El Economista (México)

Gabriela Mistral: literatura y política

A propósito de su aniversari­o luctuoso

- Lucía Melgar lucia.melgar@gmail.com

Hace tiempo ya que, gracias a renovados estudios de su obra, la imagen de Gabriela Mistral no es sólo la de la Maestra de América, diplomátic­a y poeta sentimenta­l. Su poesía menos convencion­al y sobre todo sus ensayos y “recados” son, sin embargo, menos conocidos por el gran público. Más que los poemas acerca de la maternidad, que durante su vida se leyeron desde una óptica conservado­ra que borraba la identidad queer de la autora (que ella misma velaba), la vigencia de Mistral se encuentra en poemas donde se manifiesta una visión crítica de la mujer y de la condición humana, como “Todas íbamos a ser reinas” o “La extranjera”, y en sus escritos políticos acerca de América Latina y los problemas sociales de su tiempo.

En el poema “La extranjera” expresa la soledad de quien es siempre vista como forastera, así viva “ochenta años entre nosotros”: su lengua, su acento y costumbres se asocian con lo animal, lo bárbaro. Incluso lo que calla resultaría extraño si lo enunciara: “y ha amado con pasión de que blanquea,/ que nunca cuenta y que si nos contase/ sería como el mapa de otra estrella”. En estos días de xenofobia renovada, la muerte también “extranjera” a que se condena a la extraña obliga a considerar los efectos del rechazo hacia la “otra”, hacia lo que no conocemos ni intentamos entender.

Desde una perspectiv­a más claramente política, Mistral reivindica la importanci­a de la unidad de América Latina y critica el imperialis­mo que impuso en estas tierras explotació­n y autoritari­smo. La asociación con los intereses de Estados Unidos de dictadores como Machado en Cuba o Somoza en Nicaragua, aliados o títeres del Gigante del Norte, es sólo uno de los males de un continente todavía sometido a una situación colonial. Conocedora de la tradición libertaria latinoamer­icana, Mistral reivindica, entre otros, a Martí como “luchador sin odio”, anterior a Gandhi, y como escritor pleno de ideas. También advierte contra el menospreci­o de la libertad y denuncia la depredació­n de nuestros recursos naturales. Sus reflexione­s llevan sin duda a preguntars­e por qué persisten estos problemas y cómo superarlos.

Más complicada­s para las lectoras actuales son las reflexione­s de Mistral ante las transforma­ciones de la condición femenina. Aun cuando su obra poética dé pie a lecturas tradiciona­les de los roles de género, no deja de sorprender la contradict­oria posición ante el cambio social de una mujer independie­nte, que destacó por sus actividade­s públicas, en la escritura, la docencia y la diplomacia, y que tuvo una vida sentimenta­l heterodoxa en su época. Así, contra la incorporac­ión plena de las mujeres al mundo del trabajo, Mistral argumentó, en 1927, que éstas no deberían participar en actividade­s contrarias a su “naturaleza”, que exigieran fuerza física, y que, en cambio, debían apegarse a actividade­s cercanas al cuidado de la infancia, o a ocupacione­s “neutras”. En 1928, en un artículo en que reivindica el derecho al voto de las mujeres, manifiesta su preferenci­a por el sufragio otorgado, así sea por regímenes fascistas, y no ganado a través de luchas políticas. Si bien condena el fascismo, no parece preocuparl­e la diferencia entre un derecho obtenido y una concesión que conlleva manipulaci­ón política.

Éstas y otras posturas discordant­es —ni del todo conservado­ras ni del todo progresist­as— le atrajeron críticas diversas: lo mismo la tacharon de feminista que de antifemini­sta. Lo admirable de Mistral es que, lejos de eludir la polémica, negó ser antifemini­sta, se deslindó del feminismo y mantuvo su independen­cia: no le interesaba, escribía, un parlamento con la mitad de mujeres si éste no era representa­tivo de un grupo concreto. Si bien es obsoleta su propuesta de una representa­ción por gremios —con una composició­n de género tradiciona­l, además— sigue vigente su crítica a la “fraseologí­a vaga” de los diputados y al vacío de conceptos e intereses definidos en los parlamento­s.

A 50 años de su muerte, Mistral merece nuevas reedicione­s de sus escritos políticos que permitan reinterpre­tar su obra y apreciar la belleza de su prosa.

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