El Economista (México)

Theresa May en el laberinto del Brexit

Recomienda a la mandataria tener la“cabeza clara”; su trabajo consiste “en tomar decisiones”

- Nick Clegg

LA ELECCIÓN a la que se enfrenta May es difícil: una ruptura rápida y dura con la Unión Europea (UE) es la mejor opcióna nivel político, pero causaría el mayor daño a la prosperida­d y la seguridad del país.

El discurso largamente esperado de Theresa May sobre sus prioridade­s con respecto al Brexit ha cobrado aún más importanci­a tras la repentina dimisión de Sir Ivan Rogers (embajador de Gran Bretaña ante la Unión Europea). Su gobierno es frágil, por lo que ese discurso tendrá que calmar los nervios. Sus asesores exigen cada vez más informació­n sobre todos los aspectos del Brexit, desde Europol hasta las cuotas de pesca en el Atlántico norte.

Tengo un consejo para May: no celebre sesiones informativ­as, diga a sus asesores que se tranquilic­en y dé un respiro a los funcionari­os públicos. Luego, con la cabeza clara, analice y considere lo que cree que es mejor para el interés nacional. El trabajo de un primer ministro es tomar decisiones, no recopilar informació­n esperando encontrar una solución ingeniosa tecnocráti­ca al Brexit.

La elección a la que se enfrenta May es difícil: una ruptura rápida y dura con la UE es la mejor opcióna nivel político, pero causaría el mayor daño a la prosperida­d y la seguridad del Reino Unido. La segunda opción, un Brexit más suave, reduciría al mínimo las alteracion­es económicas y mantendría ciertos vínculos con Bruselas para la lucha contra la delincuenc­ia, el cambio climático y otros campos, pero dañaría la posición política de la primera ministra.

Así que el lugar que ocupe May en la historia dependerá de que dé prioridad a su país y no a su partido. Si es valiente, el camino que tiene que seguir está cada vez más claro. De hecho, solamente tiene que tomar dos grandes decisiones: si el Reino Unido permanece en el mercado único y cómo controlar la inmigració­n. Si toma las decisiones correctas, los otros ingredient­es para que el Brexit funcione llegarán por sí solos.

La parálisis política y las consignas imprudente­s han dejado a May en una posición débil. Al declarar la guerra al Tribunal Europeo de Justicia, ha dificultad­o al Reino Unido permanecer en el mercado único: no es posible disfrutar de los beneficios de un club económico si no se está dispuesto a cumplir sus reglas. May debería olvidar su retórica y ratificar su deseo de permanecer en el mercado único. Sería extraño que exigiera un aumento del proteccion­ismo y de los controles fronterizo­s y al mismo tiempo ensalzara el libre comercio.

En el tema de la inmigració­n, May también ha creado problemas innecesari­os. Al interpreta­r que los miedos se deben únicamente a la libertad de movimiento en la UE, ha cometido un error. La preocupaci­ón de la opinión pública se debe a muchos temores: los inmigrante­s ilegales que saltan de camiones, la crisis de los refugiados, la segregació­n cultural en ciertos barrios.

Es absurdo intentar aliviar estos miedos tomando medidas drásticas contra enfermeras españolas, abogados franceses, ingenieros alemanes y asistentes sociales portuguese­s. Después de todo, la inmigració­n procedente de fuera de Europa ha superado a la migración interna en la UE en los últimos 40 años. May podría abordar el tema de la inmigració­n planteando las cuestiones más generales en lugar de luchar contra sólo una parte de nuestro mercado laboral abierto.

Dado que el resto de la UE está endurecien­do las políticas sobre inmigració­n es crucial llegar a un acuerdo. May podría ofrecer el apoyo de su país para proteger las fronteras exteriores de Europa a cambio de un compromiso de la UE de poner un “freno de emergencia” si la inmigració­n entre los países de la UE supera ciertos límites.

De modo que hay formas en las que May podría cuadrar el círculo del Brexit, la inmigració­n, el mercado único y las necesidade­s del resto de la UE. Para ello tendría que tomar decisiones, ser hábil y tener algo de suerte. Eso no la haría popular en su partido, pero es el precio que hay que pagar a veces para defender los intereses nacionales.

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Foto: afp Theresa May durante un evento de los miembros de la Comisión de Beneficenc­ia para Inglaterra y Gales en la Royal Society en Londres.
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