum­bre.

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